Saturday, April 15, 2017

¿Quién podrá resucitar a este mundo que se muere? por Luis Miguel Modino


"Hablar de Resurrección es dejarse llevar por la esperanza, confiar en la Vida"


"Intentar vivir y ser testigos de que el Reino de Dios se construye aquí y ahora"


(Luis Miguel Modino, corresponsal en Brasil).- Hablar de Resurrección es dejarse llevar por la esperanza, confiar en la Vida y creer que aquello que está a nuestro lado puede continuar con nosotros para siempre, no sólo las personas como todo lo que forma parte de nuestra Casa Común.
El gran desafío que vivimos como cristianos, como católicos, es traer para nuestra realidad aquello que Dios y la Iglesia nos van comunicando y, a partir de nuestra reflexión, intentar vivir y ser testigos de que el Reino de Dios se construye aquí y ahora, en el lugar en el que vivimos, en el momento histórico por el que pasamos y junto con las personas que nos rodean.
Hoy quiero hablar de Resurrección desde un punto de vista global. Lo hago después de reflexionar, junto con la Iglesia de Brasil, sobre el Cuidado de la Casa Común, aspecto que está detrás del tema de la Campaña de la Fraternidad que era propuesto para este año, que nos llevaba a pensar en los biomas brasileños y la defensa de la vida, haciéndonos eco de la propuesta de ecología integral que el Papa Francisco nos hace en la Laudato Sí.
Una canción de Brotes de Olivo comienza preguntándonos: "¿Quién podrá resucitar a este mundo que se muere? ¿Quién cantará el aleluya de la nueva luz que viene? ¿Quién cuando mire la tierra y las tragedias observe sentirá en su corazón el dolor de quien se muere?"
No es fácil encontrar respuestas para estas preguntas, pero podemos vislumbrar elementos que nos ayuden a descubrir por donde podemos caminar. Uno de esos elementos es la Espiritualidad del Bien Vivir, asumir el modo de entender la vida que tradicionalmente acompañó el devenir de los pueblos originarios latinoamericanos, quienes siempre entendieron el Espíritu de la Creación que aparece en el libro del Génesis, des-respetado, desde el primer momento, en la tradición judeo-cristiana.
Es curioso que las huestes cristianas vinieron, y continúan viniendo en algunos casos, para evangelizar y civilizar a los selvícolas. En la medida en que voy conociendo pequeños detalles de la forma de vida de los moradores originarios de la Amazonia me pregunto quiénes son los civilizados, y todavía más, quienes son los más fieles al Espíritu del Creador y a lo que la Biblia nos dice sobre cultivar y cuidar de la Creación.


Vivo en una región donde el paisaje y la naturaleza se han preservado secularmente, donde han vivido personas que son auténticos maestros en sostenibilidad, gentes que podrían mostrar al mundo como convivir en perfecta armonía con el ambiente que nos rodea, un mundo frágil "que interpela nuestra inteligencia para reconocer cómo deberíamos orientar, cultivar y limitar nuestro poder" (LS 78), gentes que son ejemplo de como ser "instrumentos de Dios para el cuidado de la Creación, cada uno desde su cultura, su experiencia, sus iniciativas y sus capacidades" (LS 14).
Para llevar a cabo este cuidado es necesario "una mirada que vaya más allá de lo inmediato", que no busque "un rédito económico rápido y fácil" (LS 36). Ahí radica el gran enemigo de la Amazonia, en la ganancia que algunos buscan a cualquier precio y que está devorando la región con mayor biodiversidad de nuestra Casa Común a pasos agigantados, acabando con el cuidado de generaciones y generaciones, lo que pone en juego el futuro de la humanidad, personajes a quienes "no parece preocuparles una justa dimensión de la producción, una mejor distribución de la riqueza, un cuidado responsable del ambiente o los derechos de las generaciones futuras" (LS 109).
Como cristianos debemos tomar conciencia de estos desafíos, es una misión a ser asumida como Iglesia, como de hecho ha pretendido la Iglesia de Brasil en la Campaña de la Fraternidad de este año, que debe formar parte de nuestra fe y de nuestro trabajo pastoral cotidiano, y hacer de cada uno de los que nos decimos discípulos, auténticos testigos de esa ecología integral que Francisco de Asís y de Roma nos proponen.
Para avanzar en esta dirección debemos profundizar en la visión comunitaria de la vida. El cristianismo es una religión que tiene su base en la comunidad, aunque la forma como éste se fue concretizando a lo largo de la historia, especialmente en los últimos siglos, ha hecho perder esta dimensión comunitaria.


En este sentido, los pueblos indígenas y su espiritualidad pueden ayudarnos a retomar "un fuerte sentido comunitario, una especial capacidad de cuidado y una creatividad más generosa, un entrañable amor a la propia tierra" (LS 179), pues estos elementos son constitutivos de su universo vital.
Los pueblos originarios, con su estilo de vida, donde prima la convivencia y la comunión, el cuidado mutuo, nos llevan la delantera en lo "que hace posible todo cuidado de los demás y del medio ambiente" (LS 208), en como "tratar con cuidado a los demás seres vivos" (LS 211), a entrar en el camino de la conversión ecológica, que nos lleve a "alimentar una pasión por el cuidado del mundo" (LS 216), sabiendo que aquello que desata nuestras pasiones siempre va a encontrar en nosotros un mayor deseo de hacerlo realidad.
El ejemplo de los pueblos indígenas y las constantes llamadas que el Papa Francisco nos hace a hacer realidad la cultura del cuidado, especialmente de la naturaleza y de los pobres, pueden ayudarnos a resucitar a ese mundo que se muere y cantar con alegría el Aleluya de esa nueva luz que viene con la Pascua.


Luis Miguel Modino
Misionero en Brasil
RD

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