Tuesday, March 30, 2010

¿Hay que acortar las homilías o prepararlas mejor?


Vida Nueva) No es infrecuente la queja de que las homilías son muy largas e incomprensibles. ¿Habría que recortar su duración? ¿Bastaría con prepararlas mejor? El tema suscita diversas respuestas, pero nos quedamos con las de Ramiro Pellitero, del Instituto Superior de Ciencias Religiosas de la Universidad de Navarra y José Luis Corzo, del Instituto Superior de Pastoral de Madrid. Para el primero, “quizá lo más importante, antes que la duración, sea asegurar la calidad de la predicación: que su contenido garantice ‘lo esencial’”, mientras que, para Corzo, “la homilía ha de ser clarísima y bonita. Yo no sé si hay que prepararlas con los fieles, pero no estaría mal revisarlas con ellos de vez en cuando“.


Ramiro Pellitero recuerda el reto que lanzó Benedicto XVI durante el Sínodo de octubre de 2008 sobre la Palabra de Dios: “hacer cada vez más eficaz el anuncio del Evangelio en nuestro tiempo”. Para conseguir este objetivo, Pellitero apunta unos criterios para valorar la calidad de la predicación: “La homilía sirve, en suma, a dos fines fundamentales: para explicar a los fieles las Escrituras, poniendo de relieve la actualidad salvadora del mensaje del Evangelio; y, al mismo tiempo, para que la vida de los cristianos –su testimonio y sus palabras– se convierta en ‘Palabra de Dios’ que las demás personas puedan comprender y agradecer”. Cuando se refiere a aplicar la Palabra a la propia vida, considera que el primero ha de ser el sacerdote, porque “los oyentes deben ver las palabras del sacerdote hechas ‘vida’ primero en la vida del predicador”.


Para José Luis Corzo, lo fundamental es que los fieles celebren la Palabra, y “celebrar la de Dios es hacer fiesta, hacerle sitio dentro, sacarla de su insignificancia genérica, de lo doctrinal ya sabido”. Asimismo, considera que “todos han de percibir a la primera que el predicador, más que hablar y enseñar, ante todo escucha“, una escucha que “empieza en las lecturas” que, en su opinión, también deberían entrenarse, como las homilías. En lo que se refiere al Evangelio, Corzo explica que “primero, se celebra lo que Él hizo o dijo ‘en aquel tiempo’, acogido por los primeros corazones cristianos. Luego, hacerle sitio en los nuestros, en este contexto histórico, va a ser muy fácil”, pues “las parábolas (como los hechos de Jesús) no se cierran; a lo largo de nuestra vida entera nos buscan una y otra vez de forma distinta a cada uno. No se pueden resumir ni reducir a moraleja”.

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