El Papa firmó el decreto sobre el martirio de un catequista laico asesinado en 1990 por haberse opuesto a la cacería de brujas
GIORGIO BERNARDELLI
Sudáfrica tendrá su primer beato. Y será un catequista laico, padre de familia, asesinado en 1990 por haberse manifestado públicamente en contra de la cacería de brujas. Entre los decretos de la Congregación para las Causas de los Santos aprovados por Papa Francisco en la audiencia concedida el jueves por la tarde al cardenal prefecto Angelo Amato figura el de Tshimangadzo Samuel Benedicto Daswa, un laico de la diócesis de Tzaneen, que será el primer sudafricano en llegar a los altares. La noticia se vuelve mucho más significativa si se tiene en cuenta que se trata de un cristiano asesinado hace apenas 25 años por motivos relaciondos con la brujería, argumento todavía candente en muchas zonas de África.
Tshimangadzo Daswa nació en la aldea de Mbahe el 16 de junio de 1946, en el seno de una familia que seguía los cultos tradicionales de la tribu de los Lemba. Al terminar la escuela, el chico comenzó a frecuentar a un grupo de católicos que se encontraban a la sombra de un árbol enorme. A los 16 años pidió que lo bautizaran y eleigió el nombre de Benedicto, como se llamaba su catequista. Además del nombre, asumió el lema del gran monje: “Ora et labora”. Obtuvo el diploma como maestro y comenzó a enseñar en la escuela de Nweli, de la que habría llegado a ser el director. Al mismo tiempo desempeñaba su servicio como catequista e incluso ayudaba cuando había que trabajar con los ladrillos para construir la que se convirtió en la primera Iglesia católica de la zona. En 1980 se casó con Shadi Eveline Monyai, con la que tuvo 8 hijos.
Siempre dispuesto a ofrecer su servicio a todos, Benedicto era una figura visible y respetada en su comunidad. Hasta que en enero de 1990 se abatieron sobre la región de Nweli tormentas fuera de estación. Muchas cabañas fueron alcanzadas por rayos. Según la cultura tradicional el hecho se debía a una maldición fruto de la brujería. Por este motivo, los líderes de la aldea decidieron llamar a un chamán para que identificara al culpable. Pero cuando Benedicto lo supo, trató de explicar que los rayos eran solamente un fenómeno natural y se negó a pagar la cuota exigida a cada familia para pagar los servicios del chamán: «Mi fe cristiana –dijo– me impide participar en una cacería de brujas».
Su gesto fue visto como una ofensa a la cultura tradicional. Pocos días después, el 2 de febrero de 1990, mientras volvía a casa a bordo de su vehículo, encontró el camino bloqueado con algunos troncos. Cuando descendió para quitarlos, salió una multitud amenazante de la selva. Los testigos cuentan que, cuando comprendió que lo iban a matar, se puso a rezar de rodillas.
Durante su funeral en la diócesis de Tzaneen lo veneraron como a un mártir. Y esto también explica la rapidez de su causa de beatificación: la investigación diocesana concluyó en 2010, y ahora, con la firma de Papa Francisco del decreto sobre el martirio, esta beatificación histórica, que adquiere una gran relevancia para toda África, se podrá celebrar dentro de pocos meses.
Vatican Insider
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