HAITÍ
Población: 10.664.000 h.
IDH: 0,454
La guinda
Somos lo que comemos –dicen– pero también podemos pensar lo contrario: que somos lo que no comemos, lo que desaprovechamos.
Y digo esto pensando en mi estimado Jaume. Cuando nos reunimos para alguna celebración familiar la guinda de los pasteles siempre queda apartada en un rincón de todos los platos de los comensales. Excepto en el de Jaume que se las come, explicando que le gustan. Pero creo que miente. Porque cuando pasa por casa y le regalamos pan para que alimente a los pájaros de su jardín nos dice que no está lo suficientemente duro, que sigue siendo comestible, y se lo come. O porque los plátanos que mis hijos dicen que ya están demasiado maduros, casi negros, él sigue considerando que son una buena merienda, que no se pueden echar a perder, y se los come. Por los mismos motivos argumenta que los yogures, diga lo que diga el envase, no caducan nunca, que eso son mentiras de los fabricantes.
Y sí, como yo pensaba, sentados viendo un documental sobre el brutal derroche de alimentos que nuestra sociedad practica, el 50% de todo lo que se produce, me ha confesado que no le gustan esas cerezas confitadas de los pasteles, pero que en su casa, la posguerra y las penurias, les enseñaron a no desperdiciar nada.
Como banquero jubilado saca rápidamente la cuenta: la mitad del hambre de tantas personas en Haití, Congo o Sierra Leona se acumula en nuestros vertederos.
Y digo esto pensando en mi estimado Jaume. Cuando nos reunimos para alguna celebración familiar la guinda de los pasteles siempre queda apartada en un rincón de todos los platos de los comensales. Excepto en el de Jaume que se las come, explicando que le gustan. Pero creo que miente. Porque cuando pasa por casa y le regalamos pan para que alimente a los pájaros de su jardín nos dice que no está lo suficientemente duro, que sigue siendo comestible, y se lo come. O porque los plátanos que mis hijos dicen que ya están demasiado maduros, casi negros, él sigue considerando que son una buena merienda, que no se pueden echar a perder, y se los come. Por los mismos motivos argumenta que los yogures, diga lo que diga el envase, no caducan nunca, que eso son mentiras de los fabricantes.
Y sí, como yo pensaba, sentados viendo un documental sobre el brutal derroche de alimentos que nuestra sociedad practica, el 50% de todo lo que se produce, me ha confesado que no le gustan esas cerezas confitadas de los pasteles, pero que en su casa, la posguerra y las penurias, les enseñaron a no desperdiciar nada.
Como banquero jubilado saca rápidamente la cuenta: la mitad del hambre de tantas personas en Haití, Congo o Sierra Leona se acumula en nuestros vertederos.
Gustavo Duch
Ilustración de Germán Ferrero
Ilustración de Germán Ferrero
Desperdicios de comida
En sólo dos generaciones hemos pasado de la escasez a la abundancia, lo que nos ha llevado de economizar a derrochar. Según informa una resolución del Parlamento Europeo (18 de enero de 2011), en la cadena de producción, suministro y consumo se desperdicia el 50% de los alimentos. Basta con acercarnos a la puerta de atrás de un supermercado para ver a diario la gran cantidad de alimentos que, en su mayoría en buen estado, van a la basura. En ocasiones sus políticas internas prohiben darlo a las personas sin recursos que, cada vez más, esperan a recogerlo.
En una sociedad que permite esta situación no podemos estar orgullosos de nuestro comportamiento ni del modelo agroalimentario del que nos hemos dotado. La comida no es más que el aprovechamiento de recursos naturales –aire, agua, tierra– y en este sentido en España hemos entrado ya en déficit ecológico. Nuestro modelo consumista ha agotado lo que nos corresponde y si seguimos comiendo, respirando y contaminando es porque contraemos una deuda. En realidad se trata de un hurto ecológico y de un mal uso del préstamo que nos han hecho las generaciones futuras.
En sólo dos generaciones hemos pasado de la escasez a la abundancia, lo que nos ha llevado de economizar a derrochar. Según informa una resolución del Parlamento Europeo (18 de enero de 2011), en la cadena de producción, suministro y consumo se desperdicia el 50% de los alimentos. Basta con acercarnos a la puerta de atrás de un supermercado para ver a diario la gran cantidad de alimentos que, en su mayoría en buen estado, van a la basura. En ocasiones sus políticas internas prohiben darlo a las personas sin recursos que, cada vez más, esperan a recogerlo.
En una sociedad que permite esta situación no podemos estar orgullosos de nuestro comportamiento ni del modelo agroalimentario del que nos hemos dotado. La comida no es más que el aprovechamiento de recursos naturales –aire, agua, tierra– y en este sentido en España hemos entrado ya en déficit ecológico. Nuestro modelo consumista ha agotado lo que nos corresponde y si seguimos comiendo, respirando y contaminando es porque contraemos una deuda. En realidad se trata de un hurto ecológico y de un mal uso del préstamo que nos han hecho las generaciones futuras.
¿Qué podemos hacer (o dejar de hacer)?
Ser conscientes de la comida que tiramos, individualmente y como sociedad.
• En esta cuaresma, haz el propósito firme de no tirar nada de comida.
• Hoy es Miércoles de Ceniza, día de ayuno, oración y limosna. Vívelo a tope.
• Pásate un día a la hora de cierre por la puerta de atrás de un mercado, supermercados o centro comercial de alimentación y quédate observando…
Y todo esto sin que nuestra parte de culpa nos desanime. ¡Estamos en tiempo de conversión!
«El tiempo se ha cumplido. El reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en esta Buena Noticia» (Mc 1, 15)
Señor, ayúdanos a vivir esta cuaresma con auténtico espíritu de conversión.
Para profundizar:
Informe de la FAO “Reducir el desperdicio para alimentar al mundo” (2011)
Los “feeding”, alternativa creativa al despilfarro de alimentos. Grietas en el muro (Cristianisme i Justícia).
Vídeo documental: “Con la comida no se juega“, de Jordi Évole en “Salvados” (La Sexta).
Vídeo “Manduca caduca“, de El Escarabajo Verde (28 min).
Dos artículos sobre el desperdicio de comida en España:
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