Damos la bienvenida en ATRIO como autor a alguien que nos sigue a diario desde hace tiempo: Alberto Revuelta, abogado en Sevilla y Cádiz, defensor del los derechos humanos, sobre todo de inmigrantes y refugiados, antiguo dirigente jocista y director en los años sesenta de la revista “Juventud Obrera”.
El día primero de diciembre está dedicado en la sociedad civil a recordar y alentar el combate científico y asistencial contra el SIDA y a recordar a quienes padecen la inmunodeficiencia.
El dia primero de diciembre de este año el conjunto de 138 Estados de la Tierra que han aprobado ayer elestatuto de Estado observador para el territorio ocupado por Israel en el que viven constreñidos millones de árabes, celebran el acontecimiento que puede desbloquear muchas situaciones injustas en la zona.
El dia primero de diciembre, en el ámbito de la Iglesia católica de occidente la memoria de Carlos de Foucauld nos recuerda al vizconde francés acaudalado, militar en el ejercito colonizador de Marruecos y Argelia, al explorador y geógrafo celebre al cual en un momento de su vida Jesús de Nazaret le dio un revolcón en la arena del desierto haciendo desaparecer títulos de nobleza, uniformes y fama científica y convirtiéndolo en un escondido marabut entre los tuaregs hasta su muerte, asesinado por islamistas fanáticos.
Carlos de Foucauld practicó, e invita a practicar, un camino de anuncio evangélico que, en mi opinión, es el que necesita y exige nuestra sociedad occidental: oración, silencio, amistad desinteresada, escucha a todos, apoyo a los abatidos, desahuciados, desgraciados y abandonados. Con los pies en el suelo, desde luego, pues entre las notas que encontró Bazin, uno de sus biógrafos primeros, entre los papeles de su ermita cuando fue asesinado había una para hablar con el amenokal de los tuaregs de la zona para convencerle de “no conservar bribones a su lado”. Como si viera la tele en España.
¿Puede haber una unión en este primero de diciembre entre las tres celebraciones de que hablo? Creo que si: la ciencia necesita investigar en silencio, los palestinos necesitan amistad y apoyo, nuestros contemporáneos requieren comprensión, silencio, oración y no verborrea episcopal. Los enfermos de Sida nos necesitan para continuar caminando.
Espero que Carlos de Foucauld, cuyo camino me ayuda – desde que en mi adolescencia leí su biografía y conocí a Javier, un hermanito de Jesús y ahora en la Sodalité- a encontrar el mío, haya experimentado más interesante el estatuto de beato que el de vizconde.
ATRIO
Llegó a dirigir la Juventud Obrera Cristiana en los años severos del franquismo y, a sus 73 años, su compromiso social le mantiene activo y al cabo de la calle sobre cómo sacar de su particular atolladero a personas sin nociones sobre el Estado de Derecho, ya sean inmigrantes en tierra de nadie o sevillanos al borde del desahucio.
Alberto Revuelta, galardonado por el Colegio de Abogados de Sevilla con el Premio Derechos Humanos, nació en Madrid hace 73 años. Hijo de una familia murciana que emigró a la capital por la guerra civil. Es el primogénito de cuatro hermanos. Su padre falleció cuando él tenía 9 años, y su madre les sacó adelante con muchos sacrificios. Su ingreso, a los 13 años, en la Juventud Obrera Cristiana (JOC), fue un hecho clave en su decantación hacia el compromiso social. Fue elegido vicepresidente nacional y responsable en Andalucía, donde reside desde 1958, y llegó a dirigir la publicación que se editaba para toda España. En 1962 organizó en Sevilla un congreso de la JOC con 2.000 jóvenes andaluces, gracias a la protección que le dio el cardenal Bueno Monreal ante las autoridades franquistas.
Siempre implicado en la vida pública, sin pertenecer a ningún partido, estuvo en el Consejo Superior de Protección de Menores y de ahí pasó, al comienzo de la preautonomía andaluza, y por encomienda de José Antonio Sainz Pardo y Manuel Rico Lara, a reorganizar la prevención de la delincuencia juvenil. Bajo la presidencia de Escuredo fue nombrado director general de Justicia. Después ayudó a organizar el Comisariado contra la Droga. Tras salir de la Administración, fue de 1990 a 2004 presidente del Comité Español de Ayuda al Refugiado para Andalucía, Ceuta y Melilla. Y ha sido secretario general de la Cruz Roja en Andalucía.
-¿La pobreza de la posguerra le abrió los ojos?
