Desde los tiempos más remotos, las personas hemos utilizado la tecnología para comunicarnos entre nosotros, ya fuera golpeando dos huesos huecos, encendiendo fogatas en atalayas o mediante señales de humo. Para cada época su tecnología. Y en esta época que nos toca en la actualidad, usamos tecnología, además de para comunicarnos entre nosotros, para poder hablar con las máquinas.
Que usamos máquinas todos los días en nuestro día a día es algo indiscutible. Desde una rampa o un tornillo hasta un ordenador o unsmartphone. Y si no, difícilmente podrían estar leyendo este texto. Y la forma de hablar con las máquinas lleva influyendo decisivamente en nuestra sociedad desde hace décadas. Saber programar el vídeo VHS para que grabase la película en el horario en el que decía el periódico que la echarían fue todo un cambio social y fuente de nuevas brechas intergeneracionales. Y décadas después, conocer los clics de ratón adecuados para enviar un tuit es algo que ha marcado cambios en todas las áreas sociales. Ahora toca aprender a hablar con nuestro asistente virtual favorito. Parece más fácil que lo de programar el video.
Cambios que fluyen como el agua más deprisa incluso que lo que somos capaces de adoptar. Pero que en muchas ocasiones han supuesto una barrera que aumentaba la consabida brecha digital, por el mero hecho de la dificultad que tiene el aprendizaje de la nueva forma de comunicación entre personas y máquinas. ¿Qué me dicen de acostumbrarse a darle órdenes a una máquina mediante un ratón? Y si son de los que tienen varias ruedecitas … Ha sido mucho más fácil aprender a usar un smartphone. Porque cada nueva tecnología intenta también simplificar la forma de comunicarse con ella.
Ahora estamos más que acostumbrados a ver a personas que en lugar de teclear sus mensajes, los envían grabados, para comodidad de unos o para molestia de aquellos que precisan conocer su contenido en algún lugar que requiera discreción. Y qué me dicen de quien en vez de grabar voz, directamente graba un vídeo. Como formas de comunicación entre personas parecen bastante novedosas, pero de rapidísima aceptación.
Pero, y ¿para hablar con las propias máquinas? La mayoría de nosotros sigue pulsando teclas, botones, ruedas de ratón o frotando superficies con los dedos. ¿No sería todo más fácil si pudiéramos hablarles a las máquinas de viva voz y en nuestro propio idioma? La respuesta es claramente afirmativa y seguro que muchos contestarán, que ya se puede.
Imaginen la típica situación de comida familiar, personas charlando sobre un tema tan inocuo sobre si el maletero de mi coche es más grande que el maletero del coche nuevo de otra persona de la mesa. Y alguien el la mesa le pregunta al móvil: ¿capacidad del maletero del balboa-XXX? y responde una voz femenina en el móvil: nosecuantos metros cúbicos. ¿Asombroso?
La cara de alucinados no fue debida a que el asistente virtual funcionase, cosa que cada vez estamos más acostumbrados a ver y oír, sino porque quien formuló la pregunta al móvil fue una de las personas más mayores de la mesa, nacida pocos años después que el primer ordenador, y varias generaciones antes que los nativos digitales de la mesa.
¿Se acabaron los interminables debates de sobremesa sobre cualquier tema si podemos mirar la Wikipedia, preguntarle al móvil, a Siri o al asistente virtual de moda?… pensarán algunos. Mientras otros igual se preguntan ¿habrá que invitar a Siri a un digestivo mientras charla con nosotros?
Porque estos asistentes, con mayor o menor inteligencia, con mayor o menor empatía, ya son capaces de mantener conversaciones autónomas complejas con mucha más naturalidad y están entrando con fuerza en el día a día de nuestra sociedad. En las empresas, en la educación, en los medios de comunicación. No nos extrañemos al ver a estudiantes conversando con un asistente virtual o con un chatbot en su formación, o si la información sobre los datos del tiempo en lugar de un meteorólogo nos la da un avatar autónomo, ni de que un operario de una industria hable con su edificio para consultar una documentación. Tampoco de ver a niños hablando con su mascota mecanizada o a una persona mayor cuya compañía es un peluche achuchable con el que conversar.
Lo hemos conseguido: podemos hablar con las máquinas de viva voz y en nuestro propio idioma. Y lo que es igual de bueno, las máquinas pueden hablar con nosotros. ¡Y en cualquier idioma! Al principio comenzaron siendo simples juegos. Juegos a los que se intentaba pervertir en cuanto algunos usuarios podían. Cosas inherentes a la humanidad. El mal, el bien, esas cosas. Cosas que las máquinas aún les cuesta un poco discernir. Cuestión de tiempo.
También empezaron siendo masivamente en inglés, pero la mayoría de los sistemas están siendo traducidos a todos los idiomas internacionales. Así que la barrera del idioma ya no es excusa.
Nuevos cambios, nuevas adaptaciones, nuevos aprendizajes. Ahora que ya habíamos cogido el truco al botón del móvil y a arrastrar el dedo por la pantalla.
Para la comunicación entre máquinas hemos aprendido a dominar la luz, para hablar con las máquinas va a ser la voz y otras formas de lenguaje humanas las acaben por dominar la situación, sin olvidarnos de los lenguajes gestuales y las expresiones corporales.
No sólo porque son formas más cómodas de comunicación para nosotros las personas, y la tecnología tiene que hacernos la vida más fácil, sino también por las implicaciones que tiene el hecho de que sean formas únicas de cada persona. La voz por ejemplo, es única y podría servir de identificador personal. Y hablar y gestualizar a la vez, cosas ambas que una máquina podría reconocer y procesar, puede cambiar el significado de las palabras dichas.
El truco está en que todo lo que hablamos, lo que nos movemos, cómo somos y qué queremos decirle a la máquina, se puede medir, y se puede transformar en datos. Y ahora que estamos en la era del big data y la computación masiva, en el campo de las medidas y los datos, ellas, las máquinas, son cada vez más rápidas y más precisas.
Al menos, la mayor parte de las veces.
De momento.
PD: Me gustaría reflexionar sobre cómo hemos llegado hasta aquí y hacia dónde vamos. Permítanme que con este inicie una serie de posts acerca de cómo la forma en la que nos comunicamos con las máquinas va a ser muy relevante en la sociedad del futuro cercano. A modo de culturilla general digital con un poco de historia de la tecnología. Y perdónenme por adelantado si de vez en cuando suelto algún “palabro” técnico, que intentaré explicarles, para así poder llamar a las cosas por su nombre. Nombres que como verán son cada vez más de uso común. El hilo conductor será la forma en la que hablamos con las máquinas, los lenguajes que usamos, y la importancia que tiene la voz, el lenguaje y las nuevas tecnologías en todo esto.
entreParéntesis
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