¿Nunca te ha pasado que un rato de llanto te deja suave como la seda? Y puede ser por motivos serios o por motivos intrascendentes. Ante un problemón o ante algo olvidable. Una buena llantina, un rato de dejar salir todo lo que uno lleva dentro, un buen desahogo y oye, listo para seguir en la batalla nuestra de cada día.
Una película sobre los esfuerzos de una familia por sobrevivir y reunirse en medio del tsunami del Pacífico en el 2005, se convierte en el estreno con más recaudación en la historia de España. ¿Por qué? Seguro que hay muchas interpretaciones. Los críticos de cine analizarán la película con más benevolencia o más dureza, insistiendo en los puntos fuertes o débiles. El caso es que la gente va. Desde hace semanas. En masa. Cuando nos lo contamos unos a otros lo decimos: “Te vas a hartar a llorar”. Y bastantes críticos dicen que el director se pasa forzando la lágrima. Pero el caso es que nos da igual si nos empuja un poco las emociones. Por que, tal vez, también nosotros, hartos de crispaciones, de crisis y de majaderías, queremos llorar un rato con una historia real. Con una historia de lucha, de esfuerzo, de amor, de miedo a perderlo todo. Con una historia de supervivencia.
Desahogarnos, en esta época difícil en que parece que todo son agobios sin salida. Y la caricia de un niño a una mujer que acaba de salvarle hace que se te llenen los ojos de lágrimas. Y la llamada desesperada de un padre que busca a los suyos nos pone un nudo en la garganta. Y te hartas a llorar, con ganas, pensando que a veces hay que recuperar la capacidad de apreciar lo importante, y de hacer posible lo imposible.
Ender
pastoralsj
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