No es casualidad la presencia de los salesianos en la Patagonia. San Juan Bosco, el sacerdote italiano que creó la misión de los salesianos hoy dispersa por todo el mundo, tuvo, a lo largo de su vida, una serie de sueños proféticos que lo decidieron a enviar misioneros a nuestro territorio austral, todavía escasamente poblado. Los salesianos han tenido una extraordinaria difusión en el sur patagónico, siendo esta congregación, dedicada especialmente a la educación de los niños y de la juventud, pionera en los más inhóspitos lugares de aquella región, donde su obra misionera también se destaca en la evangelización y cristianización de la población.
Había nacido el 26 de agosto de 1815, en Becchi, junto a Castelnuovo, en la diócesis de Turín, Italia, y tuvo una niñez muy dura, debiendo superar muchos obstáculos para alcanzar su sueño de ser religioso, por la fuerte oposición de su hermano mayor. Era el menor de los hijos de una familia de campesinos piamonteses, siendo educado por su madre, Margarita, santa y laboriosa mujer, quien debió trabajar duramente para sacar a su familia adelante, ya que su padre había muerto cuando él tenía dos años de edad, dejándolos en la más absoluta miseria.
Una vez ordenado sacerdote, y después de una serie de vicisitudes, empleó todas sus energías en organizar y mejorar la educación de los jóvenes, fundamentando su espiritualidad en cuatro valores trascendentes: la eucaristía, la Virgen María, la Iglesia y la fidelidad al Santo Padre. Con ese espíritu, y tomando como modelo a San Francisco de Sales, fundó la congregación de los salesianos, cuyo nombre recuerda a aquel santo, dedicada a la educación de los jóvenes de todo el mundo, comunidad religiosa con rama masculina y femenina en la que puso especial énfasis en la formación y capacitación en diversos oficios con la práctica de una vida cristiana auténtica.
A lo largo de su vida, que fue muy fructífera, dirigió personalmente innumerables proyectos, como la formación de centenares de oratorios, escuelas y talleres, imprentas, fundación de parroquias y la difusión de su congregación por varios países, siendo, asimismo, un gran constructor de iglesias, entre las que se destacan la basílica de San Juan Evangelista, la basílica de María Auxiliadora y la iglesia del Sagrado Corazón en Roma, donde celebró su última misa.
Falleció el 31 de enero de 1888, siendo sus exequias una de las más concurridas en la historia de la ciudad de Turín, y fueron tantos los milagros ocurridos después de su muerte, otorgados a quienes se encomendaron a su intercesión, que el Sumo Pontífice lo canonizó en 1934, cuando apenas habían pasado cuarenta y seis años de su muerte, oportunidad en que lo declaró patrono de quienes difunden buenas lecturas y "Padre y maestro de la juventud". Sus restos descansan en la basílica de María Auxiliadora en Turín, donde su cuerpo permanece incorrupto.
Pero lo que nos interesa resaltar en esta nota no son los detalles de su vida, ampliamente conocidos en nuestro medio, sino los contenidos de sus sueños proféticos en relación con nuestra Patagonia, lugar que el gran santo siempre tuvo en alta consideración, y que comenzaron en 1872.
Según sus visiones, espera a los territorios argentinos del sur una época de extraordinaria prosperidad para una época cercana al año 2014. Al explicar sus sueños, Don Bosco describe grandes maravillas para la Patagonia "cuando se tranquilicen las cosas públicas", y su biógrafo principal registra sus palabras: "Tenía ante mi vista las riquezas incomparables de aquellos países, riquezas que un día serán descubiertas... ¡Oh, cordilleras, cordilleras! ¡Cuán rica es vuestra zona oriental!".
En otra oportunidad, afirmó: "Veía las entrañas de las montañas y los profundos senos de las llanuras... Vi innumerables minas de metales preciosos más ricos que el oro y la plata, galerías interminables de carbón mineral, depósitos de petróleo tan abundantes como hasta ahora no se han encontrado en otros lugares".
Particularmente, estas profecías de San Juan Bosco hablan del desarrollo de la Patagonia argentina en tres paralelos, a saber: En el paralelo cuarenta y siete, ubica y describe para la segunda década de nuestro siglo XXI una gran ciudad con importante número de habitantes, varias iglesias, escuelas, obras juveniles. Ese paralelo pasa por la zona de cabo Raso, en Chubut.
En el paralelo cincuenta, que pasa por Puerto Santa Cruz, Don Bosco contempla "el progreso maravilloso de la Iglesia Católica y de la civilización en la Patagonia", y en el paralelo cincuenta y cinco, a la altura de Río Grande, "ve riquísimos yacimientos de carbón mineral y otros metales, al sur de la provincia de Santa Cruz, instalaciones de ferrocarriles que surcaban a gran velocidad y un movimiento comercial destacadísimo".
Es menester destacar que absolutamente todas las profecías de Don Bosco se han cumplido, como aquella que recuerdan los italianos, según la cual el santo aseguró a Vittorio Emanuele II que su descendencia no iba a reinar en Italia. En el mismo orden, el ya inmenso movimiento económico en la Patagonia, que cualquiera que la recorra puede comprobar, sustenta los motivos de esperanza.
Lucio Pérez Calvo es investigador acreditado y genealogista. Sebastián María Steverlynck es abogado y asesor de empresas.
La Nueva Provincia
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