Friday, January 23, 2015

Francisco fustiga a la curia. Pero, ¡cuánta distancia entre las palabras y los hechos! por Sandro Magister



Se acerca la cumbre sobre la reforma del gobierno central de la Iglesia. Mientras tanto el Papa procede hacia adelante por su cuenta. En algunos casos, expulsando a los buenos y premiando a los malos 


ROMA, 23 de enero de 2015 – Hace un año el Papa Francisco reunió a los cardenales a puertas cerradas durante dos días con el fin de confrontarse sobre cuestiones relacionadas con la familia. Fueron dos días de fuego.

El próximo mes los reunirá de nuevo, esta vez para discutir la reforma de la curia, y también en esta ocasión habrá batalla.

Porque las ideas reformadoras que han surgido han sido muchas, y opuestas;  tantas como las cabezas de los nueve cardenales que asesoran al Papa, alguna de ellas incluso impresentable, como la de someter a un dicasterio de justicia en fase de constitución a los varios institutos y grados del sistema judicial vaticano, incluida la penitenciaría apostólica que juzga en foro interno. Con la ofensa horrible, si se pone en acto, de la división entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, prerrogativa de los Estados modernos a partir de Montesquieu.

Efectivamente, Francisco se ha tomado tiempo. Ha dicho que no concluirá la reforma antes de 2016. Y mientras tanto procede como un general de los jesuitas, decidiendo personalmente lo que es más importante para él, a pesar de la proclamada colegialidad de su gobierno.

En su felicitación por la Navidad a los jefes de la curia les echó en cara el diagnóstico catastrófico de sus "enfermedades", enumerando quince de ellas, una peor que la otra. Pero si después se ven los pocos casos de destitución y promoción que el Papa ha hecho hasta ahora, uno se queda asombrado.

El más ilustre de los destituidos es el cardenal Raymond L. Burke, gran canonista, al que los adversarios reconocen competencia y rectitud moral.

Mientras que el más increíble de los promocionados es monseñor Battista Ricca, llamado a Roma hace años por el servicio diplomático después de haber sido motivo de escándalo en tres nunciaturas distintas, la última la de Montevideo donde se había llevado a su amante, pero que milagrosamente volvió a hacer carrera al ser nombrado director de dos residencias romanas, la de via della Scrofa y la de Santa Marta y, sobre todo, por su amistad con muchos de los cardenales y obispos de todo el mundo que en ellas se hospedaban, incluido el que hoy es Papa y lo ha nombrado prelado del IOR, es decir, su hombre de confianza en el banco vaticano.

El propósito que Bergoglio expresó hace dos primaveras no ha tenido continuación hasta ahora: deshacer ese "lobby gay" que él había encontrado vivito y coleando en la curia.

Pero este pontificado, mucho más que con la curia, con quien innova es con el sínodo de los obispos.

Francisco ha hecho de él una estructura casi permanente, dando libre curso a discusiones que los Papas precedentes habían cerrado, como la de la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar y, en definitiva, la admisión o no de las segundas nupcias, lo que ha hecho nacer una batalla muy encendida entre corrientes opuestas en la que sobre todo los obispos de las "periferias", especialmente de África y de Europa del este, son totalmente contrarios al divorcio, como también al reconocimiento de las uniones homosexuales.

Pero al final, tras la asamblea sinodal del próximo octubre, será el Papa quien decida, como monarca absoluto, y así lo ha confirmado citando el código de derecho canónico.

Es evidente que sus simpatías son para el ala progresista, capitaneada por los cardenales alemanes, y para la praxis tolerante de las Iglesias ortodoxas de Oriente, que ya bendicen las segundas nupcias.

Pero Francisco dice también que está fascinado por Pablo VI y sigue citando como modelo de coraje profético la encíclica "Humanae vitae", con la que ese Papa condenó los anticonceptivos, aprobando sólo los métodos naturales de control de la natalidad.

Lo ha hecho por enésima vez en Manila hace pocos días, recalcando sin embargo que Pablo VI era también "muy misericordioso hacia los casos particulares y pidió a los confesores que fueran muy comprensivos".

Y probabilmente acabará así: Francisco mantendrá firme con palabras la doctrina católica de la indisolubilidad y, al mismo tiempo, animará a los obispos y al clero a tener compasión y comprensión "pastoral", es decir, práctica, hacia los matrimonios fracasados y rehechos.

Pablo VI, que ha sido proclamado beato en el ultimo sínodo, recibió un diluvio de críticas fuera y dentro de la Iglesia a causa de la "Humanae vitae".

A Francisco podría sucederle lo contrario, con su aparente dar satisfacción tanto a los intransigentes como a los innovadores.


Chiesa

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