Thursday, March 07, 2013

Jesús Espeja: "El Papa es el obispo de Roma, no es el obispo del mundo"



"Las estructuras de la Iglesia no van a cambiar de golpe. Pongan a quien pongan"


"La sede vacante es una gran oportunidad 

para hablar de la Iglesia, y para que haya 

cambios"


(Jesús Bastante).- Jesús Espeja, teólogo dominico, recuerda ante la renuncia de Benedicto XVI que "el Papa es el obispo de Roma, no es el obispo del mundo" y opina que se ha mitificado demasiado su figura. Según el Evangelio, "Pedro seguía a Jesús de lejos".
Sobre la Nueva Evangelización, entiende que "no es cuestión de conquistar nada, sino de ofrecer una alternativa que amplíe el horizonte humano", y se opone a la concepción del mundo como algo "profano": "Lo profano no existe, existe un mundo profanado", dice. Y concluye lanzando una pregunta: "¿Estamos dispuestos a des-occidentalizar la Iglesia?".
Estamos en un momento inédito en la historia de la Iglesia. ¿Te sorprendió la noticia de la renuncia papal?
Yo creo que estamos en un momento muy bueno para reflexionar sobre lo que es la Iglesia. Pienso que el gesto que ha tenido Benedicto XVI al renunciar, independientemente de las causas que pueda haber habido, es un gesto profético muy importante. No sólo porque, discerniendo, ha descubierto que la voluntad de Dios es ésa y ha decidido desde su conciencia. Sino también es la oportunidad para que recuperemos el sentido y el significado que tiene el ministerio del obispo de Roma como sucesor de Pedro.
¿Tiene que ser redefinido ese ministerio?
Tiene que ser redescubierto volviendo a los orígenes del cristianismo. Yo creo que el ministerio del obispo de Roma es un ministerio del Espíritu para la Iglesia, pero es el obispo de Roma, no es el obispo del mundo. Consiguientemente, si los obispos a una edad determinada deben dejar ese ministerio, pues también debe hacerlo el obispo de Roma. Lo que pasa es que hemos mitificado de alguna forma al obispo de Roma, y algunos piensan que es el obispo del mundo.
El obispo de Roma es el sucesor de Pedro, y por consiguiente tiene un ministerio especial, que de alguna forma ayuda a que se mantenga la unión de todas las iglesias locales, que en sí mismas, con su obispo, son la Iglesia única de Jesucristo.
Pero el Papa de Roma no es un primus inter pares.
Evidentemente, porque tiene un ministerio singular que no tienen los demás. Pero los demás obispos también son obispos de sus diócesis, y esa diócesis o esa iglesia local es la única Iglesia de Jesucristo. Y la comunión de todas estas iglesias es lo que llamamos la Iglesia universal, aunque no es demasiado exacto. Esa comunión que realiza el Espíritu (porque todas las iglesias son mantenidas por el Espíritu) es garantizada también por un ministerio especial que es el del obispo de Roma.
¿En qué sentido piensas que es ésta una ocasión propicia para repensar la Iglesia?
Para aproximarnos a la Iglesia tenemos que tener en cuenta dos condiciones: de dónde viene la Iglesia, y a dónde va. Ya san Ignacio de Loyola, cuando habla del "discernimiento de los espíritus" dice que conviene tener en cuenta de dónde viene y a dónde va. San Bernardo, siglos antes de San Ignacio de Loyola, decía que la Iglesia tiene dos ojos, uno delante y otro detrás. Por tanto, la Iglesia viene de Jesucristo, de aquellos hombres que vivieron con Jesucristo y participaron de su Espíritu, tal como se presentan en Pentecostés Pedro y sus compañeros. Pero la Iglesia no se puede definir sólo con sus orígenes. La Iglesia tiene que mantenerse fiel a una palabra que ha recibido, y consiguientemente abrirse e ir haciéndose en la historia siempre teniendo como horizonte la plenitud de fraternidad universal "cuando Dios sea todo en todo". En la Biblia se definen las realidades precisamente por lo que están llamadas a ser; y eso mismo podemos decir de la Iglesia
