Sunday, July 26, 2009

Hoy, en el “día de los abuelos”


Alguien ha dicho que el hombre se parece a los dedos de la mano: tiene épocas diversas y cada una de ellas avanza en relación con las demás (Efrén, el sirio). Efectivamente, la infancia y la juventud son el periodo en que el ser humano está en formación, vive orientado hacia el futuro e hilvana proyectos para la edad adulta. Esta, por su parte, junto con la vejez y la ancianidad, es la época de la sabiduría acumulada y, normalmente, de los frutos conseguidos, al menos parcialmente.
En el plano biológico y familiar, la edad adulta y la vejez suelen ir acompañadas de los nietos, que vienen a ser la prolongación hacia un ilimitado futuro. El esposo y la esposa, sin dejar de ser marido y mujer, padre y madre, se convierten en abuelos y comienzan una especie de nueva juventud. Puede decirse que la pirámide de la vida ha llegado a su vértice.

En el gran árbol de una familia cualquiera, la cadena de padres, hijos y nietos está soldada tan indisolublemente como las raíces, el tronco y las ramas de un árbol. La cultura africana y otras culturas de gran antigüedad y valor lo han sabido intuir, reconociendo en los abuelos los ancestros radicales de la sociedad.

Por eso, nada más lógico que los hijos y nietos posean y expresen un gran cariño hacia los abuelos. En la sociedad actual no siempre resulta fácil, pues el materialismo y eficientismo han ido socavando, poco a poco, la estima y amor que la humanidad venía transmitiendo de una generación a otra hacia los abuelos y, en general, hacia las personas mayores. Idolatrando el vigor y la belleza físicos, o la fuerza y capacidad de hacer, ha terminado convenciendo a muchos jóvenes de que los mayores y, más en concreto, sus abuelos han de ser arrinconados. En el caso límite, les ha hecho creer que son una carga pesada e insoportable para la economía y que, en consecuencia, ‘sobran’ en esta sociedad consumista. Luego, se ha encargado de dorar la píldora, con el eufemismo de la eutanasia.

La Iglesia no piensa así. Muy al contrario, es consciente de que los abuelos son depositarios de la memoria colectiva, intérpretes privilegiados de los valores que rigen la convivencia civil y con una experiencia capaz de ofrecer a los jóvenes consejos y enseñanzas preciosas. Excluirlos es tanto como rechazar el pasado, en el cual hunde sus raíces el presente, y hacer que la modernidad se quede sin memoria. En África se llama a los ancianos ‘bibliotecas vivientes’.

Un poeta de la antigüedad, Focílides, amonestaba en estos términos: «Respeta el cabello blanco. Ten con el anciano la misma consideración que tienes con tu padre». Cicerón, otro gran autor antiguo de la latinidad, sentenciaba desde otro ángulo de vista: «El peso de la edad es más soportable para el que se siente amado y respetado por los jóvenes». El Antiguo Testamento y san Pablo no son parcos a la hora de recomendar el respeto y amor hacia los ancianos y abuelos.

Hoy, 26 de julio, festividad de san Joaquín y santa Ana, abuelos del Niño Jesús, se celebra en España el “Día de los abuelos”. Se trata de una fiesta introducida hace años por la “Asociación Edad Dorada Mensajeros de la Paz” y que se va afianzando cada vez más.

Desde aquí felicito a todos los abuelos de la diócesis e invito a todos sus nietos a que tengan con ellos alguna muestra especial de cariño y, si es posible, un regalito. Además, me complace expresarles mi más sincero agradecimiento por el afán e ilusión que muestran en la transmisión de la fe y buenas costumbres a sus nietos; y les animo a seguir con ilusión en tan noble empeño. ¡La semilla nunca se pierde del todo!

(26 de julio de 2009)

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