Algo para pensar y orar en esta semana

La fe que recibimos en nuestra niñez es profunda y duradera. Las oraciones que decimos - incluso la de Jesús, al morir en la Cruz - en su mayoría las aprendimos como niños y niñas, cuando nos presentaron a Jesús, a su madre y a los santos en una forma tal que no se nos ha olvidado.

Como Jesús nos ha insistido, podemos aprender de la inocencia y capacidad de asombro de los niños. Pero los Evangelios son para los adultos, no para los niños; e incluso a los adultos se les hace difícil encontrar las palabras para transmitir una religión y una espiritualidad verdadera.

A medida que nuestra fe madura, aprendemos a vivir con el misterio del dolor y del mal, y con los límites de nuestro conocimiento de Dios.

San Agustín lo expresó claramente: "Dios no es lo que te imaginas o lo que piensas que es. Si lo comprendes, estás equivocado."

¿Ha crecido mi fe con mis años de experiencia y oración?

De Espacio Sagrado