Monday, July 20, 2009

La luna de los pobres


Me duele la luna. “¡Qué pequeña me parece la tierra cuando miro al cielo!”, exclamaba ya anciano Ignacio de Loyola cuando, paseaba de noche por los jardines de su residencia de Roma. El astronauta Asmtrong, al contrario de enorgullecerse de la hazaña de llegar a la luna hace cuarenta años se sintió lo mismo. Me duele que la luna ya no nos haga soñar estas calurosas noche de verano.
Apretados junto al televisor asistíamos asombrados entonces -yo era un jovenzuelo- al primer alunizaje en una retransmisión que era mucho más que haber podido seguir en directo la llegada de Colón a América. Ningún hito posterior en la carrera espacial es comparable a aquel momento en que la Eagle, después de desprenderse del Saturno V y esquivar unas rocas con conducción manual y escaso combustible, alunizó impecablemente ante nuestros ojos. Parecía que a partir de aquel momento el satélite de los poetas y los enamorados se convertía en una conquistada realidad.

Cuando a su regreso a la tierra, el astronauta Amstrong fue entrevistado sobre sus impresiones del viaje espacial y comentó que podía tapar la tierra con su dedo pulgar ,”¿Eso hizo que se sintiera muy grande?”, le preguntaron. “No”, respondió, “hizo que me sintiera muy, muy pequeño”.
A los cuarenta años de la llegada del hombre a la luna, los sueños de la humanidad siguen lejos. Es más, creo que no sólo en la carrera espacial los seres humanos hemos perdido algo de ideales y romanticismo de aquello años sesenta. El habitante de la aldea global, dominada por el dios del consumo y el Leviatán del neoliberalismo económico, se ha hecho más materialista y quizás más injusto, si bien paralelamente ha surgido -todo hay que decirlo- un imparable movimiento no gubernamental de solidaridad y lucha por la justicia.
Si Obama ha conseguido en USA resucitar ilusiones y levanter el ánimo de los estadounidense es porque ha vuelto a soñar como Luther King.
La luna “con su polisón de nardos” lorquiano es de todos, y como Dios mismo, alumbra a todos los hombres sin distinciones. Canta Zacarías Palacios: “Dime, luna, luna, luna, luna /¿Por qué y cuándo y cómo siempre alumbras, /al nacer todos los hombres, sus cunas?”.
Valga para festejarla en este aniversario este poema de Victoriano Cremer:
CANCIÓN PARA DORMIR A UN NIÑO POBRE

Ángeles con espadas
custodian el aire.
Un toro de sombra
mugiendo en los árboles.

—Madre, tengo miedodel aire.
Mira las estrellas.
Aún no son de nadie;
ni son del Obispo
ni son del Alcalde.
—Madre, quiero una
que hable.
Patitas de cabra
siguen vacilante
sal osito blanco
de la luna errante.

—Madre, quiero un oso
que baile.

Pandero de harina:
luna en el estanque.
Las cinco cabrillas
sin cesar, tocándole.

—Madre, se me hielan
las carnes.
Floridas de escarcha
ya son como panes.
La aurora las dora
y acorteza el aire.

—Madre, no te oigo.
¡Tengo hambre!

¡Uuuuuuuh…! Duerme, mi niño;
que viene el aire
y se lleva a los niños
que tienen hambre.
Pedro Miguel Lamet
Del blog El alegre cansancio

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