Sunday, April 09, 2017

¿UN DIOS DE QUÉ UNIVERSO? por Vicente Martínez



Sea lo que sea que os imagináis, Dios es justo lo contrario (Dhu-l-Nun)
Domingo 9 de abril. Domingo de Ramos
Mt 21, 1-11
Bendito el que viene en nombre del Señor
¿A qué Señor se referían los que delante y detrás cuando aclamaban a Jesús alfombrando con ramas y mantos el camino? ¿A un Dios desconocido? Los griegos adoraban a un Dios que ellos llamaban “agnostos Theos”. Y Pablo de Tarso, puesto en pie en medio del Areópago, dijo: “Atenienses, observo que sois extremadamente religiosos. Paseando y observando vuestros lugares de culto sorprendí un ara con esta inscripción: “Al Dios desconocido” (Hch 17, 23).
¿Un Dios sin Dios cabe perdido fuera de mi mismo? Un  Dios entre paréntesis, errante y sin destino, lejos de todo alcance. ¿Por dónde anda Elohim, creador todopoderoso que está en todas partes y con quien según  Gn 32 luchó Jacob en Penuel;  Adonai, Amo y Señor majestuoso que Isaías, 6,  vio sentado sobre un trono (Is 6, 1); o YAHWEH, “Yo soy el que soy” (Éx 3, 14,), el único Dios verdadero?
Escribiendo el presente artículo me llega noticia de la obra de Javier Melloni y de José Cobo, titulada Dios sin Dios (Fragmenta editorial 2015). Ambos autores abordan en profundidad el tema que aquí desarrollamos.
En Eclipse de Dios (Ediciones Sígueme), dice el filósofo judío austríaco Martin Buber (1878-1865) que “existe un eclipse de Dios de igual forma que existe un eclipse solar, y la hora que nos toca vivir es una hora de tinieblas”. Hora en la que metafóricamente podríamos afirmar que Dios ha desaparecido del mapa.
En el NT nadie se declara personalmente hijo engendrado por Dios Padre. Una de las condiciones que Estados Unidos  impuso al Emperador del Japón, Hirohito, fue que debía abandonar su status divino.  En el documento que el general Douglas MacArhur le hizo firmar en 1946 -final de la II Guerra Mundial- le obligó a firmar el documento llamado “Ningen Sengen”: Declaración de humanidad. Una renuncia del emperador a ser un “arahitogami” -Dios con forma de humano- y a admitir ser un humano normal y corriente. Veinte siglos antes, Jesús de Nazareth jamás se consideró otra cosa.
Para Eckhart y otros místicos, “Dios no está en ninguna parte… Dios no está ni aquí ni allí, ni en el tiempo ni en el espacio…; quienquiera que lo busque en algún lugar no lo encontrará”.Más que una búsqueda, lo que proponen -como también hace el budismo- es mantener una alerta pasiva que permita a Dios fluir a través nuestro“El hombre noble deberá librarse de Dios mismo, de todo conocimiento de Dios, para que el vacío absoluto reine en él”,son sus palabras.
Uno de los fragmentos más famosos, y lleno de misterio, es aquel en el que el Maestro nos dice que “Quien quiera ver a Dios tiene que ser ciego” (Sermón 72). Eckhart nos invita a separar todo añadido de la deidad y tomarla desnuda en sí misma. “Un Dios sin Dios” del que hasta ahora ninguna Religión ha prescindido. Una mística beguina, Margarita Porete (1250-1310), condenada a la hoguera por herejía, dijo: “No hay otro Dios que aquel de quien nada puede conocerse”. El compositor alemán Johann Pachelbel (1653-1706) honró su memoria con un bellísimo Canon en Re Mayor para tres violines y bajo continuo.
“Sea lo que sea que os imagináis, Dios es justo lo contrario” (Dhu-l-Nun, místico sufí egipcio, siglo IX).

EL TILO
“Un no sé qué que queda balbuciendo” (Juan de la Cruz)
Las calles tiemblan en el pueblo, y tiemblanserpenteando valles, los caminos.Buscan al Dios que en su asfalto escribieron,sin ellos desearlo ni pedirlo,los pies que sin descanso caminaroncon llagas y con llantos, doloridos.
¡Puerta de Brandeburgo abierta al almade la Gran Avenida de los Tilos!En las ramas, las hojas amorosascordiformes. Y en forma de racimolas flores aromáticas que alivianel trágico dolor de los sentidos.
¡Unter den Linden berlinesa,he soñado esta noche con tus tilos!Han temblado las calles de mi pueblo.Y en los valles del alma, los caminosya no llevan al Dios que yo buscaba:“¡Un no sé qué que queda balbuciendo!”
(NATURALIA. El sueño de las criaturas. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez
Fe Adulta

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