Saturday, September 20, 2008

Meditando con los santos y beatos del día: S. JOSÉ MARÍA DE YERMO Y PARRES



Hoy, 20 de septiembre, la Iglesia celebra el nacimiento para el cielo de SAN JOSÉ MARÍA DE YERMO Y PARRES, quien muriera santamente en un día como hoy del año 1904, en la ciudad de Puebla, México. Nacido en la Hacienda de Jalmolonga, Malinalco, Estado de México, en el año 1851, fue sacerdote y fundador de la Congregación de las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres. El Papa Juan Pablo II, en el año 1990 le dio el honor de los altares declarándolo Beato. Unidos, pues, a la Iglesia Mexicana, brindemos nuestro vivo aplauso a San José María de Yermo y Parres.


Meditación

Nací en una familia cristiana de nobles orígenes. Muy pronto descubrí mi vocación al sacerdocio. Mis primeros años de sacerdocio fueron fecundos de actividades, traté de promover la catequesis juvenil, y tuve algunos cargos de importancia en la Curia, pero a causa de mi débil salud tuve que renunciar. Después, el nuevo Obispo me confió el cuidado de dos iglesitas: el Calvario y el Santo Niño. Esto fue un duro golpe en mi vida. Me sacudió profundamente en mi orgullo, sin embargo, decidí seguir a Cristo en la obediencia, sufriendo esta humillación silenciosamente. Pero un día, el Señor me interpeló, poniéndome delante de una escena tremenda: mientras caminaba hacia la Iglesia del Calvario, vi a unos puercos que se comían a dos niños recién nacidos. Estremecido, decidí proyectar la fundación de una casa de acogida para los necesitados y abandonados: nació así el Asilo del Sagrado Corazón, en la Cima de la colina del Calvario. Comenzó también la nueva familia religiosa de las Siervas del Corazón de Jesús y de los Pobres. Entre tribulaciones, dificultades y aun hasta calumnias que nunca abatieron mi ánimo, fundé también escuelas, hospitales, casas de reposo para ancianos y una casa de regeneración para la mujer. Pero no conforme con esto, llevé a mi familia religiosa a la difícil misión entre los indígenas tarahumaras, del norte de México y éste fue, el último peldaño de mi larga y constante escalada de entrega al Señor.

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