Friday, September 25, 2009

España: Rouco no quiere que los curas casados celebren misa

En el mundo, los curas casados son unos 150.000

Dos de cada diez sacerdotes españoles (unos 5.500) están casados


José Manuel Vidal, 25 de septiembre de 2009

El cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela, no quiere saber nada de los curas casados y secularizados. Y menos que celebren misa. De ahí que "para evitar la confusión de los fieles", el arzobispado madrileño haya publicado una nota en la que recuerda que la Iglesia "prohíbe expresamente ejercer el ministerio sacerdotal a los sacerdotes secularizados o que han contraído matrimonio".


Hace unos días, diversos medios de comunicación publicaban que dos de cada diez sacerdotes, es decir el 20% del clero español, están casados y secularizados. En números redondos, serían unos 5.500 curas. Sólo en España. En todo el mundo se calcula que el número de los curas casados podría rondar los 150.000.


Muchos de ellos colgaron, junto a la sotana, su relación con la Iglesia. Pero otros muchos siguen reivindicando, desde la época del Concilio Vaticano II, la abolición del celibato obligatorio y, por lo tanto, la vuelta al ejercicio ministerial de los curas casados que quieran regresar.


Hay también otro colectivo de curas, casi todos pertenecientes al Movimiento pro celibato opcional (Moceop) que ha optado no sólo por la reivindicación teórica, sino también por la política de los hechos consumados. Y algunos ejercen como curas. En pequeñas comunidades o en parroquias de barrio de diversas partes de España. Y no digamos en el extranjero, donde es habitual que los curas casados sigan ejerciendo el ministerio, ante la escasez de vocaciones y la vista gorda de los obispos.


Como representante de este colectivo, Julio Pérez Pinillos, aseguraba en diversos medios que él, entre otros, ejercía como sacerdote en Vallecas. "Porque ahora toca abrir camino", decía.
El arzobispado de Madrid ha salido de inmediato al paso "ante algunas declaraciones recientemente realizadas en medios de comunicación de amplia difusión". Y lo primero que dice, en su nota, es que "la Iglesia prohíbe ejercer el ministerio sacerdotal y, por tanto, celebrar la Santa Misa asi como los demás sacramentos a los sacerdotes secularizados o que han contraído matrimonio, abandonando así sus compromisos sacerdotales".


Tras reprochar a los curas casados el que hayan roto sus compromisos y una vez sentada la praxis general de la Iglesia católica, la nota pasa a examinar el caso concreto de Madrid y asegura que en la archidiócesis, "cuando se verifica esta situación, las autoridades eclesiásticas comunican inmediatamente dicha prohibición al interesado".


A pesar de las afirmaciones públicas de Julio Pinillos, el arzobispado de Madrid asegura que no tiene "constancia de que ningún sacerdote que se encuentre en esa situación celebre los sacramentos en alguna iglesia o lugar de culto de la archidiócesis".


Por último, el comunicado del arzobispado de Madrid insiste en recomendar a sus curas, en el Año Sacerdotal, "un generoso y renovado impulso de los ideales de total donación a Cristo y a la Iglesia, condición esencial para ejercer responsablemente el ministerio sacerdotal".



El viejo debate sobre el celibato

El debate sobre el celibato comenzó en los años 60, cuando la mitad de los seminaristas españoles estaban a favor del celibato opcional. Eran los tiempos del "aggiornamento" conciliar. Incluso la opinión pública española, tal vez influenciada por los nuevos aires que trajo el Vaticano II, era mayoritariamente partidaria de que los curas pudiesen casarse.


Desde entonces, este porcentaje no ha cesado de crecer. En todas las encuestas que se realizan en España, en torno al 75-80% de los encuestados se manifiesta a favor del celibato opcional y de lo curas casados.



No es un dogma

El celibato no es un dogma, sino una ley eclesiástica, que igual que se aprobó se podría abolir. Jesucristo nunca dijo que sus discípulos tenían que ser célibes. De hecho, Pedro, el jefe de los apóstoles, estaba casado. En los primeros siglos de la Iglesia, los sacerdotes, e incluso los obispos, eran casados o solteros, indistintamente. El propio San Pablo sólo les pide a los obispos que "sean hombres de una sola mujer".


