Friday, March 01, 2013

La Cuaresma de vivir con dos dólares al día


(JCR)
Vivo en un país donde el 80 por ciento de sus habitantes viven con menos de dos dólares al día. Eso dicen los estudios de organismos internacionales y es posible que ese porcentaje se quede corto (hay incluso muchísima gente aquí para la que poder disponer de dos dólares al día sería un lujo inalcanzable). Al comienzo de esta Cuaresma intenté hacer un ejercicio nuevo en mi vida pero que por otra parte no sería nada del otro mundo para cualquier habitante de la República Centroafricana, considerado como el segundo país del mundo con menor índice de desarrollo humano. Se trataba, simplemente, de pasar una semana viviendo con ese presupuesto que delimita el límite del umbral de la pobreza. Confieso, no sin algo de vergüenza, que no conseguí completar los siete días. Esta fue mi experiencia.

Dos dólares equivalen a 1.000 francos CFA, la moneda oficial del país. Decidí que laprioridad de gasto debería ser el transporte desde la casa donde me hospedo hasta mi lugar de trabajo, en el centro Bangui. Un taxi colectivo (el único medio de transporte público aquí), en el que caben apretujados unas ocho personas, más el conductor, cuesta 150 francos. Como tenía que coger dos taxis para llegar a la oficina, calculando la ida y la vuelta,el gasto diario de transporte me salía por 600 CFA. Me quedaban, por lo tanto, 400 CFA.
Durante mi jornada laboral no paso todo el tiempo en la oficina y a menudo tengo que desplazarme a otros lugares para reuniones, actos públicos, gestiones, etc. Si cogía más taxis ya no podía comer tres veces al día, por lo tanto empecé a organizarme el tiempo de forma que pudiera trasladarme de un lugar a otro en la ciudad a pie. En Bangui, durante estos días de la estación seca, la temperatura puede llegar a los 40 grados y al tercer día me di cuenta de que necesitaba gastar dinero en litros y litros de agua para no quedarme deshidratado, porque en países como Centroáfrica si no quiere uno coger una enfermedad seria hay que tener cuidado con el agua que se bebe, y eso hay que pagarlo. Calculé que mi gasto diario en agua (que se vende en la calle en bolsas de plástico, nada de agua mineral embotellada) llegaría a los 100 CFA. De tomar un refresco o una cerveza fría ni hablar. Me habría quedado sin dinero.
Me quedaban 300 CFA para comer tres veces al día, cosa que por otra parte sería poco habitual aquí donde la mayor parte de la gente sólo come una vez al día. Lo normal para un niño aquí es salir de su casa antes de las siete de la mañana sin haber desayunado. Decidí empezar el día con una barra de pan (150 CFA) y una taza de café de puchero. El paquetillo de café cuesta 250 CFA y me dura cuatro días, a lo que hay que añadir otros 500 CFA para comprar medio kilo de azúcar. El presupuesto no llega para leche. En fin, calculemos -siendo muy optimista- que el desayuno de un día me cuesta 100 y ya sólo me quedan 200 CFA, para comer y cenar. La única alternativa es comer algo en un kiosko de la calle, tal vez un poco de mandioca hervida con algunas verduras, un plato que podría costarme 100 CFA, intentando que el chiringuito no esté muy cercano a una carretera principal porque en ese caso me exponía a consumir alimentos aderezados de polvo y suciedad de toda clase. Un bocadillo de sardinas me habría salido por 700 CFA y eso habría sido un lujo inalcanzable. Me quedan 100 y con eso tengo que cenar. Si no fuera porque en la casa donde vivo la señora se empeña en cocinarme buenos platos porque dice que trabajo mucho y tengo que reponerme, lo más seguro es que habría tenido que conformarme con otra barra de pan sin nada. En este país la gente consume mucho pan y uno puede elegir entre dos variedades: la barra del pan recién hecha y crujiente, que cuesta 150 CFA, o la del día anterior que parece un trozo de goma y cuesta algo menos, 100 CFA.
Con un presupuesto así, no queda dinero para comprar artículos de higiene como jabón, pasta de dientes, etc. Y no hablemos de hacer gastos para cualquier distracción como salir a tomarse un café con un amigo, entrar en un cibercafé, salir algún fin de semana a ver algún lugar bonito o comprarse un DVD. A pesar de todo, al llegar al quinto día estaba empezando a acostumbrarme a vivir con dos dólares al día, pero a mitad de mañana de ese viernes empecé a sentirme mal. Hacía dos días que se me habían terminado las pastillas que tomo a diario para la hipertensión y que en España compro por muy poco dinero con la receta de mi médico de familia.
No tuve más remedio que ir a una farmacia y comprar un par de cajas hasta que me llegara el paquete que esperaba con las nuevas reservas de Enalapril. Me gasté 10.000 CFA, unos 20 dólares, en unos medicamentos que me iban a durar una semana, y por la tarde como seguía sintiéndome mal fui a la clínica de un médico en un taxi privado (2.000 CFA de ida y otros tantos de vuelta) y pagué 5.000 por la consulta. El doctor me aconsejó hacerme análisis de sangre y una radiografía para asegurarse de que mi estado de salud estaba bajo control, pero cuando me informé sobre cuándo me iba a costar me di cuenta de que la cosa podía pasar de los 50.000 CFA (unos 100 dólares).
Entendí entonces por qué mucha gente en este país, y otros de África, cuando se pone enferma no tiene dinero para ir a un centro de salud y simplemente espera a ver si el dolor se le pasa, con las consecuencias que uno se puede imaginar. Entendí también por qué casi la mitad de los niños de este país no van a la escuela (que en ningún caso es gratuita). En cualquier caso, aquí fue donde la sensatez me aconsejó poner fin a mi semana cuaresmal que, al fin y al cabo, no era sino un ejercicio de jugar a ser pobre, yo que nunca lo he sido.
Aprendí, no obstante, muchas cosas. La primera de ellas, a no juzgar a la gente cuando me parece que tiene poco empuje. La segunda, que –como dice el obispo español de Bangassou, en este país- “la miseria humana es el mayor pecado”, reflexión por otra parte muy en la línea de la Cuaresma. Y la tercera, que todos los políticos del mundo deberían pasar obligatoriamente por una semana en una barriada pobre de una ciudad africana viviendo con dos dólares al día. Es muy posible que después de hacerlo se lo pensaran dos veces antes de tomar muchas de sus decisiones, sobre todo recortar en partidas de cooperación.
José Carlos Rodríguez
En clave de África
RD

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