Hoy 07 de julio, la Iglesia en América se viste de fiesta para conmemorar a la Beata María Romero Meneses, quién muriera santamente un día como hoy de 1977 en Las Peñitas, Nicaragua. Nacida en 1902 en Granada, Nicaragua, fue religiosa de la Congregación de la Hijas de María Auxiliadora. En 1931 fue enviada a Costa Rica en donde por 46 años se dedicó a servir a los necesitados. En el año 2002 Juan Pablo II le dio el honor de los altares declarándola Beata.
Meditación
Mi familia era muy acomodada, pero me enseñaron a ser sensible hacia las necesidades del prójimo. Me gustaba tanto la música y la pintura pero cuando tenía 12 años descubrí a una gran figura que influyó en toda mi vida: Don Bosco, en quién encontré la encarnación de los ideales que vibraban en mi espíritu y cada vez con mas claridad logró entusiasmarme. A los 21 años hice mi elección: ingresé a la Congregación de María Auxiliadora. Ella fue para mí "Mi Reina" y en su nombre pude dar vida a numerosa obras sociales especialmente en Costa Rica donde fui enviada. Empecé a conquistar jóvenes misioneras entre mis alumnas con las trabajábamos con niños abandonados de los alrededores de la capital. Conquisté también a empresarios quienes se comprometieron a colaborar efectivamente con mis iniciativas asistenciales. Confieso que soñaba con los pobres, con sus problemas y dificultades tratando siempre de encontrar soluciones para sus urgencias apremiantes. En poco tiempo logré dar vida a un ambulatorio múltiple, como también a salas de catequesis y alfabetización en los momentos de espera. Visitaba con frecuencia los puentes de la periferia y con la ayuda de la providencia que nunca me faltaba, logré construir para ellos verdaderas casitas para restituir la dignidad a vidas envilecidas por el abandono y recuperar a personas amargadas. Y surgió así algo que nunca pensé, las Ciudadelas de María Auxiliadora. Mi vida era muy agitada, con tantas actividades, además de ser consejera espiritual. Pero encontraba espacios para elevar mi espíritu, encontraba en la oración una verdadera fuerza interior para todo mi apostolado. Mi ideal era amar profundamente a Jesús, mi Rey, y difundir la devoción por su divina Madre. Mi mayor alegría era llevar a los niños, a los pobres y a los marginados la verdad evangélica. Mi mayor ambición ver florecer la paz y la fe en una vida perdida.
Radio Vaticano
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