-La preocupación por la gente necesitada fue un aprendizaje de infancia en casa. Mi madre, en su pueblo, ponía perras chicas en el quicio de la puerta, para que las personas necesitadas las cogieran. Esa imagen no se olvida. Mi familia es de convicciones cristianas profundas, no de procesiones. Me he criado en un ambiente pobre donde hemos vivido con estrecheces. Mi madre ha tenido que darle la vuelta a la ropa muchas veces para que mis hermanos y yo fuéramos bien vestidos a trabajar.
-Percibo que tiene muy claro cuál es su lugar en el mundo.
-Sí, las personas necesitadas son Dios de paisano. Me da igual que sea un menor preso que un inmigrante enviado por Asuntos Sociales en situación de calamidad.
-¿Qué es el Comité René Cassin?.
-Es una asociación fundada en 1993, la idea matriz fue de Juan María Bandrés, agrupando a abogados y otros profesionales para defender los derechos y libertades con total independencia respecto a gobiernos y autoridades. Por eso se incluyó en los estatutos que no podía recibir subvenciones.
-Concrete su línea de actuación.
-Se trata de atender la indefensión y defender los derechos humanos. Algunos asuntos han tenido calado internacional. Como, en 1992, la expulsión de Melilla de 80 personas que habían entrado irregularmente, y el Gobierno de Felipe González los envió a tierra de nadie. Reclamamos ante el Tribunal de Derechos Humanos en Estrasburgo y ese mismo día González envió a Melilla a Carmen García Bloise y se zanjó el problema dejando entrar a esos inmigrantes. Tenemos un acuerdo con el Comité Regional Indígena del Cauca (Colombia) y asistimos a muchas personas que han emigrado a España desde esa región, donde se han producido muchos asesinatos. Los hemos llevado a la fiscalía del Tribunal Penal Internacional. Por otro lado, ayudamos a Médicos del Mundo para asistir a prostitutas perseguidas. Y, como otro ejemplo, los trabajadores sociales del Ayuntamiento de Sevilla nos envían a personas, españolas o extranjeras, que están en situación de exclusión, en barrios como Torreblanca.
Siempre implicado en la vida pública, sin pertenecer a ningún partido, estuvo en el Consejo Superior de Protección de Menores y de ahí pasó, al comienzo de la preautonomía andaluza, y por encomienda de José Antonio Sainz Pardo y Manuel Rico Lara, a reorganizar la prevención de la delincuencia juvenil. Bajo la presidencia de Escuredo fue nombrado director general de Justicia. Después ayudó a organizar el Comisariado contra la Droga. Tras salir de la Administración, fue de 1990 a 2004 presidente del Comité Español de Ayuda al Refugiado para Andalucía, Ceuta y Melilla. Y ha sido secretario general de la Cruz Roja en Andalucía.
-¿La pobreza de la posguerra le abrió los ojos?
-La preocupación por la gente necesitada fue un aprendizaje de infancia en casa. Mi madre, en su pueblo, ponía perras chicas en el quicio de la puerta, para que las personas necesitadas las cogieran. Esa imagen no se olvida. Mi familia es de convicciones cristianas profundas, no de procesiones. Me he criado en un ambiente pobre donde hemos vivido con estrecheces. Mi madre ha tenido que darle la vuelta a la ropa muchas veces para que mis hermanos y yo fuéramos bien vestidos a trabajar.
-Percibo que tiene muy claro cuál es su lugar en el mundo.
-Sí, las personas necesitadas son Dios de paisano. Me da igual que sea un menor preso que un inmigrante enviado por Asuntos Sociales en situación de calamidad.
-¿Qué es el Comité René Cassin?.
-Es una asociación fundada en 1993, la idea matriz fue de Juan María Bandrés, agrupando a abogados y otros profesionales para defender los derechos y libertades con total independencia respecto a gobiernos y autoridades. Por eso se incluyó en los estatutos que no podía recibir subvenciones.
-Concrete su línea de actuación.
-Se trata de atender la indefensión y defender los derechos humanos. Algunos asuntos han tenido calado internacional. Como, en 1992, la expulsión de Melilla de 80 personas que habían entrado irregularmente, y el Gobierno de Felipe González los envió a tierra de nadie. Reclamamos ante el Tribunal de Derechos Humanos en Estrasburgo y ese mismo día González envió a Melilla a Carmen García Bloise y se zanjó el problema dejando entrar a esos inmigrantes. Tenemos un acuerdo con el Comité Regional Indígena del Cauca (Colombia) y asistimos a muchas personas que han emigrado a España desde esa región, donde se han producido muchos asesinatos. Los hemos llevado a la fiscalía del Tribunal Penal Internacional. Por otro lado, ayudamos a Médicos del Mundo para asistir a prostitutas perseguidas. Y, como otro ejemplo, los trabajadores sociales del Ayuntamiento de Sevilla nos envían a personas, españolas o extranjeras, que están en situación de exclusión, en barrios como Torreblanca.
Del diario de sevilla
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