Sunday, September 21, 2008

La homilía de Betania: LA GENEROSIDAD DE DIOS SUPERA NUESTRAS PEQUEÑECES

Por José María Martín OSA


1- ¿Concuerdan nuestros criterios con los de Dios? Dice el libro del profeta Isaías que sus pensamientos no son nuestros y que sus caminos no son nuestros. También dice que como los cielos aventajan a la tierra, así aventajan sus caminos a los caminos de nosotros. Tenemos que reconocer que en la vida hay mucho que no entendemos. San Pablo mismo admite que no sabe si debe elegir morir para estar con Cristo o seguir viviendo para el beneficio de los filipenses. ¡Pablo, tan cerca al Señor, no sabe qué elegir o desear! Pero Pablo no se queda ansioso o miedoso. Pablo sabe que sea por su vida o por su muerte, «Cristo será glorificado en mí». En el Evangelio, Jesús explica la parábola del propietario que les pagó la misma cantidad de dinero a los trabajadores más recientes que trabajaron poco tiempo que les dio a los trabajadores que trabajaron el día entero. Otra sorpresa de Dios: no se deja llevar por lo que nosotros creemos necesario. Dios en su misericordia, favor, y bondad es generoso en una manera a veces inexplicable a los humanos.



2- ¿Es justo el proceder del juez?: sólo la bondad de Dios Padre puede responder. Nuestro Dios es un Dios de sorpresas en las vidas de las personas. No es un Dios que se puede controlar o manipular. La vida es una verdadera aventura, y el que dirige la aventura es Dios. La paga a los jornaleros comienza por los que llegaron últimos. Resulta asombroso y desconcertante. Aquí la paga es mucho mayor de lo que puede exigir la justicia, porque habían trabajado menos que los demás. La contratación que hace el dueño de la viña es algo inverosímil porque contrata gente incluso cuando el día está por terminar. En la paga de los trabajadores está la clave de comprensión de esta parábola. Los últimos, reciben el mismo salario que los primeros obreros que habían trabajado todo el día. La actitud del dueño de la viña parece desproporcionada e injusta, socialmente hablando. ¿Cómo entiende la justicia el dueño de la viña? Todos recibirán lo mismo, con lo que no se hace agravio a los primeros trabajadores, porque se les pagará lo acordado. Los que murmuran contra los últimos no lo hacen por el tema de la justicia, sino por envidia personal, no hay celo por el orden sino malicia y rivalidad. Se da un contraste entre estos y el dueño de la viña: “¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?”. La actitud no corresponde a un capricho, sino pura bondad de su parte: no dañó a los primeros, y fue justo, sino que fue generoso con los últimos. Sólo Dios puede actuar como quiere. La vida eterna es don de su gracia y no fruto de la justicia de los hombres. Dios da a quien quiere y da por bondad, lejos de Él la mentalidad calculadora. No hay correspondencia entre el trabajo y la recompensa, porque Dios es Padre y quiere a todos sus hijos, en especial a los más débiles y a los que llegan más tarde.



3- Lo que importa es trabajar por el Reino, sea antes o sea después. El mensaje de estas lecturas es llamarnos a la humildad intelectual y vital: entendemos poco y muchas veces entendemos mal. Hemos de fijarnos en la frase final: ¿quiénes son los últimos y quiénes son los primeros? La salvación no es sólo para los primeros –el pueblo judío-, sino para todos los hombres -los gentiles-. También puede aplicarse a los fariseos, que se creían los primeros, pero no aceptan con humildad la Palabra de Jesús. En cambio, los últimos –la gente sencilla del pueblo-- acogen con fe la Buena Noticia de la salvación. Da igual en este caso llegar antes o llegar después, lo importante es la actitud con que se acoge la Palabra Enla Iglesia muchos son llamados a diversas horas del día por Dios, en diversas etapas de la vida. Lo importante es establecer que el premio o la paga no es lo fundamental sino trabajar por el Reino de Dios, en la viña del Señor. El premio dependerá de la voluntad de Dios, bondad con la que debemos contar en toda la vivencia de la fe, es decir, en la vida cristiana de cada día. Habrá que demoler la mentalidad calculadora o de contrato respecto al Reino que existe en la sociedad, porque en el orden de la gracia hay otros parámetros. El que ha conocido la bondad de Dios, la vive y proclama con la propia existencia, siendo a su vez bondadoso con su prójimo. No podemos rechazar a nadie porque se hay incorporado a última hora a la comunidad, pues quizá es más digno que nosotros. La generosidad y bondad de Dios son inmensas y una lección para nosotros: nadie puede monopolizar la salvación que Dios.

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