¿Se hace difícil creer en la Iglesia que es hoy por hoy?
Es que la Iglesia no se reduce ni a símbolos, ni a estructuras ni a normas. La Iglesia ante todo un pueblo reunido por el Espíritu para participar y reflejar en esta en este mundo la vida de Dios revelada en Jesucristo, aunque a esa vocación los cristianos y las estructuras eclesiales respondamos con muchas incoherencias e interrogantes. Lo que pasa es que hemos dado tanta importancia a las estructuras, que creemos que lo único que es la Iglesia son las organizaciones visibles. Lo estamos viendo en estos días. Cuando el gesto de Benedicto es un gesto profético que nos ilumina, fíjate el lío que están armando los medios de comunicación hablando de la Iglesia, sin darse cuenta de que la Iglesia es mucho más que todo el andamiaje de su organización visible. Seamos claros: a la Iglesia no podemos aproximarnos más que con la fe. Los que reducen a la Iglesia a una entidad política, financiera o de beneficencia, no han entendido lo que es la Iglesia. Ni tampoco los cristianos que quieren disculpar a la Iglesia de sus pecados y sus lacras. Como Pedro sólo "de lejos" la Iglesia sigue a Jesucristo.. Luego, tenemos que ser realistas. La Iglesia no tiene que esconder la cabeza como el avestruz. Debemos aceptar que tiene muchas lacras, porque está creciendo y se está haciendo. Es la misma Iglesia de los Apóstoles , pero se está abriendo a la historia y al mundo que son cada día nuevos . Éste es el dinamismo vivo de la Iglesia. Hay que evitar dos errores: mirar a la Iglesia nada más donde viene, o mirar a la Iglesia solamente por hacia dónde va. Porque los primeros se empeñan nada más que en mantener la tradición, la doctrina, las leyes... y los otros quieren dejar todo eso. Yo creo que no hay posibilidad de auténtica profecía si se olvida la doctrina. Si se olvida esa tradición, la profecía acaba en extravagancia.
¿Ya no quedan profetas en la Iglesia? ¿O es que los hay, pero no tienen altavoz?
A mí no me gusta hablar de dos Iglesias (una profética y otra no), me gusta hablar de una Iglesia que es profética, pero que también es algo insípida. Es una Iglesia que está continuamente rejuveneciendo por el Espíritu.
No hace mucho he estado yo en la celebración de los 25 años de Raúl Vera, un obispo muy significativo en la iglesia de Méjico. No cabe duda de que su ministerio ha sido y está siendo un signo profético. Como creo que también es un gesto profético la renuncia de Benedicto XVI. Hay que leer estos signos proféticos como la condición profunda de la Iglesia.
Pero, con demasiado peso de la tradición, ¿no corremos riesgo de que la profecía quede demasiado escondida?
Exactamente. Si la tradición olvida la profecía, eso acaba en un legalismo que no tiene nada que ver ni con la Iglesia de Jesucristo ni con el Evangelio. Creo que es importante salvaguardar estos dos extremos.
Me parece que muchos cristianos (no digamos los medios de comunicación) están juzgando a la Iglesia nada más que por el exterior. Eso es periodismo barato. Y los otros, los que dicen que la Iglesia es un poder social, hablan de un poder que no tiene nada que ver nada con la lógica del Evangelio. El poder y la influencia de la Iglesia no se debe medir por los muchos millones de adeptos, sino por la calidad evangélica con que esos millones de cristianos se hacen presentes y actúan en la sociedad. Una visión sólo exterior de la Iglesia olvida lo fundamental: que sigue sigue siendo aquella primera comunidad apostólica que se reúne para escuchar la palabra, para compartir el pan y vivir una vida solidaria preocupándose de los más necesitados.

