Sunday, July 05, 2009

La homilía de Betania: SER PROFETAS EN MEDIO DEL MUNDO

Por José María Martín OSA

1.- Profeta es el que denuncia la injusticia y el pecado, es el que anuncia la buena noticia. Sin embargo, estamos acostumbrados a creer que un profeta es alguien que adivina el futuro. No es fácil la labor del profeta, pues muchas veces es incomprendido y perseguido. Los falsos profetas se dejan alagar por el éxito o el poder. Son aquellos que dicen a los poderosos lo que quieren oír.


El verdadero profeta es aquél que dice palabras que escuecen, no busca la fama ni el éxito, ni los honores, sino sólo quiere ser fiel a la palabra que ha recibido de Dios. Ezequiel es un verdadero profeta en medio de un pueblo “testarudo y obstinado. Pero Dios le presta su apoyo y le dice que no se desanime, pues al final se cumplirán sus palabras. Ezequiel es el profeta de la esperanza. Todos reconocerán que “hubo un profeta en medio de ellos”.



2.- Nadie es profeta en su tierra. Jesús tampoco es valorado por sus paisanos. Jesús comentó amargamente: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio». Esta frase se ha convertido en proverbial: nadie es profeta en su tierra. Pero esto es sólo una curiosidad. El pasaje evangélico nos lanza también una advertencia implícita que podemos resumir así: ¡atentos a no cometer el mismo error que cometieron los nazarenos! En cierto sentido, Jesús vuelve a su patria cada vez que su Evangelio es anunciado en los países que fueron, en un tiempo, la cuna del cristianismo. El episodio del Evangelio nos enseña algo importante. Jesús nos deja libres; propone, no impone sus dones. Aquel día, ante el rechazo de sus paisanos, Jesús no se abandonó a amenazas e invectivas. Dios tiene mucho más respeto de nuestra libertad que la que tenemos nosotros mismos, los unos de la de los otros. Esto crea una gran responsabilidad. San Agustín decía: «Tengo miedo de Jesús que pasa». Podría, en efecto, pasar sin que me percate, pasar sin que yo esté dispuesto a acogerle.



3.- También nosotros debemos ser profetas, consagrados como tales en nuestro Bautismo. Ser profeta es anunciar la Palabra de Dios. Hoy hacen falta profetas que testimonien con su vida la verdad del Evangelio. Parece que hay un déficit de profetismo en nuestra Iglesia. ¿Dónde están los profetas?, es la pregunta que se hacía el cantautor Ricardo Cantalapiedra y la que tenemos que hacernos todos nosotros. ¿Hoy, qué hacemos con Jesús, con su mensaje, y con su testamento de amor?


Jesús sigue siendo admirado por muchos. Jesús sigue siendo predicado en miles de iglesias. Jesús sigue siendo invocado por muchos y está en la boca de muchos hombres y mujeres, ¿pero en cuántos corazones está vivo? ¿Cuántos creen en Él? ¿Cuántos aman, sirven y viven como Él? Muchos piden el bautismo de Jesús, pocos lo piden para nacer al hombre nuevo que es Jesús. No basta admirar a Jesús, hay que creer en Él. Y creer es seguirle y seguirle es transformarse en Jesús. Los paisanos de Jesús le rechazaron porque conocían muy bien a sus parientes…Nosotros rechazamos a la iglesia de Jesús porque conocemos muy bien sus pecados… Hemos de recuperar nuestro sentido profético, necesitamos personas que vayan abriendo camino y que nos den fuerza para caminar. No admires, cree. No critiques, edifica. No busques, ama.

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