EL MUNDO, DESTINATARIO DE LA PASCUA
La Iglesia no vive para sí. Su razón de ser es la misma de Jesús:
un servicio a Dios para salvar al mundo. Así lo proclamó el Concilio Vaticano II, al escribir sobre la misión de la Iglesia en el
mundo actual: “Por solidaridad, respeto y amor a toda
la familia humana, el Concilio quiere dialogar con ella acerca de todos los
problemas, aclarárselos a la luz del Evangelio y poner a disposición del género
humano el poder salvador que la Iglesia, conducida por el Espíritu
Santo, ha recibido de su Fundador” (G. 5. 3)...
...Una misión religiosa y humana.
Estas legítimas aspiraciones de nuestro pueblo que, hoy aquí, se vuelve
a nuestra propia Iglesia, como un reto o, mejor, como una interpelación
evangélica, por una parte; mientras, por otra parte, una mayor conciencia que la Iglesia va tomando de su propia misión, para no
rehuír esta interpelación si no para tener la sabiduría y la fortaleza para
decir la palabra y tomar la actitud que Cristo le exige en estas complicadas
circunstancias, caracteriza esta hora difícil. “Hora —diría el Cardenal
Pironio— de cruz y de esperanza, de posibilidades y riesgos, de
responsabilidad y compromiso” (Escritos pastorales, Pág. 206); hora, sobre
todo, de mucha oración y contemplación para interpretar, desde el mismo corazón
de Dios, estas señales de nuestro tiempo para saber prestar el servicio
que como Iglesia debemos a estos justos anhelos de nuestros hermanos...
...Servicio que exige una conversión.
Un servicio de la Iglesia de la pascua a las
necesidades de nuestro pueblo, debe comenzar, como dijeron los Obispos
en Medellín, “por un afán de conversión. Hemos visto que nuestro compromiso más
urgente es purificarnos en el espíritu del Evangelio todos los miembros e
instituciones de la Iglesia Católica” (Mensaje a los pueblos de A. L.).
...Queridos hermanos y amigos. Juntos hemos vivido una Cuaresma de vía
crucis y viernes santos que florece en esta
hora luminosa y esperanzadora de la Pascua de Resurrección. Los que, como
Obispos, sacerdotes,religiosos, religiosas y laicos, sentimos la conciencia
de ser Iglesia, depositaria de las fuerzas de salvación de los hombres en
Cristo, comprendemos también el reto y los riesgos que esta hora difícil nos
lanza. Es el reto de una esperanza del mundo puesta en nuestra Iglesia.
Seamos dignos de esta hora y sepamos dar razón de esa esperanza con nuestro testimonio de unidad, de comunión, de autenticidad
cristiana y de un trabajo pastoral que, salvando con nitidez la supremacía de la
misión religiosa de la Iglesia y de la salvación en Jesucristo, tenga
también muy en cuenta las dimensiones humanas del mensaje evangélico y las
exigencias históricas delo religioso y eterno...
De la Primera Carta Pastoral de Monseñor Oscar Romero: Iglesia de la Pascua, el 10 de abril de 1977
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