¿Algún sacerdote ha sido fundamental en tu vida? Cuéntanos su historia en RD
Sacerdotes rurales, urbanos, ancianos, jóvenes curas, religiosos…
Todos tenemos un cura en casa. Un tío, un primo, un hermano, un amigo… Por no hablar de aquellos que fueron sacerdotes y, tras diversas vicisitudes, abandonaron el sacerdocio. Según datos de la Conferencia Episcopal, el número de sacerdotes incardinados en las diócesis españolas asciende a 18.633, que se ocupan de 22.686 parroquias. A ellos hay que sumarles buena parte de los 11.466 religiosos que, amén de su vocación, están ordenados. Otros 900 realizan su labor en los llamados “territorios de misión”.
Ser cura, hoy, no es fácil. La creciente secularización, unida a los recientes escándalos de abusos sexuales y la mala imagen de la jerarquía eclesiástica. Los hay de todo tipo y condición: curas urbanos en parroquias obreras, sacerdotes que trabajan con los más miserables de la sociedad, párrocos de iglesias ricas, curas rurales, de diócesis pequeñas, muchos de los cuales pasan horas conduciendo de parroquia en parroquia para que nadie se quede sin los sacramentos…
La edad media de los sacerdotes va subiendo, y ya supera los 65 años. Pese a que más de un millar de jóvenes se preparan en nuestro país para ser sacerdotes, el relevo generacional no está, ni mucho menos, asegurado
Carlos Mendo Herrán, de 32 años, es cura desde hace seis. El último ordenado en la diócesis de Álava. El más joven. Y, claro, tiene carné y coche propio. De hecho, tiene un suplemento salarial para gasolina. Un domingo Mendo dice misa de nueve en el convento de clausura de las Agustinas en Artziniega (Álava) -es párroco a medias con otro compañero en ese y otra docena de pueblos del valle de Ayala-, luego coge el coche y va al santuario de la Encina, del siglo XV, para la misa de mediodía. La oficia, coge el coche y conduce hasta la parroquia del cercano Llanteno para misa de una. El domingo siguiente José Luis Rodríguez López, de 70 años, hace esa ruta y Mendo la otra: la parroquia del pueblo, la residencia colegio de Menagarai y Añes. "La misa es de media hora larga, da tiempo justo de ir de un lado para otro", asegura Mendo.
En el otro extremo se colocan curas como Serafín o Rafael Artola, sacerdotes que en las últimas semanas han cumplido el centenario. Serafín ha cumplido cien años y desde hace 75 oficia misa en la localidad pontevedresa de Teis. Sigue trabajando desde su silla de ruedas y, a pesar de su avanzada edad, no necesita gafas para leer las Escrituras.
Cumplido el siglo de vida, Serafín sigue jugando al dominó y disfrutando de los partidos de fútbol. Cuando era joven, le llamaban «Mister cura» porque era bien parecido. Sus feligreses lo adoran. Una de ellas recuerda que fue el sacerdote que la bautizó, le dio la primera comunión y le casó. Otra reconoce: «Siempre está rezando el Rosario y a veces se queda dormido».
Rafael Artola también se convirtió en centenario hace unas semanas. Nació 'enchufado a los altares', en la calle Mayor de Hondarribia, junto a la Iglesia de la Asunción y del Manzano, y su familia, católica y cristiana, apuntaba hacia la religiosidad. De nueve hermanos dos han sido monjas, él sacerdote y su padre ejerció como sacristán en Bayona. Hermano de Fernando Artola, 'Bordari' -escritor del Bidasoa- y tío de Txomin Artola, cantante vasco, el sacerdote hondarribiarra Rafael Artola Sagarzazu cumplió cien años en la residencia del Seminario Diocesano de San Sebastián, donde reside desde su jubilación y en la que recibió un homenaje.
Acacio Pastrana, de León, atiende a tres pueblos: Carrizo de la Rivera, La Milla del Río, y Villarotel. “Por las mañanas hago oración y labores de despacho, que siempre hay que hacer. Por las tardes, dos días a la semana, voy a la formación permanente en León, y al movimiento HOAC; también visito a las familias y a los enfermos; después, un día a la semana, voy a la parroquia del pueblo más pequeño, además del domingo, y casi todos los días voy a la otra. Tenemos un coro, que coordino, y tengo reuniones con catequistas y Consejos parroquiales, para coordinar y programar actividades. También está la pastoral de calle: hablar con la gente, tomarte un café con ella... Pienso que hay que estar con todo el mundo, vengan o no a la iglesia, prestar un servicio de escucha, de entrega… Creo que no hay un planteamiento serio de una pastoral de conjunto para cumplir objetivos, especialización… Aunque últimamente parece que se quiere hacer algo. Nos están haciendo una encuesta para ver la situación que tienes, si estás contento donde estás, con los compañeros, si querrías cambiar, que nos manda el Vicario General, porque al obispo le interesa conocer la situación”.
“Lo mejor es que puedes estar muy cerca de la gente, llegar a conocerles, que te puedan comentar cualquier problema… Con cercanía. Y estar en la realidad, con los problemas de la gente… Para mí, eso es lo mejor de la opción por lo rural. Lo difícil es cambiar la mentalidad de las gentes, que salgan de sus tradiciones, sus estructuras cristianas de antes, pues suele ser gente mayor, y desde ahí lo difícil está en iniciar una pastoral cristiana, con un compromiso transformador, que se sientan protagonistas de un proceso de renovación… La gente está muy desmotivada para el cambio y el compro-miso, especialmente los jóvenes”.
¿Y usted? ¿Conoce a algún cura cuya historia merezca la pena ser contada? Escríbanos asugerencias@religiondigital.com
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