“Despreciado, lo tuvimos por nada; a él, que soportó nuestros sufrimientos y cargó con nuestros dolores” (Is 52,3-4)
Se ha explicado de muchas formas.¿Por qué fue así? ¿Estaba escrito? ¿Dios quería sangre?¡No! La sangre la querían los verdugos, los que no querían el evangelio anunciado por Jesús.
El sufrimiento del justo no nos es tan lejano.
Es la sangre de los inocentes abusados.Es el dolor de quien se estremece por el mal de otros.
Es el cansancio de quien se esfuerza para intentar construir algo bueno.Es el vaciamiento de quien va dando la vida, poco a poco, por amor.Es la duda mordiente de quien da el salto de la fe, cuando callan las certezas.Es la sensación de fracaso de algunas veces, cuando no acompañan los resultados…
¿Alguna vez el evangelio me ha resultado exigente?
pastoralsj
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