Thursday, July 12, 2012

"Habéis convertido la casa de mi Padre en una cueva de bandidos"



La cosa empezó conJudas, que era apóstol de Jesús y ladrón, las dos cosas a la vez. Además, el tal Judas se las daba de hombre preocupado por la causa de los pobres (Jn 12, 5-6). Cosa frecuente en losladrones de templo y sacristía. Porque esta especie de ladrones, ha existido siempre, incluso antes de que Jesús llamara a los "doce", de los que hablan los evangelios.
Por eso he comenzado esta reflexión recordando lo que el propio Jesús les echó en cara a los sacerdotes del templo de Jerusalén, que estaban allí mucho antes que Judas. Y ya, los curas del templo de la Ciudad Santa eran los que, a juicio de Jesús, habían hecho de aquel santuario una "cueva de bandidos". Y es que los templos atraen dinero. Seguramente porque hay gente devota que sueña con la idea de que el dinero compra incluso a Dios. Y bien sabemos que "Dios", mezclado con "ideas sociales", resulta un plato de gusto para quienes andan con la conciencia inquieta, sobre todo cuando son personas sobradas de ingenuidad y de dinero. Y si tales ingenuos dan con canallas de rezo y hábito talar, entonces el escándalo y la noticia están servidos.
Ya sé que el ladrón del Códice Calixtino no ha sido un cura, sino un electricista. El problema está en que ese electricista trabajaba como empleado en la catedral de Santiago de Compostela. Y lo más escamante del asunto es que el dichoso electricista, además de arreglar enchufes, parece que debía estar bastane encufado, con quien sea y como sea, en la catedral.
Digo esto porque, como es bien sabido, el ladrón no se ha llevado solamente el Códice del s. XI, sino que, además de eso, se ha llevado de la catedral más de dos millones de euros. Es verdad que el electricista no se ha llevado esta importante cantidad de dinero de una sola vez. Se lo ha llevado poco a poco, durante bastantes años.
Pero esta circunstancia no disminuye la cantidad robada. Y esto es lo más sorprendente y lo que más llama la atención. Porque, como es lógico, al enterarse de lo sucedido en la catedral de Santiago, lo que mucha gente se pregunta es: ¿y nadie se ha dado cuenta (ni siquiera ha sospechado) que, en las cuentas de la catedral, faltaban más de dos millones de euros? ¿ha sido necesario que falte de su vitrina el Códice Calixtino para que se destape el robo del dindero? Posiblemente, esos millones se han ido sustrayendo de las limosnas que, poco a poco, van dando los peregrinos y otros donantes. Pero, ¿tal cantidad de dinero entra a diario en esa catedral que nadie ha podido ni sospechar que a la mitra y a los canónigos les estaban quitando cantidades asombrosas de euros? ¿quién lleva las cuentas en esa catedral? ¿hay alguien que las controle de alguna manera y sea como sea?
Es evidente que, en todo este oscuro asunto, hay cosas que no están claras. Y aquí es donde entra lo que yo quiero decir al escribir esta entrada en mi blog. Porque la verdad es que del robo de la catedral de Santiago se ha dicho ya casi todo lo imaginable y hasta casi lo inimaginable. Sin embargo, a mi manera de ver, queda algo por decir que es de una importancia singular.
Me refiero a lo siguiente. Es claro que el robo del Códice Calixtino tiene un significado enorme como "hecho cultural", como "problema económico", en cuanto "caso jurídico".... De todo esto se ha hablado y se ha escrito hasta la saciedad. Pero tengo la impresión de que no se ha tenido debidamente en cuenta la "dimensión religiosa" de lo que, con este suceso, se ha puesto en evidencia. Baste tener en cuenta que la única vez que Jesús sacó un látigo y, a latigazo limpio, echó del templo de Jerusalén a los que allí hacían negocio con motivo de la religión, sus ceremonias y sus rituales sagrados. Más aún, fue la única vez que Jesús dijo a los sumos sacerdotes que estaban profanando el templo hasta desgrdarlo al repugnante papel de ser una "cueva de bandidos". Y conste que Jesús sabía que, al hacer aquello, se estaba jugando la vida. Baste pensar que aquellos supremos dirigentes, teniendo tantas cosas como tenáin contra Jesús, la denuncia decisiva, que presentaron contra él en el juicio religioso, fue el episodio del templo. Al igual que las burlas que le hicieron a Jesús agonizante en la cruz: lo aque allí sacaron a relucir los funcionarios del templo fue el frustrante y doloroso incidente del santuario.
Y conste, todavía una cosa: lo que Jesús denunció en Jerusalén fue que allí se hacía negocio. Lo que ha sucedido en Santiago no ha sido "negocio", ha sido un "robo". No es lo mismo un "pecado" que un "delito". Muchas veces me he resistido a admitir que el enfrentamiento de Jesús con los "sumos sacerdotes" de su tiempo tiene su continuidad actual en la contradicción que estamos viendo y palpando entre el Evangelio y el Vaticano, entre la vida de Jesús y la vida que llevan tantos clérigos. Confieso que hoy me rindo a la evidencia. Tiene que volver el látigo de Jesús. Y me da miedo pensar que los primeros latigazos me los tendría que llevar yo mismo. Más que nada, por no haber dicho estas cosas mucho antes. El amor a la Iglesia, sólo se demuestra cuando se sufre de ella y por ella.

José María Castillo
Teología sin censura
RD


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