Tuesday, May 22, 2012

Una nueva revelación de documentos reservados pretende desestabilizar al cardenal Bertone



Se publican cartas del secretario de Estado sobre la estrategia vaticana hacia ETA


ANTONIO PELAYO, corresponsal de Vida Nueva en ROMA | Acaba de salir a las librerías italianas el libro Su Santidad. Las cartas secretas de Benedicto XVI, del que es autor Gianluigi Nuzzi. Este periodista ha encontrado un filón escarbando en las miserias de la historia eclesiástica. Su nueva aportación a esta tentadora serie es la publicación de un centenar de textos: cartas al Papa, informes de las nunciaturas, despachos cifrados de la Secretaría de Estado, etc.
Los textos se los ha proporcionado María, el seudónimo escogido por su –o sus– “garganta profunda”. Esta asegura haber actuado de este modo para sentirse “libre, liberado de la insoportable complicidad de quien, sabiendo, calla”.
Los documentos no son todos recientes y revisten desigual importancia. Son, sin embargo, todos auténticos, y se refieren a asuntos muy diferentes entre sí. Hay un eje informativo sobre el que se da una casi obsesiva insistencia: las actuaciones del actual secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone. No parece difícil imaginar que el libro forma parte de una más amplia operación desestabilizadora del primer colaborador del Papa.
No a un encuentro con los terroristas
Para los españoles, lo más significativo es un mensaje del citado Bertone al nuncio en Madrid, Renzo Fratini, dándole instrucciones sobre el comportamiento que debe seguirse con ETA. Tiene fecha del 10 de enero de 2011, cuando la organización terrorista ya había anunciado oficialmente el final de la lucha armada.
Dice así: “Hago referencia al mensaje cifrado n. 263 del 3/01/2011 y al sucesivo e-mail de ayer 4 de enero de 2011 sobre la posibilidad de un encuentro en la sede de esa Representación Pontificia con algún exponente de la organización terrorista armada ETA, con el fin de (hacer) una declaración por parte suya de una tregua unilateral, permanente y verificable internacionalmente”.
“Teniendo en cuenta lo que nos refiere S.E. Monseñor José Ignacio Munilla, Obispo de San Sebastián, estamos de acuerdo con V.E. sobre la inoportunidad de aceptar dicho encuentro. Es igualmente útil tener presente que el Vicepresidente y Ministro del Interior de ese gobierno, el honorable Rubalcaba, ha declarado recientemente que esa organización no debe declarar ninguna tregua, sino solo disolverse”.
“Además, se pide a V.E. que tome contacto con el honorable Jaime Mayor Oreja con el fin de escuchar su parecer sobre la situación actual de ETA y sobre sus verdaderos objetivos. La conversación con ese parlamentario será útil, porque en el futuro esa Nunciatura Apostólica podría recibir propuestas análogas a esta de palabra, a pesar de la actual negativa. Si esto llegase a suceder, se ruega a V.E. que continúe informando a esta Secretaría de Estado y, en todo caso, antes de tomar decisión alguna, debería obtener el acuerdo del gobierno y de la oposición; además sería necesario poner a esa organización como condición previa que deponga las armas y la petición de perdón por todos los crímenes cometidos durante diversas décadas de lucha terrorista armada. Bertone”.
Ya en el pasado, la Santa Sede había reaccionado con vehemencia a esta violación de sus secretos (recuérdese el funcionamiento de tres las comisiones creadas para descubrir a los culpables de la misma).
La filtración, “acto criminal”
Esta vez ha ido aún más lejos, como se hizo saber en un comunicado del 19 de mayo: “La nueva publicación de documentos de la Santa Sede y de documentos privados del Santo Padre ya no se presenta como una discutible –y objetivamente difamatoria– iniciativa periodística, sino que asume claramente los caracteres de un acto criminal. El Santo Padre y algunos de sus colaboradores y de los autores de las misivas a Él dirigidas han vistoviolados sus derechos personales a la reserva y a la libertad de correspondencia”.
“La Santa Sede continuará profundizando los diversos aspectos de esta violación de la privacidad y de la dignidad del Santo Padre como persona y como suprema autoridad de la Iglesia y del Estado de la Ciudad del Vaticano, y llevará a cabo los paso oportunos, a fin de que los autores del robo, del encubrimiento y de la divulgación de noticias secretas, incluido el uso comercial de documentos privados, ilegítimamente recogidos y retenidos, respondan de sus actos ante la justicia. Si fuera necesario, para esta fin pedirá la colaboración internacional”.
Vida Nueva

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