Hoy, de 18 Agosto la Iglesia latinoamericana se viste de alegría para celebrar la fiesta de SAN ALBERTO HURTADO CRUCHAGA, quien descansara en el Señor en un día como hoy de 1952 en Santiago de Chile. Nacido en Viña del Mar, Chile, en 1901, fue sacerdote de la Compañía de Jesús y fundador del "Hogar de Cristo". En octubre del 2005, Benedicto XVI lo inscribió en el libro de los Santos en la plaza de San Pedro en el Vaticano, ante una representación oficial chilena del más alto nivel que ha participado en el extranjero, y una entusiasta multitud. Sus restos se veneran en el Santuario a él dedicado junto a la parroquia de Jesús Obrero. En su memoria, hoy se celebra el Día Nacional de la Solidaridad. Unidos, pues, a la Iglesia chilena y a cuantos hacen realidad el Evangelio dedicando su vida al servicio de los demás, brindemos nuestro vivo aplauso a SAN ALBERTO HURTADO CRUCHAGA.
Meditación
Mi preocupación por los pobres se manifestó ya desde muy pequeño. A los 15 años empecé a realizar algunas experiencias de trabajo social en uno de los sectores más abandonados de Santiago... Más adelante, mientras estudiaba Derecho en la Universidad Católica, mi interés se fue orientando hacia la realidad social chilena. A estas alturas vi con claridad que mi futuro estaba en el sacerdocio por lo que pedí ingresar a la Compañía de Jesús. Mi noviciado lo hice en Santiago, los estudios de Filosofía en Barcelona y los de Teología y Pedagogía en Bélgica, en donde fui ordenado sacerdote. Al regresar a mi patria, me destinaron al Colegio San Ignacio como profesor, y enseñe también en el Seminario Pontificio y en la Universidad Católica. En los jóvenes traté de sembrar una inquietud social y religiosa. Los pobres se fueron convirtiendo en mi mayor desvelo. Me sentía agobiado por la miseria en la que muchos chilenos se debatían. Fue esto lo que me impulsó a fundar el Hogar de Cristo, en donde concentré el máximo de mis energías. Lo primero que me propuse fue darles alojamiento y una alimentación digna. Poco a poco logramos ofrecer a millares de personas, familia, casa y dignidad. Para mí, los pobres representaban a Cristo. Entre ellos, mi mayor preocupación eran los niños vagos, esos que dormían bajo los puentes del río Mapocho. Allí yo los iba a buscar con mi camioneta para ofrecerles una cama digna. Me compenetré también con la realidad laboral de mi país y con el fin de velar por la justicia social entre los trabajadores fundé la Asociación Sindical chilena. Mis múltiples y diversas ocupaciones no me impidieron buscar un resquicio de tiempo para publicar algunos libros, entre ellos: ¿Es Chile un país católico? (1941) y Humanismo Social (1947). También cree en 1951 la revista Mensaje, como una plataforma del pensamiento cristiano aplicado a nuestra realidad.
Pero sobre todo me esforcé siempre en infundir en todos la alegría de vivir. Por eso, en medio del doloroso cáncer que Dios me regaló, no me cansaba de repetir: Contento, señor contento
Radio Vaticano
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