Roma, 24 de abril de 2013 - Con la intensificación del conflicto en Libia a principios de 2011, miles de inmigrantes que vivían en el país huyeron en penosos viajes a través del mar Mediterráneo. A pesar de los más de 1,3 mil millones de euros gastados por las autoridades italianas para alojar a los recién llegados, dos años después, muchas de estas personas necesitadas de protección internacional en Italia se encuentran todavía en condiciones precarias.
En vez de establecer un sistema nacional de acogida de refugiados, en los últimos años las autoridades han desarrollado una serie de estructuras aleatoriamente, saltando de una "emergencia" a otra. La llegada de solicitantes de asilo procedentes de Libia en 2011 no fue diferente.
El Ministerio del Interior italiano se negó a acoger a solicitantes de asilo procedentes de Libia en uno de los sistemas de recepción existentes, así que tuvo que ser el Departamento de Protección Civil, responsable de los desastres naturales y de otro tipo, el encargado de aplicar el Plan de Emergencia para el Norte de África. El plan puso a los 22.000 solicitantes de asilo, que llegaron de Libia entre el 12 de febrero de 2011 y finales de 2012, en centros de acogida por toda Italia donde recibieron cama y alimentos hasta que los centros se cerraron el 28 de febrero de 2013.
Los solicitantes de asilo fueron alojados por todo el país en hoteles, centros de acogida de ONG o donde hubiera espacio. Sin embargo, otro sistema de recepción en paralelo se había establecido, y se perdió una oportunidad de oro para corregir años de fracasos en la respuesta a las necesidades, entre otras, de vivienda y educación de los refugiados. En cambio, el Estado italiano perpetúa un sistema ineficiente que sigue sin priorizar la protección a largo plazo y la integración de los refugiados que viven en Italia.
"La emergencia del norte de África podría haber sido una oportunidad para repensar el actual sistema aprendiendo de las buenas prácticas desarrolladas por las autoridades regionales. En cambio, la experiencia ha terminado sin planificar, sin atender las necesidades de las personas asistidas, ni las del propio sistema, lo que lleva a la pérdida de los recursos ya gastados??", dijo Berardino Guarino, director de proyecto del JRS Italia.
No ofrecer soluciones sostenibles a los refugiados, ni tratar cada llegada como una emergencia a enfrentar, indica la falta de voluntad política que ha caracterizado la recepción italiana de los refugiados en la última década.
Una respuesta reiteradamente fallida. Según el JRS Italia, el Plan de Emergencia para el Norte de África nunca debería haber sido considerado como una sola emergencia, sino como una respuesta a una afluencia masiva de refugiados que refleja la difícil situación de miles de personas que llegan a Italia cada año.
Antes de las llegadas desde Libia, el sistema de recepción vigente era claramente insuficiente para satisfacer las necesidades de vivienda de los solicitantes de asilo que llegan a Italia. En los últimos cinco años hasta 2012, más de 100.000 personas han solicitado asilo en Italia. Sin embargo, el gobierno italiano sólo ha ofrecido alojamiento a unos 4000. Decenas de miles dependen de iglesias, amigos y organizaciones no gubernamentales para salir adelante. Hay pocas oportunidades de integración como un trabajo o aprender el idioma.
"La primera paradoja es que todos los que llegaron en ese período desde Libia tenían un lugar (donde estar) mientras que quienes llegaron de Afganistán u otros lugares tuvieron que seguir los canales habituales que siguen con insuficientes recursos y mal organizados", dice Berardino Guarino.
Las luchas por la integración. Aunque en el marco del Plan de Emergencia del Norte de África, recientemente puesto en marcha, se dio alojamiento a todos los recién llegados, sin oportunidades de integración que permitieran a los solicitantes de asilo valerse por sí mismos tras el desplazamiento, los esfuerzos no bastaban.
Ibrahim*, un trabajador inmigrante nigeriano de 29 años de edad, fue uno de los recién llegados que recibieron una cama en un refugio italiano. Como muchos otros refugiados, no tenía intención de venir a Europa hasta que la violencia en Libia se hizo insoportable.
Según Guarino, aproximadamente un millón de inmigrantes huyeron de Libia a los países vecinos; de estos, menos del 2,5 por ciento a Italia, cuando la violencia se hizo insoportable, la mayoría de los cuales eran varones subsaharianos que trabajaban en Libia.
"Cuando la gente comenzó a atacarse mutuamente... hui a Túnez para escapar de los problemas en Libia. En la frontera, los soldados libios me cogieron y durante dos días estuve en una habitación pequeña, como un centro de detención", cuenta Ibrahim, quien después viajó a Lampedusa, en Italia, en un viaje de dos días en la bodega del barco de un pescador, con el fin de solicitar asilo en Europa.
