Este es un espacio para alimentar y vitalizar la dimensión espiritual y humana de las personas comprometidas con la construcción de una sociedad más humana, justa y solidaria. Todos somos peregrinos. "sal de tu tierra, de tu casa y vete a la tierra que yo te mostraré; haré de tí una gran nación y te bendeciré." (Gén. 12, 1 ss)
Sunday, April 17, 2011
Comentario para la 1a. y 2a. lectura por José Enrique Galarreta SJ
Domingo de Ramos ciclo A
LECTURAS
La celebración del Domingo de Ramos parece contradictoria. La procesión de ramos es festiva, brillante, casi con un tono infantil de palmitas y hosannas. Pero empieza la eucaristía y nos endosan un relato trágico, la Pasión. ¿El triunfo y el fracaso?
Y es que leemos mal el relato de la entrada. No es una entrada triunfal sino mesiánica. Y el Mesías no es un rey triunfador sino un profeta que va a ser rechazado y crucificado. Jesús montado en un miserable burro, clamado por unos cuantos galileos entusiasmado ante el asombro de la gran ciudad indiferente.
Por eso, Jesús entra en Jerusalén llorando, en una entrada mesiánica, no davídica, sabiendo que la ciudad le va a rechazar, le va a matar, va a perder su última oportunidad. Jesús entra en Jerusalén porque se ha decidido a dar la vida. Celebramos con palmas al crucificado, no al rey Herodes.
Las lecturas lo expresan muy bien:
ISAÍAS 50, 4-7
Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado para saber decir al abatido una palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído para que escuche como los iniciados. El Señor Dios me ha abierto el oído y yo no me he rebelado ni me he echado atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos ni salivazos. Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido; por eso ofrecí mi rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado.
Es decir, Mesías que no esperaban, el Mesías que no viene a reinar sino a sufrir. Difícil mensaje para los de su tiempo y para nosotros.
Se trata del "tercer cántico del Siervo". Es la perfecta introducción al relato de la pasión, y la corrección más enérgica a todo sentido externamente triunfal del Reino de Cristo. Nos sirve como una perfecta lectura profética de la Pasión, e incluso del drama de la angustia de Getsemaní y del desamparo de la cruz.
El triunfo de Jesús es la resurrección, no el reconocimiento exterior de la nación judía, ni de los pueblos del mundo. El triunfo de Jesús es que el Espíritu es en él tan fuerte que le hace capaz de arrostrar la cruz.
FILIPENSES 2, 5‑11
Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo: El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz.
Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SEÑOR para gloria de Dios Padre.
El crucificado es el Señor. O mejor, nuestro Señor es un crucificado. Consecuencia, a ver si tenéis los mismos sentimientos, los mismos criterios, valores y estilo, que el crucificado.
Pablo nos da una muestra perfecta de las dos cristologías, ascendente y descendente, en un mismo texto. Partiendo de la preexistencia del Verbo, Pablo hace una teología del anonadamiento de Cristo:
condición divina à kenosis à hasta la cruz
Y al final del texto, partiendo de su condición humana, se eleva hasta la proclamación de su fe:
condición humana à exaltación por Dios à Dios le hace Señor.
Influidos por el predominio casi exclusivo de la primera en los textos litúrgicos, corremos el peligro de desacuerdo con la sensibilidad del pueblo cristiano que recupera hoy con fuerza la cristología de "el hombre lleno del Espíritu".
Sería inteligente procurar que los cristianos recuperen la fe en la divinidad de Jesús partiendo de su humanidad = descubrir a Dios en ese hombre. De no recorrer este camino, es más que probable que estemos transmitiendo o admitiendo una concepción divina de Jesús que puede calificarse de mítica.
Y es precisamente en la Pasión donde se nos ofrece el test perfecto de nuestra fe en Jesús. Resumiendo y para no repetir una vez más lo que tantas veces proclamamos: toda cristología que tropiece con la agónica oración de Getsemaní o con el desamparo de la cruz, es sospechosa.
Sospechosa de las más vieja tentación de las primeras comunidades: el docetismo y sus consecuencias (por ejemplo, la tan usada y tan peligrosa expresión: "en cuanto Dios" ß à "en cuanto hombre")
José Enrique Galarreta, S.J.
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment