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Tuesday, May 10, 2011
José Ramón Busto: “La Iglesia no está exenta de la tentación del poder”
Pedro Miguel Lamet presenta su novela histórica ‘El último jesuita’ (Esfera de los Libros)
Francisco Vázquez: “Se ataca a la Iglesia por su independencia y su denuncia del relativismo”
(José Manuel Vidal).- Nadie mejor que un jesuita como Pedro Miguel Lamet para bucear en la dramática persecución de la Compañía de Jesús en tiempos de Carlos III. El resultado es ‘El último jesuita' (La Esfera de los Libros), una novela que se presentó ayer en Madrid y en la que el autor diseña, con rigor histórico y amenidad narrativa, la trama de un episodio que estuvo a punto de enterrar a los jesuitas para siempre. Pero ni el Papa y los Reyes juntos lo consiguieron, como señaló el ex embajador de España ante la Santa Sede Francisco Vázquez. Una historia que, según José Ramón Busto, rector de la Pontificia de Comillas, refleja la relación del poder con la política, con la Iglesia y con las personas. Tanto ayer como hoy.
Ambiente de los grandes "bautizos" literarios en la abarrotada sala de conferencias del Icade de Madrid. En la mesa presidencial, la directora de la Esfera de los Libros, Ymelda Navajo, el rector de la Universidad Pontificia de Comillas, José Ramón Busto, el ex embajador de España ante la Santa Sede, Francisco Vázquez, Isidoro Pinedo, catedrático emérito de la Universidad de Deusto, e Inmaculada Fernández Arrillaga, vicedecana de la facultad de Humanidades de la Universidad de Alicante. Y, por supuesto, el autor del libro, el jesuita Pedro Miguel Lamet.
Tras unas palabras de agradecimiento de Ymelda Navajo al autor por este nuevo libro, intervino el ex embajador de España ante el Vaticano, Francisco Vázquez, uno de cuyos antecesores en el cargo, el Conde de Floridablanca, fue el máximo artífice de las desgracias de la Compañía.
Vázquez: "La Compañía estuvo a punto de morir de éxito"
Vázquez comenzó recordando sus encuentros en Roma con el actual General de los jesuitas, el español Adolfo Nicolás, al que recibió la primera vez que acudió a la embajada al pie de la escalera de honor como "acto de desagravio por el mal que mi predecesor en el cargo, el conde de Floridablanca, le causó a la Compañía".
Aficionado a la historia, Vázquez confesó haber acudido a menudo al magnífico archivo de la "embajada más antigua del mundo" para leer los legajos referidos a la expulsión y "al maltrato que se les infringió a los jesuitas". Por parte del Papa, de los Reyes, del conde de Floridablanca y de los propios eclesiásticos.
Algunos de ellos, como Juan de Palafox, el obispo de Osma-Soria y de Puebla (México) y Virrey de la Nueva España, "siempre estuvo en contra de la Compañía, a la que tenía una especial inquina". Quizás por eso, aventura Vázquez, "se postergó tanto su beatificación", que tendrá lugar, precisamente, el próximo 1 de junio en Burgo de Osma.
Pero, en la expulsión, también tuvieron parte de culpa los propios jesuitas. "En aquellos años, la Compañía de Jesús murió por su propio éxito". Aunque, por otra parte, para Vázquez, el episodio sirvió asimismo para demostrar que los seguidores de Ignacio "siempre fueron capaces de sobreponerse incluso a sus grandes enemigos".
Entre los "enemigos", el propio Papa de aquella época, Clemente XIV, que encarceló en el castillo de Sant Angelo, al General de entonces, el padre Ricci. Pero el superior jesuita, a pesar de "estar enfermo y ser maltratado, mantuvo siempre su obediencia al Papa". Un caso que, a juicio de Vázquez, "guarda ciertas similitudes con el del padre Arrupe".
El ex embajador hizo otro paralelismo con la situación de persecución a la que se sigue sometiendo, en la actualidad, a la Iglesia católica. Por varias causas. Primero, porque "los intereses económicos la tienen como blanco de sus ataques", dado que es la única institución "con un ingente patrimonio en el centro de las ciudades de todo el mundo". En segundo lugar, porque sus colegios "siguen siendo los más solicitados, para formar al pueblo y a las élites". Y, en tercer lugar, por "su independencia y su constante denuncia del relativismo imperante".
José Ramón Busto: "La Iglesia no está exenta de la tentación del poder"
"A los jesuitas no nos gusta hablar ni de la disolución ni de la restauración de la Compañía", señalaba el rector de la Universidad Pontificia de Comillas, José Ramón Busto. De ahí que alabase la obra de su compañero Lamet como "una excelente novela histórica, con la que el lector conocerá no sólo la historia de la supresión, sino también a la Compañía por dentro".
Para el padre Busto, la novela aborda, en el fondo, el delicado tema del poder en su relación con la política, con la Iglesia y con las personas. Los políticos querían "acabar con la Compañía" por su poder. Pero "los jesuitas no ejercían el poder por el poder, sino la influencia que se derivaba de su preparación, pero siempre a favor del pueblo". Por ejemplo, en las famosas reducciones del Paraguay o en su excelente preparación como matemáticos.
La suspensión refleja también, según el rector de Comillas, "un conflicto eclesial en torno al poder, una tentación de la cual la Iglesia no está libre", como demuestra el propio caso del papa Clemente XIV, que "encarceló al padre Ricci sin acusación y sin juicio".
Lamet: "España se desliza hacia un agresivo y trasnochado anticlericalismo"
El autor, por su parte, explicó que, en su obra, intentó "ser muy fiel a los datos históricos". En este sentido, reconoció abiertamente que "con sus pecados, la Compañía concitó odio", pero también denunció "la excesiva crueldad con la que fue perseguida por el despotismo ilustrado, que la disolvió sin escuchar a los reos".
La expulsión se debió, según Lamet, a una "suma de intereses económicos, sociales, eclesiásticos y políticos", a lo que hay que añadir "el miedo que atenazaba a Carlos III", el rey que suprimió a la Compañía en España y en las colonias.
A su juicio, se trató de "un atropello incalificable", cuya memoria nadie reivindica hoy. "Defendemos la rehabilitación de los moriscos o de la memoria histórica, pero nadie se acuerda ni defiende la memoria de los jesuitas injustamente expulsados".
Y Lamet, como buen pedagogo, termina extrayendo algunas lecciones para hoy. La primera es que "la España actual está regresando al peligroso camino de un agresivo y trasnochado anticlericalismo". Alabó, en este sentido, el papel de "puente" que jugó Francisco Vázquez entre la Iglesia y la sociedad laica actual.
La segunda conclusión es que "la fe debe estar por encima de los partidos". Y la tercera, que algo especial debió dejar el fundador, Ignacio de Loyola, como impronta en su Compañía, porque "sus muchos adversarios han pasado a ser historia, mientras la Compañía sigue siendo una realidad viva y pujante".
RD
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