Hoy, 26 de abril, la Iglesia conmemora el nacimiento para el cielo de SAN ANACLETO ó CLETO, quien muriera en el año 88 en la ciudad de Roma. Nacido en el Siglo I en esta ciudad, fue el tercer Papa de la Iglesia, después de San Pedro y San Lino. La Iglesia desde muy antiguo lo proclamó Santo, pero desde 1969 su culto se ha suspendido, dadas las dificultades históricas que envuelven su persona. Unidos pues a todos los que sostuvieron la antorcha de la fe en Cristo en lo difíciles primeros años de la Iglesia, brindemos nuestro vivo aplauso a San Anacleto, Papa.
Meditación
Tuve la alegría de conocer personalmente a Pedro, de quien recibí la ordenación episcopal. Lo admiraba por su entereza, franqueza, fidelidad a la misión que le encomendó el Maestro Jesús. Las circunstancias de la época muchas veces nos obligaron a vivir en clandestinidad ya que no nos permitían realizar abiertamente nuestras actividades apostólicas. Sentíamos muy fuerte y cercana la presencia del Espíritu Santo que el Maestro nos dejó antes de partir y esto nos impulsaba a misionar de pueblo en pueblo, a predicar, enseñar y bautizar. Ardía en nuestro corazón el deseo de llevar a todos la Buena Noticia. Mi padre vivía en el barrio patricio de Roma, no lejos del senador Pudente quien albergó a Pedro. Vespaciano y Tito gobernaban entonces el Imperio Romano. A la muerte del Papa Lino, la comunidad cristiana se fijó en mi para sucederle. Sentía que una verdad nueva se abría paso: la verdad dejada por el Señor a Pedro. Acepté el cargo confiando en la fuerza que venia del Espíritu del Señor, presente entre nosotros. Uno de mis primeros actos como Papa fue dedicar la primera memoria sobre la tumba de Pedro, en la colina Vaticana en donde fuera martirizado. - Allí, con el tiempo se construiría una gran basílica en su honor para la admiración de todo el mundo - Uno de mis más grandes dolores fue recibir la noticia de la destrucción de Jerusalén por el ejército de Tito. Muchos judíos fueron traídos hasta Roma como esclavos. Qué otra cosa hubiera podido hacer sino recibirlos con brazos de padre, como estoy seguro, el mismo maestro Jesús hubiera hecho también.
Radio Vaticano
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