Durante más de un milenio hubo sacerdotes casados y célibes. En el siglo IV se exigió a los sacerdotes que se abstuviesen sexualmente la noche antes de celebrar la eucaristía. Cuando la Iglesia introdujo la misa diaria, el precepto de abstinencia se convirtió en obligación continua. La justificación fue la "pureza ritual": cualquier actividad o experiencia de placer sexual es incompatible con el contacto con el pan eucarístico.


Al no conseguir la imposición de la continencia sexual y ante el consiguiente fracaso de todas las sanciones al respecto, el segundo Concilio de Letrán, en el año 1139, promulgó la ley del celibato.

"La ordenación sacerdotal se convierte en impedimento matrimonial", reza el canon VII de dicho concilio.


La razón principal para promulgar esa norma fue de índole económica: los curas casados repartían la herencia entre sus hijos, empobreciendo así el patrimonio de sus diócesis y de la Iglesia.


A pesar de la promulgación de la ley del celibato, en el año 1500 la mayoría de los curas seguían manteniendo "relaciones parecidas al matrimonio". Hay que esperar al Concilio de Trento (mediados del siglo XVI) para que la disciplina eclesiástica del celibato se imponga. Con algunas excepciones. Por ejemplo, Pío IV pensó en dispensar del celibato a los sacerdotes alemanes a ruegos del emperador.


Con altibajos, desde entonces el celibato se impuso en la Iglesia católica de rito latino. Porque, en la Iglesia católica de rito oriental rige el celibato opcional, así como en todas las demás confesiones cristianas: protestantismo, anglicanismo e Iglesia ortodoxa.



Los pros y los contras de la ley del celibato

Los contras

1. Es una ley obligatoria, impuesta, cuando la verdad es que se trata de un «carisma», que, por definición, tiene que ser libre.


2. San Pedro estaba casado y San Pablo recomienda a los obispos que «sean hombres de una sola mujer». Sólo en el siglo IV, la Iglesia exigió a sus curas la abstinencia sexual.


3. Es una ley de la Iglesia y, por lo tanto, en cualquier momento el Papa la puede modificar.


4. La ley del celibato puede hacer perder vocaciones sacerdotales.


5. Todas las demás confesiones cristianas (protestantes, anglicanos y ortodoxos) e, incluso, los católicos de rito griego admiten a los curas casados.


6. A lo sumo tendría que ser algo opcional.


7. Los curas estarían más en contacto con la realidad de la gente y de las familias.


8. El celibato obligatorio es inhumano.


9. La soledad es dura y «mala consejera». Casándose se evitarían los «escándalos sexuales» de los curas.


10. Los curas célibes, como las prostitutas, tienen que querer a todos, pero a nadie en especial.


11. Hay muchos cristianos que, por culpa de la ley del celibato, no pueden tener acceso a la Santa Misa.


12. La mayoría de los fieles tiene preferencia por los curas casados.



Los pros

1. Es una ley aceptada libremente por los que se ordenan sacerdotes según el rito católico-romano.


2. Jesucristo, Sumo y Eterno sacerdote fue célibe.


3. Es una ley eclesiástica, pero con el enorme peso de la tradición de muchos siglos a las espaldas.


4. Existe la posibilidad de que su abolición pudiera acarrear serios problemas a la Iglesia.


5. Las confesiones que admiten el matrimonio de sus ministros no tienen más vocaciones que la Iglesia católica.


6. Si se autorizase el matrimonio para los sacerdotes, la sospecha de homosexualidad caería posiblemente sobre los que no se casasen.


7. Tener que ocuparse de una familia haría a los sacerdotes menos libres y tendrían menos disponibilidad para dedicarse por completo al Reino de Dios.


8. Resultaría mucho más costoso. ¿Cómo iba a mantener la Iglesia no sólo al cura sino también a su familia?


9. El sacerdote nunca está solo. Tiene siempre la compañía de Dios, de la Virgen y de sus fieles.


10. Como Cristo, que quiso a todos por igual.


11. Su ausencia se puede suplir con celebraciones de la palabra, presididas por laicos.


12. Pero los restantes clérigos podrían escandalizarse y la Iglesia tiene que evitar siempre el peligro del escándalo.


RD

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