Tuesday, August 20, 2013

El Papa de los "sin vacaciones"


Resulta gratificante saber que el Papa no se toma vacaciones. Está como tantos otros de nosotros, sin días de asueto, cargado con las tareas diarias del trabajo cotidiano y con el extra del verano en el que aprovechamos para realizar aquellas cosas que nos es imposible realizar durante el curso. Yo llevo sin viajar años, de manera que mis vacaciones se limitan a no estar esclavizada al horario laboral. En lo demás, mi vida se parece bastante a la de cualquier ama de casa. Dispongo de más tiempo, y aprovecho para la lectura y las relaciones humanas. También es tiempo de avanzar en la novela que estaba paralizada y apenas progresaba durante los periodos de navidad y pascua.
De manera que aún teniendo vacaciones, lo cierto es que una no descansa, tan sólo cambia de actividad. Los expertos indican que es un buen método para seguir activos sin ociosidades banales. Todos sabemos que hay tareas dedicadas al periodo de vacaciones, limpieza de armarios y cortinas, lustrado de altillos, pintores que dan una nueva pátina a las paredes, reformadores de muebles que la carcoma corroe sin piedad.
Las vacaciones sin huidas a paraísos artificiales, sin turismo por países exóticos, sin descansos en la intendencia diaria, son el pan nuestro de miles de españoles. No sólo tenemos que nombrar a los Rodriguez abandonados en el tórrido asfalto de una ciudad medio deshabitada. Ahora también podemos señalar a la cátedra de Pedro como el currante que apenas dispone de días de asueto, de verdadera desconexión con la ajetreada agenda de temas pendientes.
El Papa se hace por tanto uno de nosotros, de los que estamos en casa de guardia permanente. De los que nos dedicamos a vigilar a ancianos dependientes, de los que no tenemos segunda residencia donde pasar el verano. Ser uno de tantos, uno más de los nuestros, le honra y merece unas líneas. Se es Papa las veinticuatro horas del día y los trescientos sesenta y cinco días del año. Sin demasiadas concesiones para el ocio. Y eso le convierte en uno de los pobres del evangelio, en un hermano de los más desvalidos.
La crisis también convierte estos dos meses estivales en un periodo de pluriempleo, de entrar en la rueda de la fortuna del asalariado como camarero o dependiente. Si acaso me asusta que el fatídico dios Mercado siga apretando las tuercas para que el comercio trabaje todos los días del año. El domingo ha dejado de ser sagrado para los convenios laborales. Y mucho me temo que las vacaciones también sufran los recortes sin piedad ni escrúpulo de ningún tipo. Estos logros sociales están ahora padeciendo los envites de la avaricia de los poderosos. Quieren menos costes laborales para aumentar sus márgenes de beneficios, a eso le llaman competitividad y en términos económicos nos miden por la productividad. Dejamos de ser personas con familias para pasar a estar marcados a fuego por un número de identificación, aséptico e impersonal.
Espero que el Papa vuelva a clamar para humanizar el mercado laboral. Que levante la voz para que el trabajo vuelva a ser un derecho y no un sueño quimérico. Pero también es necesario denunciar a todos aquellos que no han querido contribuir a la riqueza común. Aquellos que no facturan y trabajan en negro, aquellos que se benefician de prestaciones sin aportar un solo euro al erario público. Hay mucho donde rascar y de dónde sacar mugre.
Mientras tanto defendamos los derechos, gocemos de los beneficios que otros tuvieron que lograr a base de reivindicaciones. Y gocemos del merecido descanso porque también Dios se tomo su día de asueto cuando vio que todo era bueno.

Carmen Bellver
Diálogo sin fronteras
RD

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