Hay discursos que por su contundencia afirmativa producen rechazo o resistencia. En cambio, con una pregunta humilde, se logra una atención personal abierta y una actitud receptiva. Jesús resucitado no se impone de forma autoritaria y humillante a sus discípulos. Por el contrario, se deja reconocer al presentarse en figura de otro y acomoda su lenguaje a cada circunstancia personal, y sus preguntas, a lo que cada uno de nosotros puede responder.
¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? (Lc 24, 5)
Nuestras inercias proyectan miedos, atavismos, sombras de hechos pasados, que pueden bloquearnos e impedir que nos abramos a la novedad posible, como les sucedió a las mujeres en la mañana de Pascua. Pero la realidad era bien diferente. En tu caso, ¿avanzas proyectando la sombra del ayer o abierto a la novedad que te ofrece la Palabra?
¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando? (Lc 24, 17)
Los impactos dramáticos de la vida, que sellan y hieren el corazón, tienen efectos muy duraderos. Para intentar no perecer en el mal recuerdo, se buscan argumentos aparentemente liberadores, como los que formulaban los discípulos de Emaús, cerrándose a la novedad posible. Tu historia personal, ¿te ha vuelto escéptico? ¿Estás abierto a la renovación, a comenzar de nuevo, desde la fe en Jesucristo resucitado?
¿Por qué os turbáis, por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? (Lc 24, 38)
Las diferentes preguntas del Resucitado intentan corregir la mirada hacia atrás, evitar la mala memoria, superar así los fantasmas de los malos recuerdos, que impiden la libertad del corazón. ¿Cómo avanzas en tu proyecto de vida, con nostalgias o con ilusión? ¿Con sospechas, o lleno de confianza? Jesús resucitado no es un fantasma.
¿Por qué lloras? (Jn 20, 13). ¿A quién buscas? (Jn 20, 15)
Las lágrimas y la búsqueda son indicadores de los afectos del corazón. Uno llora o se lamenta por haber perdido lo que ama. Uno indaga y busca sobre lo que más desea. Tú, ¿lloras por algo o por alguien? ¿Crees que Jesucristo está vivo y que te acompaña?
¿No tenéis pescado? (Jn 21, 5)
Jesús sigue presente en medio de nosotros, de nuestros quehaceres cotidianos, en aquello que a veces más nos desestabiliza y nos deja gustar el límite de nuestras fuerzas, momento providencial para averiguar dónde ponemos nuestra esperanza. ¿Caminas afirmándote en las obras de tus manos, o porque te fías del Señor?
¿Me amas más que éstos? ¿Me quieres? (Jn 21, 15.16.17)
El proceso de la fe tiene un momento cumbre, la experiencia de amor, el acontecimiento del encuentro con la persona de Jesucristo. De esto depende la coherencia del seguimiento y la identidad cristiana. ¿Amas al Señor? ¿Te sientes querido por Él?
«Si quiero que éste se quede, ¿qué te importa? Tú, sígueme (Jn 21, 22)
La opción de fe es personal, no cabe resistirse debido al comportamiento de los otros. La razón exclusiva del seguimiento es el amor, y no sirve el de los demás para confesar tu pertenencia a Jesucristo y el seguimiento. ¿Eres discípulo de Jesús, te has encontrado con Él, lo sigues?
Respondas lo que respondas a todo esto, ¡Cristo ha resucitado! ¡En verdad ha resucitado!
Ciudad Redonda
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