Este es un espacio para alimentar y vitalizar la dimensión espiritual y humana de las personas comprometidas con la construcción de una sociedad más humana, justa y solidaria. Todos somos peregrinos. "sal de tu tierra, de tu casa y vete a la tierra que yo te mostraré; haré de tí una gran nación y te bendeciré." (Gén. 12, 1 ss)
Tuesday, March 12, 2013
Poupard: "En la Sixtina, las emociones más fuertes de mi vida"
"Me quité el reloj de la muñeca y miré fijamente esa hora histórica"
Giacomo Galeazzi
Ciudad del Vaticano
«No he sentido una emoción parecida en mi vida. Todos los medios de comunicación pronosticaban un Cónclave largo. Y en cambio al llegar al 77° voto, miré a mi vecino de la Capilla Sixtina y le dije: "El Espíritu Santo no lee los periódicos". Me quité el reloj de la muñeca y miré esa hora histórica: 17,28». Pocas horas después de haber dejado el Aula del Sínodo, el cardenal Francés Paul Poupard, 82 años, reanuda los hilos de la memoria para describir la «elección rápida» de Benedicto XVI. «Durante los funerales de Karol Wojtyla, el decano Ratzinger levantó un brazo hacia la ventana del estudio papal para llamar su presencia espiritualmente, allí me di cuenta de que el cónclave había terminado todavía antes de iniciar» explica el exministro vaticano de Cultura y Diálogo Interreligioso, purpurado desde 1985 y conclavista en el 2005. «Es imposible describir las sensaciones verdaderamente únicas de los momentos vividos ante el Juicio Universal de Miguel Angel».
¿En qué se diferencia este cónclave del cónclave del 2005?
«En las congregaciones generales conocía a casi todos, a aquellos con los cuales había tenido menos roce, enseguida pude conocerlos mejor. Hace ocho años el decano que nos presidía luego entró en el cónclave, mientras ahora Sodano no participa en la elección pontificia. Joseph Ratzinger nos guió desde el pre-cónclave al cónclave. Su homilía en San Pedro compactó de modo emotivo y espiritual al colegio cardenalicio. La enfermedad de Juan Pablo II fue larga y estábamos preparados ya psicológicamente para elegir a su sucesor. Esta vez la diferencia es abismal: la renuncia de Benedicto XVI ha sido realmente un rayo en el cielo sereno para todos nosotros».
¿Como fue votar en la Sixtina?
«Es como pasar a la otra parte de la plaza. Estaba en San Pedro cuando fue elegido Rocalli y la mañana en la cual se abrió el cónclave había desayunado con uno de sus electores. Cinco años más tarde prestaba servicio en la Secretaría de Estado y Montini se convirtió en Papa. Cuando me tocó a mi participar en la elección pontificia, participé del modo más natural en un acontecimiento extraordinariamente intenso y significativo. Recuerdo cada instante, cada fase. El lunes 18 de abril de 2005 a las 16.30 era el orario fijado para el ingreso en el cónclave y el juramento para la elección del nuevo Pontífice. Un cuarto de hora antes, nos encontramos en el Aula de la Bendición, en el Primer Corredor del Palacio Apostólico. Llevábamos todos la vestimenta roja, el roquete y la muceta. Precedidos por la Cruz y por el Libro de los Evangelios, al canto de las letanías de los santos, nos dirigimos en procesión a la Capilla Sixtina donde prestamos juramento. Me temblaba la voz de la emoción mientras entonábamos el "Veni Creator"».
¿Cuál era el clima?
«Estaban haciendo trabajos de restauración en la Capilla Sixtina, nos sentamos en pupitres incómodos de madera, como los de las escuelas. En el aula de la Bendición no se oía ni respirar. Nunca me había visto inmerso en un silencio absoluto a pesar de las numerosas personas recogidas en el mismo lugar. Nada más que se puso en marcha la procesión, se produjo un desbloqueo psicológico. Era una atmósfera de gravedad y serenidad. Sobre todo e queda impreso el himno al Espíritu Santo. Es el más extraordinario que he cantado en mi vida. En la procesión me encontraba entre el alemán Wetter (sucesor en Ratzinger en Munich) y el filipino Vidal que he encontrado de nuevo en estas congregaciones con la misma sonrisa».
¿Y en la casa Santa Marta?
«Teníamos a nuestra disposición autobuses para trasladarnos de la Domus a la Sixtina y viceversa. Pero yo iba a pie. El aire era agradable, refrescaba las ideas, atravesaba los patios interiores, el ábside de San Pedro, San Dámaso, el ascensor, hablando con algún hermano. También en las comidas hablábamos libremente, con gran armonía. Al terminar de cenar fue espontáneo encontrarnos
Vatican Insider
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment