Los chilenos tienen experiencia en terremotos; sorpresivos, algunos demoledores. Los 32 obispos, reunidos días atrás en Asamblea Plenaria en el balneario de Punta de Tralca, en el litoral frente a Santiago, vivieron una experiencia inesperada, un seísmo en toda regla. Al inicio del tercer día de trabajo, el obispo castrense y presidente de la Conferencia Episcopal de Chile (CECh), Santiago Silva, leyó la carta recibida desde la Santa Sede, firmada por el papa Francisco y fechada el 8 de abril. Superada la sorpresa, una lectura más meditada les hizo ver su trascendencia, su gravedad y su dureza. De ahí en adelante, todo cambió.
El Papa realiza un llamado insospechado: además de instar a los obispos a que transmitan fielmente su confesión de haberse equivocado en sus apreciaciones en torno al caso Barros (el obispo de Osorno está acusado de haber encubierto al cura abusador Fernando Karadima), ruega al obispo Silva que “publique la presente con la mayor celeridad posible”. Se asegura así que sus palabras no quedarán en el sigilo episcopal.
Una vez que Bergoglio ha conocido el informe de 2.300 páginas de su enviado especial a Chile, el arzobispo de Malta, Charles Scicluna, acompañado del oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Jordi Bertomeu, coherente con su estilo, ha decidido convocar a todos los obispos chilenos a la Santa Sede para discernir juntos las medidas que deberán ser adoptadas para reparar en lo posible el escándalo y restablecer la justicia y la comunión eclesial.
“He incurrido en graves equivocaciones de valoración”
El Papa reconoce haber “incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación, especialmente por falta de información veraz y equilibrada”. De inmediato, pide perdón “a todos aquellos a los que ofendí”, en una actitud ejemplar, inédita. Deja atrás sus expresiones de “zurdos”, “tontos”, “calumnias”, usadas para referirse a quienes denunciaban a Juan Barros, obispo de Osorno.
Al difundir la carta, el obispo Silva manifestó su certeza de que las autoridades de la Conferencia Episcopal pusieron a disposición del Papa la información de que disponían. Informó, además, de que en respuesta a la llamada del Papa, todos los obispos irán a Roma en la tercera semana de mayo. A los pocos días comentó que “la tormenta nos llegó de un corazón traspasado de sinceridad y dolor, el del Papa. Él nos confesó su sufrimiento por el dolor de las víctimas de abusos de conciencia y abusos sexuales en Chile por parte de consagrados. Nos removió porque él, el Vicario de Cristo, pide perdón por haber incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción”.
En cuanto se conoció la carta, la Comunidad de Laicos y Laicas de Osorno hizo pública una declaración en la que agradecen al arzobispo Scicluna y al padre Bertomeu su trabajo, aprecian el cambio de mirada del Papa, valoran y aceptan su petición de perdón e indican que confían en que ese arrepentimiento se expresará en acciones concretas. Por el momento, ya se sabe que sus tres miembros principales, Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo, todos ellos víctimas de abusos sexuales por parte de Karadima, serán acogidos por el Pontífice en la Casa de Santa Marta, donde reside. Será este mes, antes de la cita del Papa con los obispos chilenos.
¿Quiénes han desinformado al Papa?
¿Qué hizo que Francisco no acogiera las informaciones que le entregaron sacerdotes y obispos cercanos suyos? Juan Carlos Claret, vocero de la Comunidad de Laicos de Osorno, confiesa a Vida Nueva que en los directivos de la CECh “ha habido, no solo intención de tergiversar información, sino también de levantar información falsa. Eso es lo que hemos venido denunciando. No pueden decir ahora que no saben quiénes han desinformado al Papa. Ellos saben que participaron en esa campaña y saben que también hay otros responsables como Ivo Scapolo, el nuncio. Hay silencios que ahondaron mucho más la crisis”. Sin duda, algo no funcionó bien en la institución. Al indicar posibles responsables, no han quedado exentos los purpurados Francisco Javier Errázuriz, integrante del Consejo de Cardenales del Papa (el C-9), y el actual arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati, quienes han recibido duras acusaciones.
Dos de los obispos formados en su día por Karadima ya han expresado su disposición a acatar lo que el Papa les diga. Todos, en conjunto, preparan lo que propondrán a Francisco, cuando se reúnan en mayo, como plan para recuperar la confianza de la gente, reconstruir la comunión eclesial y dar una orientación pastoral a la Iglesia chilena que le devuelva credibilidad.
Editorial Vida Nueva
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