El Arzobispo de Santiago, Cardenal Francisco Javier Errázuriz, presidió una multitudinaria y fervorosa celebración de la Solemnidad de Corpus Christi por las calles del centro de Santiago este domingo 6, acompañado del Nuncio Apostólico, Monseñor Giuseppe Pinto, del Obispo Auxiliar, Monseñor Andrés Arteaga, vicarios, sacerdotes, diáconos, comunidades parroquiales, familias y una cincuentena de colegios católicos de la arquidiócesis.
Luego del rezo del rosario en la iglesia de San Agustín, en calle Estado, el Cardenal presidió la solemne Eucaristía de Corpus Christi, en un templo repleto de fieles, entre los que también estaban el alcalde de Santiago, Pablo Zalaquette y su esposa.
La dignidad de colaborar con Dios
Durante su homilía, el Cardenal Errázuriz resaltó el valor de esta Solemnidad al señalar que este “pan bajad del cielo” es “un gran don del Padre, del Espíritu y del Hijo, algo extraordinario, Jesucristo, personalmente, permanece entre nosotros”. Al referirse al evangelio de la multiplicación de los panes recordó que Jesucristo pidió a los apóstoles que den de comer a la gente, “nos asocia a la generosidad suya y quiere que nosotros podamos transmitir los dones que nos ha entregado y quiere entregárselos a los hambrientos, a los pobres, a los que están desnudos, a los que no tienen libertad, quiere que nosotros colaboremos con Él. ¡Qué dignidad más grande la nuestra que Dios mismo, el Hijo de Dios hecho hombre nos invite a colaborar con Él”.
Luego, el Arzobispo de Santiago indicó que en esa perspectiva se insertan la Misión Continental y el lema que tiene este año, “Chile, una mesa para todos”. Precisó que esto significa “que nosotros seamos servidores para todos y, por lo tanto, que nosotros comprendamos nuestra vida como un servicio, como una donación, también como un canal a través del cual Dios regala tantos dones a su pueblo. Esa dignidad tenemos nosotros”.
Más adelante recordó que Jesucristo pidió a quien quiera ser discípulo suyo debe tomar su propia cruz, como él mismo dio su vida por sus ovejas. “Muchos de nosotros no quisiéramos que hubiera tanto sacrificio y tanta renuncia, pero no son los planes de Dios. Jesucristo quiso morir como el grano de trigo. Y hay que ver el fruto que pudo darnos. Cuando Jesucristo nos encomienda que seamos pastores según su corazón significa también que estemos dispuestos a dar la vida por los demás”.
Los dolores y las alegrías de la Iglesia
Después de recordar la traición de Judas, “una herida muy profunda”, y las negaciones de Pedro, “un dolor muy grande”, señaló que “desde un comienzo la historia de la Iglesia está unida a grandes sufrimientos y también a inmensas alegrías. Está unida a la vida de los santos y está unida a nuestra vida, por lo tanto, a la vida de los pecadores. Pues bien todo ese dolor está incluido en la Pasión de Cristo. Y Jesucristo cuando muere carga sobre sí mismo no sólo el dolor propio, sino que está cargando con los pecados del mundo”. Añadió el Cardenal que “la Eucaristía es una invitación para todos nosotros, de manera que también nosotros seamos pan bueno para la vida del mundo”.
Finalmente, aseguró que “en nuestra Misión Continental seguiremos comunicando, por desborde de gratitud y alegría la experiencia maravillosa de habernos encontrado con el Señor”.
Terminada la misa se inició la procesión presidida por el Santísimo, seguido de los obispos, vicarios, clero y fieles en general, por calle Estado hasta la Catedral Metropolitana. El trayecto se realizó sobre una alfombra de flores y aserrín, con motivos religiosos centrados en el sacramento de la Eucaristía, confeccionada por alumnos de casi cuarenta colegios católicos.
Luego del recibimiento en la Plaza de Armas, el Cardenal, sacerdotes y fieles ingresaron al principal templo capitalino para un momento de adoración al Santísimo, en el que los asistentes participaron con gran recogimiento. El momento de adoración culminó con la solemne bendición final impartida por el Arzobispo de Santiago.
Testimonios
Isabel Ibarra, profesora del Colegio San Francisco de Asis, de la Zona Oriente, dijo que “ha sido una fiesta preciosa, a la que venimos en familia, con los hijos, los alumnos del colegio. Creo que es una oportunidad linda que nos da la Iglesia de poder participar y hoy más que nunca necesitamos este tipo de participación. Necesitamos más instancias para transmitir la fe a los niños”.
Piero Herbozo, que se prepara para la Confirmación en la parroquia El Sagrario calificó como “muy hermosa, realmente algo maravillosa” esta celebración y destacó la participación de los fieles.
Raquel Ojeda, de Comunión y Liberación, dijo que esta celebración fue “una sobreabundancia de gracia y una manifestación del ardor por el amor de Cristo resucitado que nos acompaña en la pasión de cada día, pero que vence”.
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