Monday, March 22, 2010

En la escuela de la Hermana Coraje (y II)


Han pasado ya 14 años de aquel secuestro masivo de chicas en la escuela de Aboke. Sin embargo, aquel triste capítulo no supuso el fin de la precaria situación de seguridad. En los años 2002 y 2003 la amenaza de un nuevo ataque a la escuela se cernía confirmada por la presencia de elementos de la misma guerrilla en la zona. A veces, el Ejército ugandés recurría a medios tales como los ataques con misiles lanzados desde helicópteros. Más de una vez, las estudiantes tuvieron que mantener el tipo ante episodios de violencia que se sucedían alrededor de la escuela. Volver a sus pueblos no era una opción, ya que el peligro para su integridad física era aún mayor. Algunas noches, tanto las estudiantes como el personal educativo tuvieron que acostarse vestidos, preparados para salir corriendo en la mitad de la noche si sonaba la alarma de que los rebeldes estaban cerca.

"Durante ese tiempo", me dice la Hna. Susan Ngang'a, una comboniana keniana que es ahora la subdirectora del colegio, "lo más bonito a pesar de la situación de tensión era ver el apoyo que nos daba la gente. Muchos nos aseguraron que podíamos continuar con las clases y que si la cosa se complicaba, ya nos avisarían para que estudiantes y profesores pudiéramos escapar. Estábamos en las manos de la gente con toda confianza, fue una experiencia muy bonita".
A partir del año 2006, las violentas acciones y la virulencia de la milicia del LRA en la región disminuyeron sensiblemente. Finalmente se vieron acorralados y huyeron hacia el Sudán y la República Centroafricana, donde todavía siguen sembrando terror y destrucción y sin tener ni siquiera otra agenda política que el manifestar superioridad, arrasar tanto comunidades como medios y de vida y promover inestabilidad allá por donde van.

En este nuevo periodo de estabilidad y paz, las nuevas condiciones han permitido que la escuela haya conseguido admitir a más alumnas y que haya podido alcanzar un alto nivel educativo que hace de ella una de las mejores del norte de Uganda. Es una escuela privada que quiere evitar a toda costa cualquier elitismo: St. Mary Aboke quiere ser una institución especialmente accesible para niñas que han perdido a sus progenitores y que se encuentran en una situación de especial vulnerabilidad. Un gran porcentaje de las estudiantes son huérfanas y pueden estudiar gracias a becas especiales.

El estilo es a veces espartano. Se come de lo que se cultiva y las niñas contribuyen cada día al mantenimiento de la escuela en labores de limpieza y con 40 minutos de trabajo manual diario en los vastos campos que rodean a la escuela. A las 5 de la mañana ya se ven las luces encendidas en algunas clases, puesto que los cursos más elevados tienen un régimen de estudio más intenso. A pesar de tales condiciones, no se ve ningún síntoma de estrés... al contrario, las risas y un ambiente distendido llenan el lugar.

Nuevas hermanas han tomado el relevo de aquella temeraria Hermana Rachele, que vive hoy en Italia y que sigue siendo toda una celebridad en Uganda. Las religiosas europeas son ya la minoría, ahora continúan la tarea dos hermanas kenianas, una brasileña y una italiana. Gracias al apoyo de varias organizaciones, estas mujeres han podido dotar a la escuela con unas instalaciones (sobre todo un laboratorio de ciencias) que son la envidia de muchas otras instituciones en todo el país. Ahora el próximo desafío es reemplazar algunas clases cuya estructura ya se resiente después de 40 años de continuo uso.

No todo es de color de rosa. La directora de la escuela me dice que siempre su objetivo es ser no sólo una institución que pase conocimientos, sino un lugar donde se eduque para la vida, con ciertos valores especialmente importantes en una sociedad que con frecuencia discrimina y minusvalora a las mujeres. La hermana reconoce que los efectos de la violencia en la región y de problemas de grandes proporciones como el sida afectan todavía en gran medida a las niñas. Muchas de ellas han perdido sus familias en las circunstancias más trágicas y otras vienen de familias desgarradas, sobre todo con padres ausentes y con casos de abandono o de dejadez humana. El resultado de tales problemáticas es el gran porcentaje de estudiantes con grandes carencias emocionales, con claros y profundos déficits de cariño e incluso de autoestima. Es el precio a pagar por una sociedad que sufre no sólo la violencia de ciertos grupos sino el desarraigo familiar por diversas circunstancias sociales y culturales.

Algunas estudiantes piden a la dirección permanecer en la escuela durante las vacaciones. Es el síntoma más claro de que –por desgracia, deberíamos añadir– estas niñas experimentan en la escuela un sentimiento de pertenencia y de afecto que desafortunadamente en sus ambientes familiares parece brillar por su ausencia.

A pesar de todos los desafíos, esta escuela sigue siendo un puerto de esperanza en el mar agitado de una región tan afectada por conflictos sociales y políticos. Son ya cientos y cientos las mujeres que se han formado en esta escuela y forman hoy el frente más claro y decidido en la gran lucha contra la postración y la discriminación de la mujer africana.
Alberto Eisman
Jaén, 1966. Licenciado en Teología y máster en Políticas de Desarrollo. Ha vivido en África desde 1995. Del 2003 al 2008 ha sido director de país de Intermón Oxfam para Sudán. Actualmente es el Director de Radio-Wa, una radio comunitaria sita en Lira (Norte de Uganda).
Muzungu

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