COSTA DE MARFIL
Población: 23.884.000 h.
IDH: 0,400
3ª semana: Nuestra forma de consumir y de usar el dinero
Los descuartizadores
Su local está situado al final de la calle, textualmente, pues ahí acaba la calle y desaparece la ciudad. Años atrás era el inicio de una senda que, entre huertos bajaba y subía un barranco, para llegar a una masía y una escuela. Recuerdo que entonces esa esquina con techo de uralita y los barracones del otro lado de la calle eran viviendas pobres de emigrantes del sur de España. De niños, si tomábamos aquel atajo, nos organizábamos en comandos para enfrentar ese trecho con reputación de navajas y asaltos, y por unos momentos nos creíamos John Wayne o El Zorro. Era estupendo.
Hoy el barracón de la esquina es refugio para cientos de trastos viejos recolectados por toda Barcelona por personas inmigrantes y –según las autoridades incompetentes– sin derecho a papeles. Mientras encuentran algo mejor donde dormir y asearse, es también su cobijo, como una repetición del pasado.
Al pasar a su lado casi siempre está abierto y activo. De hecho, al doblar la esquina ya sueles escuchar martillazos y risas de hombres, ninguna mujer, que se pelean con armas de mecánico para descuartizar cualquier objeto con hierro para vender. Les he visto enfrentarse con una farola de la calle, que seguro iluminó algún que otro beso furtivo; diseccionar un plegatín donde el beso se culminó entre goces; muchas televisiones antes reinas del salón, ahora destronadas por la tecnología punta; y muchas otras secuelas de algo que fue. Y siempre al lado de tantas piezas, tornillos, hojalatas y más chatarras desparramadas por la calzada observo una escoba vieja apoyada en la pared, esperando su tarea.
Las sociedades ricas en consumo y derroche facturan sus residuos a los países empobrecidos del Sur: ordenadores inservibles, baterías de teléfonos, barcos para desguazar; sin miramientos de si esa basura es tóxica o perjudicial para sus gentes. Y aquí, los hijos de esta injusticia con su empleo de recicladores, como cual fantásticas cabras en los montes, hacen de nuestras calles paisajes más vivibles. A golpe de escoba, cuando la luna asoma.
Hoy el barracón de la esquina es refugio para cientos de trastos viejos recolectados por toda Barcelona por personas inmigrantes y –según las autoridades incompetentes– sin derecho a papeles. Mientras encuentran algo mejor donde dormir y asearse, es también su cobijo, como una repetición del pasado.
Al pasar a su lado casi siempre está abierto y activo. De hecho, al doblar la esquina ya sueles escuchar martillazos y risas de hombres, ninguna mujer, que se pelean con armas de mecánico para descuartizar cualquier objeto con hierro para vender. Les he visto enfrentarse con una farola de la calle, que seguro iluminó algún que otro beso furtivo; diseccionar un plegatín donde el beso se culminó entre goces; muchas televisiones antes reinas del salón, ahora destronadas por la tecnología punta; y muchas otras secuelas de algo que fue. Y siempre al lado de tantas piezas, tornillos, hojalatas y más chatarras desparramadas por la calzada observo una escoba vieja apoyada en la pared, esperando su tarea.
Las sociedades ricas en consumo y derroche facturan sus residuos a los países empobrecidos del Sur: ordenadores inservibles, baterías de teléfonos, barcos para desguazar; sin miramientos de si esa basura es tóxica o perjudicial para sus gentes. Y aquí, los hijos de esta injusticia con su empleo de recicladores, como cual fantásticas cabras en los montes, hacen de nuestras calles paisajes más vivibles. A golpe de escoba, cuando la luna asoma.
Gustavo Duch
Ilustración de Sonia Arnaiz
Ilustración de Sonia Arnaiz
Desperdicios. Basuras. Plásticos. Residuos electrónicos
Las actuales formas de producción y consumo producen ingentes cantidades de residuos, lo cual, además de una importante pérdida de materiales y energía, es uno de los problemas más alarmantes que tiene el mundo. Su posterior recogida, tratamiento y disposición final implica unos costes económicos y ambientales cada vez mayores para la sociedad. Los gobiernos tienen ya verdaderos problemas para almacenar o destruir todos estos residuos y algunos países, como Costa de Marfil, se están convirtiendo en los basureros de los países ricos, a cambio de un poco de dinero, tan sucio como la propia basura.
En noviembre de 2011 la ciudad de Jerez de la Frontera vivió veinte días de huelga de recogida de basuras. En ese tiempo se acumularon en las calles más de 3.000 toneladas de residuos. Incluso con las aceras literalmente inundadas en basuras, los ciudadanos siguieron sacando a la calle sus desperdicios.
La huelga contribuyó a evitar despidos por parte de la empresa de limpieza. ¿Sirvió también para que los jerezanos se hicieran conscientes de cuánta basura generan?
¿Qué podemos hacer (o dejar de hacer)?
Seguir informándonos, preguntar…
• Llevar siempre a la compra bolsas para evitar que nos las den en los comercios.
• Antes de tirar algo, reciclarlo, reutilizarlo, dárselo a quien lo vaya a usar…
• Preferir comprar de segunda mano antes que nuevo. ¡Comprar de segunda mano no es de pobres, es de sabios!
Y todo esto descubriendo la satisfacción de una forma de vida gratificante, en primer lugar para nosotros mismos.
Así dice el Señor: enmendad vuestra conducta y vuestras acciones, y habitaré con vosotros en este lugar. (Jr 7, 3)
Perdona, Señor, nuestra conducta inconsciente en los desperdicios que tiramos.
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