EL CARDENAL FRANCIS GEORGE
El arzobispo de Chicago dice que todos ellos saben muy poco sobre el caso de los “Vatileaks”
PAOLO MASTROLILLIROMA
Sacude la cabeza y sonríe. Después, el arzobispo de Chicago, Francis George dice: “No es un problema de reglas: aunque todos los cardenales electores estuvieran en Roma, yo no querría entrar al Cónclave ahora. Por una razón muy simple: todavía no estamos listos”.
Está anocheciendo sobre el Gianicolo, que alberga el Colegio Estadounidense, en donde se aloja la potente delegación.
El cardenal de Nueva York, Timothy Dolan, vuelve del Vaticano y saluda con una broma al colega de Chicago, su predecesor como líder de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos. Un poco más allá se encuentra el arzobispo de Boston, O’Malley, envuelto en su “uniforme” de fraile capuchino; se está preparando para dar un paseo por la ciudad: “Todavía hay muchas cuestiones que discutir -dice el purpurado que encbeza la lista de los “papables” estadounidenses-, y hay todavía muchas personas a las que tenemos que conocer. Es pronto para entrar en Cónclave: es cierto que para Pascua queremos estar en nuestras diócesis, pero estamos tomando una decisión histórica y tenemos que tomarnos todo el tiempo necesario”.
Incluso para entender lo que sucedió tras bambalinas durante los últimos años: “No digo que vatileaks será determinante, pero espero conocer todos los aspectos pertinentes con el trabajo que estamos haciendo”.
El arzobispo de Chicago describe escuetamente las discusiones: “Todo procede según los planes, en el sentido de que no hay ninguno: las discusiones son muy libres. Las congregaciones generales tienen reglas precisas y por ello los verdaderos contactos se dan al margen. Un colega se acerca y te pregunta qué piensas sobre un potencial candidato: pretende decir que él lo apoya, con todo y el grupo al que pertenece. Después tú reflexionas sobre el nombre, sabiendo que cuenta con un poco de consenso”.
Pero este consenso se podrá medir solo cuando comenzará la votación. Sin prisas. “Mejor -explica George- tener una discusión larga antes y un Cónclave breve después y no al contrario: nunca he creído que comenzaremos el 10 o el 11 de marzo”.
Sobre todo porque George y compañía todavía no saben todo lo relacionado con “Vatileaks”: “Pedimos la información necesaria para una buena decisión. ¿Qué sucedió, qué provocó esta ruptura en la confianza del gobierno de la Santa Sede? Es una preocupación, sobre la que no hemos recibido un informe formal”.
Está anocheciendo sobre el Gianicolo, que alberga el Colegio Estadounidense, en donde se aloja la potente delegación.
El cardenal de Nueva York, Timothy Dolan, vuelve del Vaticano y saluda con una broma al colega de Chicago, su predecesor como líder de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos. Un poco más allá se encuentra el arzobispo de Boston, O’Malley, envuelto en su “uniforme” de fraile capuchino; se está preparando para dar un paseo por la ciudad: “Todavía hay muchas cuestiones que discutir -dice el purpurado que encbeza la lista de los “papables” estadounidenses-, y hay todavía muchas personas a las que tenemos que conocer. Es pronto para entrar en Cónclave: es cierto que para Pascua queremos estar en nuestras diócesis, pero estamos tomando una decisión histórica y tenemos que tomarnos todo el tiempo necesario”.
Incluso para entender lo que sucedió tras bambalinas durante los últimos años: “No digo que vatileaks será determinante, pero espero conocer todos los aspectos pertinentes con el trabajo que estamos haciendo”.
El arzobispo de Chicago describe escuetamente las discusiones: “Todo procede según los planes, en el sentido de que no hay ninguno: las discusiones son muy libres. Las congregaciones generales tienen reglas precisas y por ello los verdaderos contactos se dan al margen. Un colega se acerca y te pregunta qué piensas sobre un potencial candidato: pretende decir que él lo apoya, con todo y el grupo al que pertenece. Después tú reflexionas sobre el nombre, sabiendo que cuenta con un poco de consenso”.
Pero este consenso se podrá medir solo cuando comenzará la votación. Sin prisas. “Mejor -explica George- tener una discusión larga antes y un Cónclave breve después y no al contrario: nunca he creído que comenzaremos el 10 o el 11 de marzo”.