¿Se refiere a que la Iglesia se identifica más con las pequeñas comunidades que exclusivamente con la macroestructura?
La Iglesia está en los creyentes. Anoche mismo estaba yo con un grupito de gente preparando la homilía del próximo domingo, y algunos empezaron a hablar de su vida, de las dificultades que tenían, de sus sufrimientos... Entonces me dije: esto es la Iglesia; personas que gustan y consienten en la presencia de Dios, que leen el evangelio, y que comparten sus problemas, buscando en la fe luz para seguir adelante. Ésta es la Iglesia. Hay unos versos, no sé de qué poeta son, que dicen "es bello en la noche creer en la luz/ hay que ayudar a la aurora a nacer/ creyendo en ella". Yo creo que ésta es la forma de situarnos hoy en el momento actual de la Iglesia, en este momento de cambio.
¿Hay mucha alarma o mucha preocupación sobre quién será elegido en el cónclave, y qué pasará después?
Yo recuerdo cuando a Pablo VI le preguntaron qué se podía hacer ante tantos problemas que tenía delante el Concilio, dijo: "Que vean la serenidad que tenemos nosotros ante los problemas, porque en realidad nosotros creemos en la Iglesia". Precisamente por eso, cuando yo veo tantos desajustes y hasta evoluciones en el mundo e incluso dentro de la comunidad cristiana, no pierdo la paz. Porque la Iglesia para mí es la comunidad de creyentes que se han encontrado con Jesucristo. Este periodo de "sede vacante", , cuando no hay papa, es una gran oportunidad para hablar de la Iglesia.
¿Y para que haya cambios?
Sí, claro. Cambio va a haberlo. La Iglesia está ya abocada sin remedio al cambio desde que se celebró hace 50 años el Vaticano II. Consiguientemente, tenemos que darnos cuenta de que las mismas propiedades de la Iglesia hay que reinterpretarlas.
Por ejemplo, la Iglesia es "una". Es "la casa", "el redil"; así lo dijo el Vaticano I en la constitución "Pater aeternus". . Pero el Vaticano II dice en otra Constitución sobre la Iglesia, viene a decir que la Iglesia es "una, abriéndose" al mundo pues , a este pueblo de Dios pertenecen también, de algún modo, incluso aquellos que actúan con buena voluntad sin conocer a Jesucristo ni a la Iglesia. Luego las dos dimensiones pertenecen a la constitución de la Iglesia "una".
Otro ejemplo: la Iglesia es apostólica, porque continúa hoy la iglesia de los Apóstoles l Pero apostólica quiere decir también "misionera" misionera". Luego la Iglesia debe salir de su recinto y darse cuenta de que en sí misma no tiene sentido sino para servir al mundo, y siendo testigo creíble del Reino de Dios.
Y la catolicidad, por último, quiere decir que la Iglesia es misionera, que tiene que estar constantemente abierta. Pero ¿estamos dispuestos a des-occidentalizar la Iglesia? Porque todavía seguimos imponiendo nuestra cultura, nuestras formas de ser y de actuar, no sólo en América Latina, sino en África, Indonesia... Los obispos de India presentaron una protesta ya antes de Vaticano II pidiendo que cambiase todo eso.
Y no debemos acostumbrarnos a que el de Roma nos une. Todas las Iglesias tienen que comunicarse entre sí, y abrirse a las demás religiones y a todos los seres humanos. El que nos une no es el obispo de Roma, sino el Espíritu Santo, que nos une para la misión. Unidad, apostolicidad y catolicidad de la Iglesia tienen que proceder en la santidad, es decir en el espíritu de Jesucristo, en la lógica del amor que sirve y no en la lógica de dominación que reprime por la fuerza.
¿Esto se podría afianzar con un papa africano, latinoamericano...?
Tal vez pueda ayudar. Pero el funcionamiento actual en las estructuras de la Iglesia no va a cambiar de golpe. Elijan de Papa a quien elijan . De lo que se trata es de que nos demos cuenta dónde está el gran problema de la Iglesia hoy. La crisis ante la Nueva Evangelización no está fuera de la Iglesia, sino dentro. Tenemos que preguntarnos si no somos los mismos cristianos los que hemos puesto excesivo énfasis en las estructuras visibles, y no en la fe como experiencia personal del encuentro con Jesucristo.
El Papa se nos va sin dejarnos un documento obre la fe que por mi parte esperaba. Benedicto XVI insistió en dos cosas. Primera, que Dios no es un señor que está ahí arriba inventado por nosotros, sino que es la realidad fundante de toda realidad; en él existimos, nos movemos y actuamos. Y segunda, que es necesario entender la fe, no como creencias, sino como un encuentro personal con Jesucristo que da un nuevo horizonte a la vida. Ahí está la clave de la Nueva Evangelización. No es cuestión de conquistar nada, sino de ofrecer una alternativa, un talante de vida que, de alguna forma, amplíe el horizonte humano.
¿No es algo problemática esa idea de "estar en el mundo, pero sin ser del mundo"?
