La Cuaresma es un tiempo para mirar. Esta es la propuesta que me brota por dentro. Es un tiempo para convertir la mirada al estilo de Jesús, para pasar esta temporada fijándonos en lo que vivimos, en aquellas cosas que forman parte de nuestra vida.
La Iglesia nos propone el ayuno. No sé si la novedad está en reducir lo que comemos, lo que ingerimos casi por intuición mecánica. Pero también el ayuno tiene que ver con la mirada. Con mirarse a uno mismo. Con fijarse en aquello que nos alimenta. El ayuno, puede ser quizás, la práctica de mirarnos con más compasión. O con quitarnos de nosotros aquella mirada que nos destroza por dentro. Que nos hace daño. Que nos impide ser nosotros mismos.
La otra propuesta es la limosna. Dar lo que tenemos; no lo que nos sobra, se nos recuerda. Pero dar limosna tiene que ver con cómo miramos a los que tenemos al lado. Tiene que ver con regalar al otro una mirada de consuelo, de acogida, de sonrisa. Una mirada que transmita en este tiempo que la Vida con mayúscula es posible. Esto es darte.
Y cómo no, la propuesta por excelencia para este tiempo. Esa que no podemos olvidar. La oración. Y ahora, va uno y hace un poco de silencio. Deja retumbar dentro de sí la pregunta ¿y tú desde dónde miras? Lo que la Iglesia nos propone para la Cuaresma es que seamos capaces de mirar desde Dios. Que fijándonos en el Señor Jesús, seamos capaces de mirarnos con más bondad, de mirarles con más cariño.
Cuaresma es un tiempo para dejarnos mirar por Dios, para descubrir la mirada en cada hermano y aprender nosotros a mirar como Dios mira… porque una mirada suya, bastará para convertirme y creer en el evangelio, en Buena Noticia.
David Cabrera sj
pastoralsj
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