Sobre todo porque George y compañía todavía no saben todo lo relacionado con “Vatileaks”: “Pedimos la información necesaria para una buena decisión. ¿Qué sucedió, qué provocó esta ruptura en la confianza del gobierno de la Santa Sede? Es una preocupación, sobre la que no hemos recibido un informe formal”.
Vatican Insider
Cierran la boca a los cardenales estadounidenses
Tenían boquiabiertos a muchos, se les consideraba unos excéntricos por su exceso de transparencia... Hablamos de los cardenales estadounidenses, que todos los días a eso de las 14.30 horas ofrecían en la sede del Pontificio Colegio Norteamericano en Roma una rueda de prensa y respondían con toda naturalidad a las preguntas de los periodistas. Pues bien: eso se acabó.
Sólo dos días han durado las comparecencias ante los medios de comunicación de los purpurados americanos, quienes por otra parte en ningún momento incumplían el juramento de guardar silencio sobre las discusiones que se mantienen en las llamadascongregaciones generales previas al Cónclave. La rueda de prensa de hoy, que habría sido la tercera, ha sido suspendida de manera expeditiva sólo una hora antes de su comienzo. La sospecha generalizada es que los cardenales norteamericanos han sido metidos en vereda, que su forma abierta y diáfana de comunicar hacía arrugar la nariz a buena parte de los jerarcas de la Curia Vaticana. Hay quien habla incluso de censura.
Federico Lombardi, el portavoz vaticano, aseguraba esta mañana que la decisión de los purpurados americanos de suspender sus ya míticas comparecencias responde a la "creciente línea de reserva" que está adoptando el propio Colegio Cardenalicio a medida que avanza en sus reuniones preparatorias del cónclave. "Esto no es un convenio o un sínodo del que queremos dar la máxima información.Esto es un camino en el que por tradición hay reserva, a fin de tutelar la libertad de cada miembro del Colegio Cardenalicio en un momento tan importante como éste", declaraba.
Mary Ann Walsh, la jefa de comunicación de la Conferencia Episcopal Estadounidense, ha reconocido por su parte que en las reuniones preparatorias del Cónclave se ha "expresado preocupación por la publicación de noticias confidenciales en los periódicos italianos". Y añadía que, por ese motivo, y "a modo de precaución", los cardenales han acordado no dar más entrevistas.
Según publica hoy el diario 'La Stampa' ha sido el cardenalTarcisio Bertone, ex secretario de Estado Vaticano y actual cardenal camarlengo, quien en varias ocasiones ha insistido a los purpurados en que deben mantener el secreto más absoluto sobre las discusiones que se mantienen en las llamadas congregaciones generales, y en las que precisamente su gestión de la Curia ha sido una de las cuestiones más criticadas.
Comparecencias insólitas
Las comparencias ante los periodistas de los cardenales americanos eran absolutamente insólitas, sobre todo frente al hermetismo que con frecuencia caracteriza al Vaticano. De hecho, cuando ayer el cardenal Sean Patrick O'Malley, un capuchino de Boston al que muchas quinielas dan como 'papable', y Daniel Di Nardo, arzobispo de Houston, se subieron ayer al escenario del salón de actos del Pontificio Colegio Norteamericano en Roma para atender a los periodistas, una de las preguntas que se les plantearon fue: "Pero, ¿cómo es que ustedes dan ruedas de prensa?".
"En Estados Unidos es algo normal. Por supuesto, mantenemos el juramento que hemos realizado y no revelamos nada de lo que se ha tratado en las congregaciones generales. Pero creemos que es importante que la gente sepa que pasan cosas interesantes y que nos reunimos a diario", aseguraba el cardenal Di Nardo. "Hay un gran interés en lo que está ocurriendo, y queremos ayudar a que la gente entienda este proceso", en palabras del cardenal O'Malley.
Las ruedas de prensa de los cardenales americanos se desarrollaban de manera muy parecida a las del presidente Barak Obama. Los cardenales hacían primero una breve exposición y, posteriormente, admitían preguntas. La hermana Mary Ann Walsh, la jefe de prensa de la conferencia episcopal estadounidense, señalaba al agraciado. El periodista se ponía en pie, se acercaba hasta el micrófono, se presentaba por su nombre y el medio al que representaba y disparaba.
"Mejor hablar con la prensa que no hablar", aseguraba el cardenal Francis George, arzobispo de Chicago.
Inevitablemente, el fin de las ruedas de prensa de los purpurados americanos refleja las diferencias que sacuden al Colegio Cardenalicio.
El Mundo
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