Depende de la visión que se tenga del mundo. A veces reducimos el mundo al mal y lo calificamos de profano . Pero el mundo no es profano, aunque sí profanado, pues el Espíritu ya está animando al mundo. Con lo cual, no se trata de huir del mundo, sino de entrar en el corazón del mundo, pero sin arrodillarnos ante una serie de falsos absolutos (el tener, el poder, el aparentar, el imperialismo...) que desfiguran la faz de la tierra. La Iglesia no existe fuera del mundo, y tampoco es la que va a salvar al mundo. Transmitiendo el Evangelio y haciendo inolvidable a Jesucristo, puede colaborar a la plena realización de este mundo que ya camina en los brazos de Dios.
¿Necesita ser salvada también la Iglesia?
Evidentemente. La Iglesia es parte de la humanidad, también pecadora, y por tanto, como parte del mundo, participa de todos sus problemas y aventuras. Por eso es la primera que debe vivir a fondo lo que significa el mensaje de Jesucristo de apertura a la solidaridad, a la entrega, a la comunión.
¿Hemos olvidado ese tipo de cosas, ahora que estamos celebrando los 50 años del Concilio Vaticano II?
50 años todavía es tiempo suficiente para darnos cuenta de que a la Iglesia le cuesta mucho salir de su recinto sagrado, de su complejo de tener toda la verdad, y de que el mundo es solamente un terreno para ser evangelizado; y descubrir que antes de que la Iglesia llegue al mundo el Espíritu está trabajando este mundo; y aprender que la evangelización no es tanto ir a sembrar en un terreno barbecho, sino a leer lo que el Espíritu está ya haciendo en el mundo: justicia, libertad, autonomía, felicidad... Y, desde el Evangelio, no anular eso, sino ampliar el horizonte. Las semillas del reino de Dios ya están pujando en los surcos de la historia y del mundo. A la Iglesia no debe interesar su propia seguridad ni su prestigio social ni el poder. Su apasionamiento debe ser que que la humanidad se realice y logre su destino. Que alcance la satisfacción d sus profundos anhelos, que a veces de forma fragmentada, o de forma muy ambigua, están emergiendo, pero que de algún modo0 responden a la profunda huella de Dios en nosotros. Somos su imagen con nostalgia de infinitud que sólo El puede llenar.
¿Tenemos que tener, los seguidores de Jesús, las manos en el barro para intentar cambiar las cosas?
Tenemos que tener voz y una presencia pública que es necesaria. Una presencia pública como la sal, que se mezcla con los alimentos sin pretender quitarles su valor, sino aportando un sabor. Lo aporta porque lo tiene, y lo tiene porque lo vive. Por tanto, el problema que tiene hoy la Iglesia es lo que San Pablo vivía: "Hemos creído, y por eso hablamos". Pero no hablamos para dominar a nadie. Creemos, y con nuestra forma de vivir, según esta fe, hablamos.
Desde ese punto de vista, ¿falta fe en la Iglesia?
No, yo creo que hoy hay muchos cristianos conscientes de que deben crecer en la fe más que hace años . Inquietos y preocupados, que me parece una actitud fenomenal en este tiempo de cambio. Yo creo que esto es muy importante: que nos demos cuenta de que la Iglesia tiene que ser, ante todo, no una comunidad de gente que se someta, sino una comunidad de gente fraterna. Ése es para mí el cambio fundamental de la Iglesia. Todo lo que sea régimen de sumisión o dominación tiene que desaparecer de la Iglesia. En la comunidad de San Marcos, los primeros cristianos decían "no sean ustedes como los príncipes de este mundo, que so pretexto de ser bienhechores, lo que hacen es explotar a la gente". Y en la comunidad de Mateo: llaméis a nadie maestro, ni padre... ¡ y, en cambio, fíjate el montaje que tenemos en la Iglesia con tanto "titulitis"!
La Iglesia no es una monarquía absoluta. Y, si bien tampoco es una democracia en sentido estricto, tiene que aceptar una cantidad de procedimientos democráticos, ya que el mismo Vaticano II alaba a los regímenes donde por fin todos los ciudadanos pueden participar en la elección de sus gobernantes. ¿Por qué esto ha de tener lugar en la Iglesia, salvaguardando la constitución que Cristo a dado a su Iglesia y que los ministerios ordenados se confieren por la imposición de manos? No nos pongamos nerviosos. En el nuevo cónclave saldrá otro obispo de Roma que seguirá desempeñando el ministerio petrino. Y la Iglesia seguirá adelante. La necesaria reforma de esta Iglesia no va a depender sólo del Papa, ni de los cardenales, ni de los obispos, sino de nuestro crecimiento en la convicción del encuentro con Jesucristo.
¿Jesús Espeja podría ser papa? 
Puede ser papa cualquier cristiano, si le eligen.
Cualquier varón.
Bueno, sí, también eso es un poco raro, pero vamos a dejarlo así.

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-La crisis ante la Nueva Evangelización no está fuera de la Iglesia, sino dentro
-La Nueva Evangelización no es cuestión de conquistar nada, sino de ofrecer una alternativa, un talante de vida que amplíe el horizonte humano
-No entendamos por mundo lo profano: lo profano no existe, existe un mundo profanado
-A la Iglesia le cuesta mucho salir de su recinto sagrado y superar su complejo de tener toda la verdad y de que el mundo es solamente un terreno para ser evangelizado
-Todo lo que sea régimen de sumisión o dominación tiene que desaparecer de la Iglesia.

RD 

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