DEUTERONOMIO 6, 1-9
Estos son los mandamientos, preceptos y normas que Yahveh vuestro Dios ha mandado enseñaros para que los pongáis en práctica ..... Escucha, Israel: Yahveh nuestro Dios es el único Dios. Amarás a Yahveh tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Queden en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Se la repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas de viaje, así acostado como levantado; las atarás a tu mano como una señal, y serán como una insignia entre tus ojos; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus puertas.
No nos detenemos en una explicación detenida de este texto (ni del Levítico que ofrecemos como alternativa a Hebreos). Sigue en la misma línea de la semana pasada, aunque sorprende fuertemente la expresión "alejado de los pecadores", que debería explicarse bien para que no significase lo que parece. Siguen sonando bastante a "prehistoria de Jesús" y sentimos la alegría de reconocer "La Palabra" naciente tanto en tiempos tan remotos y tan llenos de sombras como en algunas interpretaciones del nuevo Testamento.
HEBREOS 7, 23-28
Así es el Sumo Sacerdote que nos convenía: santo, inocente, incontaminado, apartado de los pecadores, encumbrado por encima de los cielos, que no tiene necesidad de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados propios como aquellos Sumos Sacerdotes, luego por los del pueblo: y esto lo realizó de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. Es que la Ley instituye Sumos Sacerdotes a hombres frágiles: pero la palabra del juramento, posterior a la Ley, hace el Hijo perfecto para siempre.
LOS TEXTOS DE ESTOS DOMINGOS
En los tres domingos últimos del ciclo litúrgico (domingos 31 - 33 del Tiempo Ordinario) terminamos la lectura continua del evangelio de Marcos. Los tres fragmentos que leemos en estos domingos se sitúan en el mismo contexto: la predicación de Jesús en el Templo de Jerusalén en la última semana de su vida. Son los últimos mensajes de la predicación oral de Jesús y la cumbre de su enfrentamiento con los poderes de Israel.
Como en otras muchas ocasiones, y más aún si cabe, en estos tres domingos llama la atención la completa desconexión de la segunda lectura en referencia a las otras dos. Se sigue haciendo en ella una lectura más o menos continua de la Carta a los Hebreos, con la imagen del Sumo Sacerdote de Israel aplicada a Cristo. Pero la importancia de los textos evangélicos - bien acompañados por las primeras lecturas - merecería que también las segundas lecturas se pudiesen incluir para reforzar el mensaje.
Esto es particularmente aplicable a este domingo XXXI. Jesús enuncia la esencia de la Ley "Amarás al Señor tu Dios... Amarás al prójimo como a ti mismo", equiparando los dos mandamientos como si fuesen uno solo. La primera lectura muestra la proclamación del primero de estos mandamientos según la versión del Deuteronomio. No estaría mal que la segunda lectura mostrase la versión del AT respecto al segundo mandamiento. Proponemos el texto más claro de esta proclamación:
LEVÍTICO 19,13-19
No oprimirás a tu prójimo ni lo despojarás. No retendrás el salario del jornalero hasta el día siguiente. No maldecirás a un mudo, ni pondrás tropiezo ante un ciego, sino que temerás a tu Dios. Yo, el Señor.
Siendo juez, no hagas injusticia ni por favor del pobre ni por respeto al poderoso: con justicia juzgarás a tu prójimo. No andes difamando entre los tuyos; no demandes contra la vida de tu prójimo. Yo, el Señor.
No odies en tu corazón a tu hermano, pero corrige a tu prójimo, para que no te cargues con pecado por su causa. No te vengarás ni guardarás rencor contra los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo, el Señor.
Si se prefiere que esta segunda lectura se tome del NT. como es costumbre en las lecturas de la Eucaristía, serían muy apropiados los textos de la PRIMERA CARTA DE JUAN, en los que se proclama de una manera tan plena el mandato del amor, en frases que deben constituir la esencia de la espiritualidad del cristiano. Ofrecemos estos textos al final. Cualquiera de estas opciones nos parecen mucho más convenientes que la lectura de la carta a los Hebreos, tan desconectada del mensaje central de este Domingo.
José Enrique Galarreta
Fe Adulta
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