Sunday, March 14, 2010

La homilía de Betani: LA “VUELTA A CASA”, NUESTRO ARREPENTIMIENTO

Por Pedro Juan Díaz


1.- Dios se ha comportado con nosotros como un Padre a lo largo de toda la historia. Y nosotros, su pueblo, aunque hemos dado pasos positivos en este sentido, aún nos sigue costando reconocerlo como tal. El pueblo que goza ya de la tierra prometida ha sido liberado por un Dios atento a sus sufrimientos, como veíamos la semana pasada con Moisés y la zarza. Dios les ha conducido por el desierto, les ha acompañado y les ha alimentado con el Maná. Ahora comerán de la propia cosecha que produzca la tierra que Dios mismo les había prometido.


La experiencia de Dios que vive el pueblo, y también la nuestra, la expresamos con las palabras del Salmo responsorial: “Gustad y ved que bueno es el Señor”. Sin embargo, pronto se nos olvida. Cuando todo va bien, cuando las cosas salen bien, ya no necesitamos a Dios. Le pasó al pueblo de Israel, le pasó también a las primeras comunidades cristianas y nos pasa también a nosotros. Por eso la invitación constante de la Palabra de Dios es a la conversión, a volver a ese Dios que es Padre y que aún está por descubrir por nuestra parte.



2.- Con la parábola del hijo pródigo (o del Padre misericordioso) Jesús nos sigue mostrando cómo es Dios. Jesús nos dice que Dios sabe de nuestra debilidad, de que somos de barro, porque nos ha creado y nos conoce perfectamente y, a pesar de todo, nos sigue dejando en libertad, respetando el uso que hacemos de ella. Nos dice también que, por muy “gordo” que creamos que es nuestro pecado, Él nunca nos olvida ni nos da por perdidos, siempre espera vigilante nuestra “vuelta a casa”, nuestro arrepentimiento. También nos dice que contamos con su gracia como ayuda para volver a Él, para conocerle mejor, y en este caso en concreto la gracia nos viene a través del Sacramento del Perdón, de lo que toda la vida hemos conocido como la confesión. Insiste una y mil veces en que ese momento es una FIESTA, porque “hay más alegría en el cielo por un pecado que se convierte”. Es la fiesta de la gracia y de la misericordia de Dios, es la fiesta del abrazo entrañable del Padre. Siempre contaremos con esa ayuda sacramental para levantarnos y seguir caminando. De nosotros depende aprovecharla o seguir anclados en nuestros prejuicios de toda la vida hacia la confesión.



3.- Queremos profundizar en nuestro conocimiento de Dios. Cuanto más nos acerquemos a Él, más cambiará nuestra vida, más real será nuestra conversión, mayor será nuestro testimonio. Pero es imposible descubrir esto si no lo hemos experimentado en nuestra vida. Sólo el que es perdonado aprecia el perdón, disfruta del gozo del perdón y está pronto a perdonar. Sólo el que es amado aprecia el inmenso amor de Dios. Sólo el que vive esta experiencia es capaz de disfrutarla y transmitirla a otros. Sólo así podremos convertirnos, cambiar nuestro corazón de piedra por un corazón de carne, lleno de amor, misericordia y perdón para nuestros hermanos, como lo está el de Dios.



4.- La Cuaresma, y toda nuestra vida, es una lucha contra el pecado, contra todo aquello que nos aparta del amor de Dios. Nosotros, como el hijo pródigo, nos enfrentamos a la tentación de creernos los dueños del mundo y hacer con él lo que nos da la gana; a la tentación del individualismo, de apartarnos de todos e ir a la nuestra; a la tentación del consumismo incontrolado, que nos hace buscar la felicidad en el tener y en el gastar; a la tentación de creer que vivimos “como Dios” y darnos cuenta, como el hijo pródigo, que estamos “entre los cerdos”.



5.- Parafraseando a Bertolt Brecht, podríamos terminar esta reflexión diciendo que hay personas que aman un día y son buenas, hay otras que aman un año y son mejores, incluso hay quienes aman muchos años, y son muy buenas. Pero hay las que aman toda la vida, esas personas son las imprescindibles. Jesús nos ama y nos perdona todos los días a través del sacramento del perdón y de la Eucaristía. Él está aquí anunciándonos su amor y entregando su vida por nosotros.
“Gustad y ved que bueno es el Señor”.

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