Queridos Cardenales congregados
Somos Darlyene, Welber, Francyele, Gleydson, Fernanda, Christiane, Lucas, Walisson, Christian y Samara; jóvenes de la favela del alto de São Cosme, en la ciudad de Santa Luzia de Minas Gerais-Brasil. Ayer nos hicieron una pregunta: «O que vocês gostariam de pedir pra o novo papa?» Al principio estuvimos un buen tiempo callados pues no terminábamos de entender bien la pregunta, como si no fuésemos nadie para pedir nada, y menos a alguien tan importante como al papa. Tuvimos que preguntar el típico: «Mas, como assim?» para caer en la cuenta de que nos pedían expresar las cosas que nos gustaría pedirles a ustedes de cara a la elección del nuevo papa: qué nos gustaría que cambiase en la Iglesia, qué creemos que hay que reforzar, qué continuar por el mismo camino… Ahí sí que nos lanzamos a conversar, siempre con nuestro habitual desorden adolescente para hablar y escuchar, pero creo que salieron cosas muy interesantes. No eran sólo nuestras opiniones, sino sueños y esperanzas que nacían de nuestro vivir cotidiano en una realidad desfavorecida, en la cual la fe vivida y celebrada en comunidad se ha convertido en nuestra fuerza para seguir caminando en medio de grandes dificultades de pobreza, de amigas que son madres desde los 14 años, de mucha violencia por culpa de la droga, de falta de oportunidades para estudiar y conseguir buenos empleos, de la continua amenaza de que nuestras vidas, siempre desprotegidas y desafortunadas, puedan pegar un giro inesperado a peor… Al final hemos decidido escribirles para que, acostumbrados a que nos dejen sin voz, podamos intentar que nos escuchen esta vez.
Desde nuestro inmenso amor a la Iglesia queremos decirles que están muy lejos, y no sólo geográficamente, de la realidad que vivimos. Todavía no hemos visto a ninguno de ustedes más que por la televisión, y cuando el obispo se acerca parece que está deseando irse corriendo. Es como si nos hablasen mucho de sencillez de vida y austeridad pero no quisiesen darnos ejemplo. Ya saben que los jóvenes hoy ya no creemos en las palabras, necesitamos ver ejemplos y testimonios convincentes. Nos nace una duda: ¿realmente ustedes se creen eso de que el Reino de Dios es de los pobres? ¿O será que simplemente no quieren participar de él? No sabemos bien si es que son sólo palabras para que nos quedemos tranquilos… pero si el Reino esta por aquí escondido, nos gustaría que ustedes, nuestros pastores y guías, estuviesen guiándonos para ayudarnos a encontrarlo.
Nos gustaría pedirles más cosas. La primera es que confíen en nosotros. Escuchamos mucho hablar sobre los jóvenes, organizan jornadas mundiales para que los que pueden pagar se encuentren con el papa, se nos dice que somos el futuro de la Iglesia y que se deben hacer más esfuerzos por y para nosotros; pero a la hora de la verdad se nos deja hacer poca cosa y es siempre con la sospecha de que vamos a estropearlo todo. Nos hablan de una fe que es confianza, pero no vemos que ustedes confíen en nosotros. Nos dicen que tiene algo de salto al vacío, pero tampoco se arriesgan ni dan pasos inseguros por nosotros. ¿Tanto les hemos defraudado ya para que ni nuestro párroco se atreva a dejarnos organizar cosas?
Queremos pedirles también algo que creemos falta para toda la Iglesia: acogida. Muchos son nuestros amigos y conocidos que se sienten condenados por haber estado metidos en las drogas, por haberse quedado embarazadas jóvenes, por haber tenido que buscarse la vida deshonrosamente, etc. Parece que cuando se están levantando no falta una palabra que termine de volver a hundirlos, o que cuando se aproximan a la Iglesia sobran las miradas y comentarios que les hacen sentirse faltos del derecho al perdón. ¿Por qué, como líderes nuestros, no nos enseñan a toda la Iglesia a estar más prestos a perdonar y acoger que a juzgar y condenar? ¿Por qué hacen más esfuerzo en que queden claras las doctrinas y moralismos que alejan, en vez de los gestos y actitudes que acogen y perdonan? Lo mismo podríamos hablar con respecto a nuestros hermanos cristianos no católicos. Aquí en nuestro barrio habrá unas 20 iglesias cristianas diferentes, y nos da mucha pena seguir al mismo Jesús de Nazaret y no poder celebrar ni compartir esta fe con nuestros vecinos que frecuentan otras iglesias.
Nos hemos alargado y suponemos que tendrán poco tiempo para estas cosas… Una última petición. Conocemos y sabemos la labor tan fantástica que hace la Iglesia, tanto aquí con nosotros como por otros lugares del mundo, sin embargo lo que ustedes escriben y hacen público no refleja nada de eso. Parece que no quisiesen o tuviesen miedo a hacer oficial cosas fantásticas que la Iglesia ya hace por todas las personas que no hemos tenido mucha suerte en la vida.
Gracias por su tiempo y por esta oportunidad de dejarnos hablar a los ‘sin voz’. Disculpen si fuimos poco respetuosos, pero imaginamos que preferirían nuestra sinceridad. Siguen convidados a venir y visitarnos cuando quieran y no se olviden de rezar por nosotros como aquí hacemos por ustedes.
(Carta redactada a partir de las entrevistas realizadas por Fonfo Alonso-Lasheras, sj)
pastoralsj
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