Tuesday, September 16, 2008

Juan Pablo II rehabilitó ya a Darwin en 1996


Cuenta José Manuel Vidal en El Mundo que al anglicanismo se lo conoce en el universo cristiano como «la Iglesia laboratorio», porque va por delante, ensayando lo que, décadas después, aceptan las demás confesiones. Pero esta vez la Iglesia católica se le adelantó. Gracias al carismático Juan Pablo II que, ya en 1996, entonó uno de sus muchos mea culpa y rehabilitó al teórico de las especies.

Cuando, en 1859, Charles Darwin acuñó el evolucionismo, la Iglesia puso el grito en el cielo y tachó su teoría de «quimera de un ateo blasfemo». El evolucionismo fue tajantemente rechazado por la Iglesia hasta el pontificado de Pío XII, el primer Papa que dejó entrever la posibilidad de que no fuese absolutamente incompatible con la fe.

Pero el Pontífice que tuvo el arrojo de pedir perdón y rehabilitar a Darwin fue Juan Pablo II, el Papa perdonador. El 24 de octubre de 1996 Wojtyla reconoce públicamente que el evolucionismo es «más que una hipótesis».

Algunos fundamentalistas católicos se escandalizaron. Y es que, durante muchos siglos, la Iglesia había sostenido y explicado el origen del Universo y el origen de la especie humana ateniéndose literalmente al relato bíblico del Génesis, en el que Dios crea el mundo en siete días y al hombre del barro de la tierra.

A partir del Concilio Vaticano II (1962-1965) y sobre todo de la explicitación del Papa Wojtyla, la fe cristiana no tiene dificultad en asumir el evolucionismo. Con una condición: que se admita una acción peculiar de Dios que determina el paso de lo que es animal o lo que es persona mediante la infusión del alma humana.

Lo que en ningún caso puede admitir un cristiano un evolucionismo puramente materialista, que no explica la diferencia esencial entre el hombre y los demás seres inferiores.
Periodista Digital

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