12 de abril
Miércoles santo
Is 50, 4-9 Decir al abatido una palabra de aliento
Entrémonos más dentro en la espesura. Y luego a las subidas cavernas de la piedra nos iremos, que están bien escondidas, y allí nos entraremos, y el mosto de granadas gustaremos. Allí me mostrarías aquello que mi alma pretendía, y luego me darías allí, tú, vida mía, aquello que me diste el otro día: El aspirar del aire, el canto de la dulce Filomena, el soto y su donaire, en la noche serena, con llama que consume y no da pena. Y no da pena. Porque estás batido, abatido en el amor del mismo amor.
Luis Fernando Crespo SM
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