Me encuentro en estos días en la escuela de Aboke, un pueblo con una escuela secundaria femenina regentada por unas religiosas combonianas que hace varios años saltó a la fama debido a la triste circunstancia de haber sido uno de los lugares donde la terrible y sangrienta milicia del Ejército de Resistencia del Señor (LRA, en sus siglas inglesas) hizo acto de aparición. Era el 9 de octubre de 1996. El jefe de la milicia, un iluminado con aspiraciones casi mesiánicas llamado Joseph Kony, envió a unos 200 rebeldes a esta escuela secundaria para que le proveyeran nuevas y mas jóvenes esposas que se agregaran a su ya hartamente populado harén.
Con una gran maestría, los rebeldes se dividieron en varios grupos y, aprovechando la ausencia del Ejército y de la policía de la zona en esos días, llegaron por la noche y rodearon varios dormitorios. Al verlos cerrados con candados y cerrojos, conminaron a las chicas a salir por su propia iniciativa, diciéndoles que si se negaban a hacerlo lanzarían una granada por la ventana y saldrían por los aires. Ante tal amenaza, casi todas las chicas salieron y fueron inmediatamente atadas las unas a las otras para evitar escapadas. Fueron 139 las chicas de entre 13 y 16 años raptadas esa noche; ante tal situación, una de las monjas, llamada Rachele Fassera, decidió junto con un maestro seguir el rastro de esas chicas. Después de varias horas de titánico esfuerzo, consiguieron dar con ellas y sin más miramientos, la religiosa se presentó delante de los comandantes de aquellas unidades y se ofreció a canjearse con tal que se salvaran todas las niñas. Se sabe que, dentro de lo cruel y desalmado que ha sido en sus acciones este grupo, el líder del mismo tiene un miedo reverencial hacia las religiosas y ha pedido que no se lastime a ninguna en las acciones que cometan. Pues bien, ahora estos comandantes tuvieron que lidiar con una monja completamente decidida a no moverse del sitio a no ser que le devolvieran las chicas que habían secuestrado. Los jefes rebeldes no aceptaron pero tanta fue la decisión, la cabezonería y el arrojo de la monja que al final tuvieron la condescendencia de dejar volver a 109 de las niñas. Se quedaron con las 30 más presentables y desarrolladas y dejaron volver a las demás.
La monja, ante tan tremendo dilema (quedarse y luchar hasta por la última o salvar a las que tenía ya en su mano), decidió no forzar más situación y salvar a las que podía en ese momento, no sin antes hacer delante de las que quedaban atrás una solemne promesa de que no descansaría hasta que la última de ellas retornara de nuevo a la libertad.
El grupo de chicas rescatadas, la monja y el maestro tuvieron la fortuna de perderse en el camino de vuelta. Digo la fortuna porque entre tanto los comandantes habían contactado por radio con Kony y este lógicamente se había cabreado con tan ineptos oficiales que habían dejado escapar a tan generosa porción del botín humano que tenían. Recibieron órdenes inmediatas de volver a atrapar a las chicas que se habían ido con la monja. Este grupo, sin embargo, había perdido el rumbo y no retornaban por el camino de ida, lo cual les salvó de una tragedia aún mayor.
Después de vagabundear en diferentes direcciones consiguieron volver a sus pueblos y a su escuela. En el corazón de Rachele, a pesar de haber salvado a un número tan grande de chicas, quedaba constantemente como marcada por fuego la ausencia y el destino de las chicas que todavía quedaban por rescatar. Nunca se olvidó de aquella promesa solemne que hizo. Revolvió Roma con Santiago haciendo toda una campaña de incidencia política ante gobiernos e instituciones para que se prestara la atención (muchas veces negada por parte de la comunidad internacional, todo hay que decirlo) sobre el gran problema que afectaba a la gran población del norte de Uganda y las acciones de esta milicia que regularmente consumía en su vorágine violenta a los miembros más jóvenes de esta sociedad. Rachele consiguió llamar tanto la atención sobre el problema de las chicas de Aboke y se reunió con líderes mundiales que querían saber de primera mano las consecuencias de este conflicto –una guerra de baja intensidad negada por el Gobierno ugandés–. Con medios pobrísimos, Rachele consiguió que muchas personas fijaran sus ojos por primera vez en Uganda.
Hoy, años después de aquel fatídico día, muchas de aquellas 30 niñas que quedaron atrás han podido escapar de sus captores o han sido rescatadas en acciones militares. Vuelven con el doloroso y traumático bagaje de experiencias que raramente podrán comentar sin perder la compostura. Vuelven también cargadas de hijos, los retoños de sus captores, con lo que eso supone para una sociedad que se ha visto torturada por sus acciones violentas. Vuelven a la vida, pero incluso la reinserción en la vida civil se convierte en un delicado proceso, agravado por el hecho de que te han quitado los años más valiosos de tu juventud. De las chicas que fueron secuestradas, cuatro murieron en cautividad y sólo se ignora el destino de una quinta que no se sabe a ciencia cierta si ha muerto y sigue estando por tanto en paradero desconocido.
Toda esta situación, tan triste y dramática, no ha sido olvidada en esta escuela secundaria. Cada día, a las seis de la tarde, las chicas de la escuela se reúnen enfrente de la gruta-monumento que recuerda los sangrientos hechos de 1996 y rezan por sus antiguas compañeras, por las que nunca volvieron, por los miles de víctimas de esta barbarie que ha asolado esta región africana durante años... El recuerdo de las que sufrieron entonces no es para estas estudiantes de 2010 un evento lejano y ajado, sino un aliciente y un acicate para continuar otras batallas que han quedado pendientes: la del papel de la mujer en esta sociedad, la del retraso y la discriminación de las chicas a la hora de las oportunidades de estudio, y el valor inmenso que supone continuar con una de las instituciones educativas que más ha sufrido el sinsentido de la violencia del LRA y que hoy día se ha convertido en la mejor escuela secundaria del norte de Uganda.
P.D. En estos meses, se filma en Sudáfrica una película protagonizada por Uma Thurman y basada en los dramáticos hechos de Aboke y el gesto de la hermana Rachele. Por un lado es triste que no se sepan ciertas cosas hasta que Hollywood decide tocar con la varita mágica de su poderío cinematográfico una historia de estas; por otro lado, es bueno que aunque sea así, la gente sepa y pueda comprender aunque sea de lejos la terrible situación que ha vivido el norte de Uganda en los últimos 20 años.
Alberto Eisman
Jaén, 1966. Licenciado en Teología y máster en Políticas de Desarrollo. Ha vivido en África desde 1995. Del 2003 al 2008 ha sido director de país de Intermón Oxfam para Sudán. Actualmente es el Director de Radio-Wa, una radio comunitaria sita en Lira (Norte de Uganda).
Muzungu
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