Esta semana, nuestra mirada se dirige hacia el Día de la Ascensión del Señor. Jesús ascendió al cielo, más allá de la vista de los discípulos, para reforzar la Fe que les había regalado. La nueva realidad de su vida resucitada, significaba que Él estaba más allá de la forma en que los humanos interactúan entre ellos. "Suéltame, que todavía no he subido al Padre", le dice a María de Magdala en la escena del jardín en la Pascua de Resurrección (Juan 20:17). Él ya no podía ser contactado y observado en la forma que fué posible durante el tiempo de su ministerio en la tierra. Ahora, la Fe se convierte en el medio de contacto y de relación con Él. Podríamos desear por ese contacto corporal, que tanto valoramos, y que tenemos a nuestro alcance con los que nos rodean. Pero nuestra Fe se amplía y se enriquece. Jesús, más allá de nuestra vista y contacto, habita y está presente en nuestros corazones, en nuestras vidas y entre nuestros amigos y comunidades. Él está más cercano que antes, y al mismo tiempo sobre nosotros, guiándonos hacia los ámbitos celestiales en que vive eternamente. "Por tanto, si habéis resucitado con el Mesías, buscad lo de arriba, donde el Mesías está sentado a la diestra de Dios" (Colosenses 3:1). Nos rodea un gran mundo de misterio, y la Palabra Viva de Dios se cruza con nuestra vida terrenal. La Fe nos provee ahora con un horizonte inmenso e ilimitado, que es a la vez íntimo y personal. Porque Cristo, a través de su Espíritu Santo, mora en nuestros corazones, en cada momento de cada día de nuestras vidas.
Espacio Sagrado
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