Luego lo enviaron a Civitavecchia, una ciudad portuaria italiana, a un centro con 500 personas con sólo una clase de dos horas de italiano para todos los refugiados. No había nada más que hacer después de la clase de la mañana, y estaba atrapado lejos del centro de la ciudad. Más tarde se trasladó a un centro similar en Roma, donde no se le ofreció ningún tipo de formación o educación.
Aunque Ibrahim ha sido reconocido como refugiado, después de haber vivido en Italia durante un año y medio aún lucha por encontrar una oportunidad para integrarse en la sociedad. Todavía está pendiente de que le atiendan de una dolencia persistente o de aprender el italiano necesario para poder competir en el mercado laboral.
Para aprender italiano, acude al programa de idiomas que imparte el JRS Italia en la Fondazione Il Faro, que también ofrece cursos a cientos de inmigrantes. Desde el centro hasta la escuela tiene que tomar varios medios de transporte público, pero para Ibrahim, vale la pena. Sin embargo, si los centros ofrecieran la enseñanza de idiomas, los refugiados no tendrían que depender de los proveedores de servicios y tendrían una mayor accesibilidad a la integración.
Aunque Ibrahim ha sido reconocido como refugiado, después de haber vivido en Italia durante un año y medio aún lucha por encontrar una oportunidad para integrarse en la sociedad. Todavía está pendiente de que le atiendan de una dolencia persistente o de aprender el italiano necesario para poder competir en el mercado laboral.
Para aprender italiano, acude al programa de idiomas que imparte el JRS Italia en la Fondazione Il Faro, que también ofrece cursos a cientos de inmigrantes. Desde el centro hasta la escuela tiene que tomar varios medios de transporte público, pero para Ibrahim, vale la pena. Sin embargo, si los centros ofrecieran la enseñanza de idiomas, los refugiados no tendrían que depender de los proveedores de servicios y tendrían una mayor accesibilidad a la integración.
Cuando se le preguntó acerca de su futuro, Ibrahim respondió: "Espero tener una buena salud, un buen futuro y conseguir un buen empleo."
Para los refugiados como Ibrahim, el Plan de Emergencia para el Norte de África no era más que un refuerzo de un sistema incapaz de hacer frente a los refugiados en el primer lugar. No tuvieron la posibilidad de conocer el idioma o de participar en cursos de formación, lo que hacía más difícil su autosuficiencia de cara al momento en que los centros se cerraran.
Hacia el futuro. "Dos años después, aún no han tenido la oportunidad real de llegar a ser independientes. El gobierno gasta mucho dinero de la recepción de solicitantes de asilo sin una idea clara de lo que quieren para el futuro. Con los datos en la mano, queda claro que el ritmo de llegadas de solicitantes de asilo es perfectamente manejable, pero aún estamos lejos de haber establecido un sistema de recepción unificado, integrado y flexible, adecuado a las necesidades de quienes llegan", dijo Guarino.
Más de un mes después del cierre de los centros, que era la única forma de asistencia a los recién llegados de Libia, muchas preguntas sobre su futuro han quedado sin respuesta.Dada la previsible inestabilidad política de los países del Mediterráneo y más allá, es improbable que el número de quienes buscan la entrada en Italia se reduzca drásticamente en un futuro próximo, y seguirá siendo necesario facilitar la integración de las personas que adquieran el derecho a permanecer en el país.
Hasta la fecha, han prevalecido las políticas nacionales de exclusión social y políticas internacionales que tratan de disuadir la inmigración. Unas políticas que prioricen la integración y la dignidad humana brindarían a los refugiados una mejor oportunidad de contribuir en la sociedad italiana. El futuro no está escrito en piedra.
Más de un mes después del cierre de los centros, que era la única forma de asistencia a los recién llegados de Libia, muchas preguntas sobre su futuro han quedado sin respuesta.Dada la previsible inestabilidad política de los países del Mediterráneo y más allá, es improbable que el número de quienes buscan la entrada en Italia se reduzca drásticamente en un futuro próximo, y seguirá siendo necesario facilitar la integración de las personas que adquieran el derecho a permanecer en el país.
Hasta la fecha, han prevalecido las políticas nacionales de exclusión social y políticas internacionales que tratan de disuadir la inmigración. Unas políticas que prioricen la integración y la dignidad humana brindarían a los refugiados una mejor oportunidad de contribuir en la sociedad italiana. El futuro no está escrito en piedra.
Angela Wells, Asistente de Comunicación del Servicio Jesuita a Refugiados Internacional
Servicio Jesuita a Refugiados
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