El comienzo de un nuevo año es un momento para repensar nuestra vida. Aunque nuestro cuerpo esté envejeciendo, nuestra mente puede estar siempre joven. Dios siempre piensa así, pues Dios es joven y siempre está en el presente. Cuando leemos los Evangelios vemos que Jesús vivió totalmente en el presente; estaba preparado para cada momento. Podemos pensar que algo nuevo pertenece al futuro; que el próximo año será nuevo, incluso el día de mañana. Pero nada puede ser nuevo, excepto el ahora.
Es estimulante poder vivir de esa manera.
La oración nos invita siempre a una vida nueva. La oración nunca deja que al Espíritu quieto, salvo en la quietud del amor. El nuevo año nos invita a crear algo nuevo cada día: la novedad del amor, de la alegría, y a veces de la fortaleza. Vivir para el día es llevar una vida siempre nueva. La oración nos lleva a lugares del Espíritu donde la energía nos rodea, como las flores reviviendo luego de una sequía, o como un computador reiniciándose, o un paciente recibiendo terapia. La oración es el espacio donde le confiamos, a la memoria de Dios, los recuerdos que nos duelen. Permitimos a la Misericordia y la Gracia de Dios, que renueve todas las cosas.
Si, como miembros de la comunidad de Espacio Sagrado somos renovados en la Gracia de Dios, entonces todo lo que toquemos se renovará. Será bueno darnos tiempo para orar – incluso un poco cada día – a lo largo del Año Nuevo. Y cada uno de nosotras y nosotros podríamos comentar las riquezas de nuestro Espacio Sagrado, por lo menos a una persona durante esta semana.
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