Sunday, September 14, 2008

La homilía de Betania: POR LA SEÑAL DE LA SANTA CRUZ

Por Gustavo Vélez, mxy


“Dijo Jesús a Nicodemo: Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna” (San Juan, 3, 14 – 15).


1.- Cuenta una piadosa leyenda que el emperador Constantino - quien dio libertad a la Iglesia por el edicto de Milán en el año 313 - estando en lucha contra Majencio, vio en el cielo una cruz, y escuchó además este mensaje: “Con este singo vencerás”. Lo cual logró en la batalla del puente Milvio. Su madre Santa Helena, que era cristiana, viajó luego a Jerusalén donde encontró la Cruz del Señor. La cual pudieron identificar, en razón de los milagros que realizaba entre los devotos. En los años siguientes, las autoridades de la Iglesia extendieron esta veneración del leño santo a todas las Iglesias.


Conviene sin embargo entender que los discípulos de Cristo no adoramos un objeto material. Ese madero es solamente un recordatorio de la persona de Jesús crucificado, muerto y luego resucitado. En él vemos realizada aquella enseñanza de san Pablo a los filipenses: “Siendo Él de condición divina…actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y a una muerte de cruz”.



2.- Fueron los fenicios quienes, para ajusticiar a grandes malhechores, inventaron ese suplicio, crudelísimo y atroz, al decir de antiguos escritores. Los romanos acostumbraban decapitar a los reos y entre los judíos se les apedreaba. Pero más tarde también los conquistadores del imperio adoptaron la cruz y mientras dominaron Palestina, abundaron allí los crucificados. Algunos autores aseguran que hubo épocas de tantos reos, que en Jerusalén los árboles escaseaban.

Los evangelistas nos dicen que, de entrada, los judíos acusaron al Señor de ser un blasfemo, porque se decía igual a Dios. El procurador les respondió que no quería mezclarse en asuntos internos de su religión. Pero ellos insistieron presentado una denuncia política: Levanta al pueblo contra el César. Lo cual llenó de miedo al procurador. Entonces, aunque de mala gana, entregó a Jesús a sus enemigos, para que lo crucificaran. En ese momento se cumplía el anuncio hecho por el Maestro a Nicodemo: “Así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna”.



3.- Dos elementos que motivan nuestra reflexión: Cruz y Vida eterna. Cruz en el sentido de la fuerza salvadora del Señor, que se manifestó en su pasión y en su muerte. Y vida eterna: Esa existencia perfecta y feliz que lograremos pasado mañana, por el poder de Jesucristo. Para lo cual hemos de unir a diario nuestras cruces con la suya, manteniendo con Él una amistad indestructible.


La Cruz es la señal del cristiano, nos enseñaron nuestros padres. El signo que nos identifica como discípulos del Señor Jesús. Bajo su enseñanza tendremos un estilo de vivir, de sufrir, de orar y de esperar. No faltan en nuestros hogares una o varias imágenes de Jesús crucificado. Las hay para todos los gustos. Artísticas u ordinarias, preciosas o normales: “Salve, Cruz preciosa”. Allí las ha erigido la tradición cristiana y el esfuerzo diario de nuestra fe. Elevemos a ellas nuestra mirada y nuestra súplica y encontraremos, en cada circunstancia, fuerza y luz, paz y esperanza. “Adorémoste, Cristo y te bendecimos, que por tu santa Cruz redimiste al mundo”.

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