"Los neoconservadores tuvieron mucho poder; les costará compartir el espacio"
El director de Religión Digital, José Manuel Vidal, viajó a Roma con Jesús Bastante un mes antes de la celebración del cónclave en el que los cardenales eligieron al sucesor de Benedicto XVI para hacer un libro sobre el nuevo papa, al percibir que "estábamos asistiendo a un cambio de ciclo, a un cambio de época". Luego se enfrentaron al problema de seleccionar la información, para sacar un volumen manejable, ante la gran cantidad de documentación que acumularon. El resultado fue: Francisco, el nuevo Juan XXIII, un libro que ya se encuentra en la segunda edición y que presentó ayer José Manuel Vidal en el Centro Cultural Marcos Valcárcel de Ourense.
-¿Tiene la sensación de que ha acertado Benedicto XVI?
-Más que acertar, le hizo un servicio impresionante a la Iglesia y yo creo que hasta a la humanidad. Le puso fecha de caducidad al papado. Mediante ese gesto, él mismo se convierte en un ejemplo de que en la iglesia el poder es servicio. Ya no hay carrerismo... Si la máxima autoridad deja el cargo, cualquiera de los otros tiene que hacer lo mismo. También pone fecha de caducidad a las distintas jerarquías. Ya no tiene sentido que un arzobispo se mantenga, después de cumplir la edad reglamentaria. Marca un antes y un después. Pero además, Benedicto XVI también ha marcado un antes y un después, porque propició que la Iglesia ponga fin a sus problemas. La Iglesia había tocado fondo, al final del pontificado de Benedicto XVI, asediada con una mala imagen y la pérdida de influencia social, y fue el propio Papa el que se dio cuenta de eso. Y después de hacer la limpieza de la pederastia en la Iglesia, reconoce que no tenía fuerzas físicas ni espirituales para hacer las otras dos limpiezas, la de la curia y la del banco vaticano y pasa el testigo. Eso es algo que la Iglesia le tiene que agradecer.
-¿Tiene la sensación de que el Papa Francisco y el emérito saben estar "en su lugar"?
-La Iglesia es una institución humano-divina, en la que las cosas siempre están en su lugar.
-¿Fallaron las quinielas?
-La prensa nunca acierta en los vaticinios sobre el nombramiento del nuevo papa, porque la Iglesia rompe todos los criterios que manejamos.
-¿Sorprendió mucho su elección?
-Sí, porque es el primer papa Jesuita, eso llamó mucho la atención; el primer papa latinoamericano, la iglesia deja de ser eurocéntrica y salta el océano Atlántico; el primer papa argentino, que como él dijo, lo fueron a buscar al fin del mundo. También es un papa que se ve que tiene ganas de cambio, para recentrar la Iglesia. El péndulo eclesial se había ido demasiado a la derecha. La Iglesia combina sabiamente los ciclos conservadores y progresistas. Después del largo ciclo conservador de Juan Pablo II, que culmina con Benedicto XVI, viene un ciclo progresista, de carácter moderado. El Papa Francisco no es ningún Che Guevara, sino un hombre que va hacer una revolución tranquila.
-Es una mezcla extraña, de un Jesuita -orden que representa el poder en la Iglesia- que adopta formas franciscanas, de humildad y sintonía con los pobres, por lo que no quiere ostentaciones en el cargo.
-Es una combinación seductora, desde el primer momento. Cuando sale al balcón de la logia pontificia, se inclina para pedir la bendición del pueblo, sin ningún tipo de parafernalia. Desde ese momento está seduciendo a la opinión pública, con esa mezcla tan explosiva, tan especial, tan seductora de unir el jesuitismo con lo franciscano. El nombre, Francisco, ya fue una especial bocanada y una marca de identidad para indicar por dónde iba a ir su pontificado. Con el nombre se gana Italia entera y el mundo, porque Francisco de Asís es el gran santo, un icono. Este papa es un hombre de carácter, que va a intentar renovar la Iglesia sumando, sin restar, para darle un nuevo impulso. Hemos superado la época en la que la Iglesia estaba a la defensiva, una Iglesia triste, que iba siempre con la doctrina por delante, que espantaba un poco a la gente joven, para presentar un cristianismo nuevo, seductor, que da respuestas a los problemas y a los interrogantes que se está haciendo la gente.
-¿Es como si fuera un jesuita arrepentido?
-Los jesuitas, desde Pedro Arrupe en adelante, tienen una especie de refundación para traspasar las fronteras. La compañía de Jesús sigue conservando un cierto poder, en el marco intelectual. Sigue apostando por formar élites en sus universidades, pero al mismo tiempo, desde Arrupe ha sabido dar el paso a la promoción de la justicia y a encarnarse en las periferias. Eso es lo que está repitiendo el Papa Francisco: "Salgan ustedes de las iglesias y vayan a las periferias de la humanidad, que es donde está el dolor, donde están los problemas de la gente". Pero además, este es un papa franciscano por naturaleza. No actúa, no lo hace por marketing. Esos gestos de sencillez, como ir a pagar la cuenta del hotel o llevarle una silla y un bocadillo al guardia suizo que está vigilando a la puerta y lo comparte allí con él, son cosas que hizo siempre. La gente que lo conoce, confirma que esto es lo mismo que hacía en Argentina, como arzobispo de Buenos Aires.
-Tiene una forma de ser que rompe moldes.
-El Papa Francisco es un párroco, como un cura de pueblo, cercano, sencillo, humilde, que escucha a la gente y sabe tratar a cada uno de una forma diferenciada. Yo creo que es un hombre muy bien formado, un hombre de carácter, un hombre de gobierno y muy espiritual, marcado por los 35 años que lleva de jesuita.
-¿Cuál es la profundidad de calado del nuevo papado?
-A mi me parece que es el Papa que estaba necesitando y que pedía a gritos la institución. Habíamos llegado a un clima en Europa de cisma silencioso. La gente se estaba yendo fuera de la Iglesia, sin dar portazos, hacia la indiferencia, porque la Iglesia no respondía a lo que estaban buscando. Esa hemorragia se va a parar con la llegada de este nuevo papa.
-¿Se encuentra con mucha resistencia?
-Sí, porque los movimientos neoconservadores tuvieron mucho poder, en exclusiva, y les va a costar trabajo compartir el espacio. El Papa Francisco está encontrando una oposición silenciosa que teme cambios.
Faro de Vigo
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