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Wednesday, April 03, 2013
"Los jesuitas fueron los grandes civilizadores"
Las misiones jesuíticas en tierras guaraníes a partir de la Conquista de América y el impacto de ese encuentro es la ruta que sigue Lucía Gálvez en De la tierra sin mal al paraíso, una investigación que pone el acento en la relación de dos cosmovisiones, donde el cristianismo para la historiadora "permitió el florecimiento cultural" de los pueblos indígenas.
El libro publicado por Aguilar en 1995 y reeditado este año, surgió a raíz de un discurso del ex arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, en el que habló sobre los santos rioplatenses.
"Me impresionó la fortaleza de esos hombres que venían de dos o tres a ayudar a los indígenas", cuenta la autora en entrevista con Télam.
Con un lenguaje sencillo y novelesco, Gálvez confecciona en base a textos de los propios jesuitas, investigaciones etnohistóricas y recopilaciones de las tradiciones orales todavía presentes entre los guaraníes, un estudio sobre la transculturación durante la Conquista de América y un recorrido sobre la evangelización de los grupos indígenas, liderada en estos casos por la orden jesuítica.
Gálvez plantea la historia de dos grupos: por un lado, los guaraníes seminómades, con movimientos impulsados por lo económico para la adquisición de nuevas tierras y lo religioso que implicaba la búsqueda de la tierra sin mal; y por el otro, la compañía de Jesús, una orden católica surgida en el siglo XVI con un cuarto voto, -además del de castidad, obediencia y pobreza- obedecer al Papa.
"Es una orden muy especial -completa Gálvez- que nace en una eclosión de conocimientos, de la transición de la Edad Media a la Moderna. La curiosidad científica estaba en su auge y los jesuitas eran muy curiosos, casi en términos antropológicos. El padre jesuita es un hombre práctico, didáctico y cultural".
Y continúa: "Cuando los jesuitas se encontraron con los tupies-guaraníes no hicieron borrón y cuenta nueva, ellos aceptaron sus plumas, sus colores, sus bailes, siempre que no practicaran la antropofagia, que creyeran en un solo Dios al que identificaron como Tupac y que fueran monógamos, que fue lo que más le costó porque las mujeres tenían valor de cambio".
La historiadora, autora de títulos como "Las mil y una historia de América", "Historia de la Casa Rosada" y "Diez lugares mágicos de la Argentina", asegura sobre los jesuitas: "Fueron los grandes civilizadores" y se anima a suponer "lo distinto que hubiera sido nuestro país teniéndolos como maestros de los indígenas, tal vez los hubiéramos independizado mucho antes".
Enviados por el Papa (primero a las Indias Orientales y luego a América, a la zona del Río de La Plata y México), el objetivo de la orden católica era catequizar a los guaraníes, aunque "estaban abiertos a recibir. Aprendieron uno de los otros, un ida y vuelta, eso es la santidad", opina la autora.
Antes de bautizarlos, cuenta Gálvez, los jesuitas decidieron brindarles un sustento económico: "darles buenos instrumentos para cultivar y enseñarles a recolectar. Los guaraníes no tenían ese concepto con la recolección, con lo que sobraba hacían una fiesta y los padres les enseñaron a ser previsores, a guardar para los tiempos difíciles".
Así, el libro da cuenta, desde la mirada de la autora, de la transformación que sufrieron los guaraníes con la evangelización, que se hizo eco en todos los planos del grupo, y propone una hipótesis sobre la fusión de ambas cosmovisiones, donde el mundo indígena y el jesuita se unen en una suerte de reciprocidad de saberes y aceptaciones.
Entre las cosas que les inculcaron, las artes cobran una especial atención: "En el plano musical fueron fantásticos. Les enseñaron, primero a los chicos y luego los padres se entusiasmaron, a cantar melodías nuevas y a tocar instrumentos como el arpa. Es imposible hablar de las misiones sin hablar de la música porque esta regía todos sus actos", señala Gálvez.
En ese sentido, la autora considera que el resultado de esa relación fue el florecimiento cultural, social y económico de las reducciones jesuíticas entre los guaraníes.
Y recuerda: "Fueron dos grupos que funcionaron bien, sus concepciones europeas fueron agradecidas; al contrario sucedió con núcleos nómades que fueron más difíciles porque primero había que sedentarizarlos".
A lo largo de los años, los jesuitas con su cuarto voto tuvieron un poder moral fundamental (la monarquía se confesaba con ellos) hasta que el rey Carlos III lanzó en 1767 la Pragmática Sanción, que los expulsó del territorio de la corona española - que ellos mismos habían convocado- por una puja de intereses.
"El mayor momento de gloria, escriben los jesuitas en sus cartas, fue cuando los guaraníes se rebelaron contra este tratado", cuenta Gálvez.
Y esta expresión de fraternidad, relata la autora, “fue producto del amor y la educación que transmitieron los padres católicos. A diferencia de otras órdenes, los jesuitas se revelaban con el poder. Protestaban por la encomienda y el tributo que debían pagar los guaraníes a la corona. Era un ida y vuelta".
En ese contexto de conquista, Gálvez diferencia la religión de la política: "Los jesuitas no fueron parte del colonialismo, aunque es muy difícil aislarse. Ellos ayudaron a los indígenas a valerse con sus armas, los instruyeron artísticamente. Es tener mala voluntad decir que fueron colonialistas", estima la autora.
"Fueron expulsados y enviados de regreso a sus hogares a pesar del enorme trabajo civilizatorio que hicieron. Siempre fueron calumniados, los acusaban de tener oro guardado; el oro que tenían era la educación que daban", resume.
Telam
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